Nada más levantarse, lo primero que hacen ocho de cada 10 españoles es abalanzarse como posesos sobre su móvil. Pero no David Macián. Este cineasta de 36 años no se arroja ansioso a comprobar si le ha llegado un mensaje de Whatsapp. No le va la vida en abrir su cuenta de correo electrónico, no se lanza con avidez a comprobar lo que ha estado ocurriendo en Facebook mientras dormía; no pierde un solo instante en mirar lo que se ha cocido en Twitter. David Macián pertenece a una nueva tribu urbana, exótica pero cada vez más numerosa: la de los desconectados. Personas que, voluntariamente, han decidido poner freno a la vorágine de internet y hacerle un corte de mangas a eso de la hiperconectividad. Unos marcianos que han resuelto aparcar la vida virtual para dedicarse a vivir la vida real.
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