El lugar está revuelto. La emoción aflora por todos lados. La familia Benítez palpita porque su hijo, por fin, recuperó la esperanza después de cinco años de padecimientos luego de haber perdido las piernas por culpa de una enfermedad. Del otro lado, un ingeniero y dos estudiantes de biomedicina están expectantes: esperan que su trabajo cumpla el objetivo. Todos hacen fuerza para que el pequeño Valentín, de 8 años, pueda caminar con sus flamantes prótesis que fueron fabricadas gracias a la tecnología de una impresora 3D. “Es muy emocionante verlo caminar. Ya apenas se las probó no tuvo problemas. Es alegría, felicidad y estamos muy agradecidos por el trabajo que se tomaron por nuestro hijo”, sintetiza Pablo Benítez (31), peluquero de profesión, mientras ve jugar a Valentín. A su lado, Karina (33), la mamá, no deja de sonreír. “Es un cambio muy grande. Le cambió la postura, lo vemos más cómodo. Nosotros enviamos sus datos para la confección de los pies y decidimos venir para la medición del cono (donde se aloja el muñón). Y todo fue bien”, describe.
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