Conoce a los ‘Cyborgs’: humanos con microchips subdérmicos que guardan su historia clínica bajo piel

“El cambio es el proceso en el que el futuro invade nuestras vidas”, decía Alvin Tofler en la introducción de El shock del futuro hace casi medio siglo, y no se equivocaba.

Hoy, ese cambio crece a una velocidad de vértigo y no solo invade nuestras vidas y penetra en nuestros cuerpos, transformándonos en una especie de cyborgs o criaturas compuestas por elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos, sino que amenaza con dejar rezagados a muchos de esta revolución ya en marcha.

Los avances de la tecnología nos conducen al poshumanismo, y eso es ineludible.

En la actualidad, la evolución de nuestra especie “no solo se da en términos biológicos y, por tanto, genéticos sino que el concepto de biogenética, en el que cultura y biología se retroalimentan una a la otra, lleva a que la evolución sea más acelerada”, dice a EL TIEMPO el siquiatra Alfonso Rodríguez, director del área psicosocial de la Universidad El Bosque.

Admite que indudablemente, en la medida en que estas tecnologías se apliquen, generarán unas brechas enormes entre los que pueden tener acceso a ellas y los que están en la periferia.

“En mi opinión, la exclusión va a ser aún mayor porque estas tecnologías están dadas para aumentar la eficacia y la eficiencia de unos, y eso generará la ineficiencia de los que no podrán subirse a ese vagón del futuro”.

En Europa, especialmente en Suecia, Alemania, Holanda e Inglaterra, y en Estados Unidos, los implantes de microchips en el cuerpo humano para facilitar acciones cotidianas o salvar vidas son una tendencia impulsada por miles de personas.

En Colombia, los microchips se emplean, de momento, para identificar mascotas y ganado, pero lo más probable es que su uso en seres humanos también termine imponiéndose.

La tecnología no solo está prolongando nuestras vidas al mejorar el funcionamiento del corazón, los riñones, el cerebro, nuestra motricidad, etc., sino que microchips del tamaño de un grano de arroz están siendo inyectados en el dorso de la mano, entre los dedos índice y pulgar, para abrir puertas, encender vehículos o pagar cuentas.Empresas como I am Robot, con sede en Alemania, los venden a todo el mundo, y, en América Latina, sobre todo a México, desde 2015.

Esos microchips también están siendo inyectados en Estados Unidos en pacientes que padecen osteoporosis y requieren el suministro puntual de medicamentos.

“Actualmente hay ensayos químicos para el suministro de medicamentos a enfermos de osteoporosis que mejoran notablemente los tratamientos”, confirma a EL TIEMPO el profesor Robert Langer, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) y quien con un grupo de investigadores lanzó la idea de desarrollar un microchip programable y controlado inalámbricamente para suministrar las medicinas a los enfermos hace más de 20 años.

“Creo que en el futuro los implantes de microchips permitirán mejores y más seguras terapias de salud. Hoy, la asistencia al paciente es mala, causa por la cual muchas personas mueren”, añade.

Además, un microchip puede albergar la historia clínica de una persona y salvar su vida. “En caso de que un paciente esté inconsciente o no responda, se puede saber, gracias a este, si sufre de alergias, qué tipo de medicamentos está tomando o su tipo de sangre”, dice a EL TIEMPO un portavoz de I am Robot. Añade que incluso hay personas que los solicitan para guardar su testamento antes de morir.

Pero los implantes de dispositivos en pacientes no son nuevos.

“Desde el marcapasos hasta los desfibriladores son extensamente utilizados en adultos y niños”, recuerda el colectivo Biohaking Colombia, que desarrolla estrategias para acercar a las personas a la ciencia mediante tecnologías libres y DIY (Do it yourself –hágalo usted mismo–, por sus siglas en ingles).

Recuerda que desde hace tiempo se implantan también estimuladores del nervio vago para el tratamiento de epilepsias de difícil control y que, poco a poco, ganan terreno los de bombas de insulina o infusoras de medicación.

El humano ‘perfecto’

Los avances de la tecnología nos aproximan hoy, en consecuencia, a ese hombre físicamente perfecto, ideado por series de televisión como El hombre nuclear (1973-1978, basada en la novela Cyborg, de Martín Caidin), en la que al accidentado astronauta Steve Austin (Lee Majors) le reemplazan las piernas, un brazo y el ojo izquierdo por otros artificiales de altísima tecnología que multiplican sus cualidades físicas.

También nos acercan a Un mundo feliz, novela del escritor británico Aldous Huxley escrita hace 86 años, en la que se anticipa, por ejemplo, el desarrollo de la tecnología reproductiva y la eugenesia, el término creado en el siglo XIX por Sir Francis Galton, primo de Charles Darwin, para identificar la transformación artificial o la manipulación de la evolución humana.

Muchas de las personas que hoy utilizan los microchips en Suecia, como el diseñador Erik Frisk, por ejemplo, admitieron en una entrevista con la televisión alemana que ya no solo podrían vivir sin ellos, sino que estarían dispuestos a someterse a otros para mejorar su vida u optimizar su salud o sus cualidades físicas y mentales.

“Si hablamos de marcapasos, eso es realmente invasivo, pero llegamos a un punto en que debemos mejorarnos a nosotros mismos, ser más fuertes, saludables, ágiles, y yo estaría dispuesto a utilizar la tecnología para conseguirlo, cuando esté madura”, dijo Frisk.

Más de cuatro mil personas, solo en Suecia, viven hoy con un microchip incrustado en el dorso de una mano para abrir puertas, pagar con sus tarjetas de crédito, ingresar a sus trabajos, al gimnasio o viajar en tren.

“Todo es perfecto. Básicamente, todo está dentro de mi cuerpo: tarjetas de crédito, llaves, celular”, admitió en otra entrevista con la televisión alemana una usuaria sueca de microchips.

La compañía estatal ferroviaria sueca, SJ, fue la primera en el mundo en utilizar el microchip como un pasaje válido, método que emplean en la actualidad más de 3.000 personas.

En el complejo de oficinas Epicenter en Estocolmo, una casa digital de innovación ubicada en el corazón de Oslo, que alberga las empresas más innovadoras, los trabajadores no solo abren sus puertas sino que con el microchip pueden hacer fotocopias.

“Se trata de un medio de identificación que puede comunicarse con otros objetos que se encuentren alrededor del usuario. Puedes abrir puertas, puedes imprimir de manera segura documentos y, sobre todo, con este chip te puedes comunicar con tu teléfono móvil para enviar los contactos de personas con las que te hayas reunido”, explicó Patrick Mesterton, uno de los fundadores del Epicenter, al portal Euronews.

Por ahora, los beneficios de este microchip son limitados, pero Mesterton asegura que seguirán investigando qué otras posibilidades ofrece este dispositivo y qué otros productos y servicios podrán ser desarrollados. En el futuro, podría permitir también a sus usuarios comprar comida en la cafetería de la empresa o, incluso, chequear su estado de salud.

La empresa norteamericana Dangerous Things, con sede en Seattle (Estados Unidos) y proveedora de esos dispositivos, manifiesta tener más de 10.000 clientes en el mundo que también los utilizan.

¿Efectos colaterales?

Las opiniones se dividen sobre los efectos negativos o positivos que podrían tener los implantes de microchips para la salud de las personas o los riesgos que representan para su intimidad o libertad.

Pero las empresas que los comercializan sostienen que los riesgos para la salud son inexistentes porque los implantes están revestidos con vidrio biocompatible y no afectan el cuerpo humano.

“Todavía no se ha reportado ningún incidente al respecto”, garantiza a EL TIEMPO un portavoz de I am Robot, que los recomienda porque “pueden hacer la vida más fácil en muchas situaciones”.

“Desbloquee su automóvil, transfiera datos de contacto, descubra todas las posibilidades y vaya un paso por delante de la evolución… Abra la puerta de su casa, de su vehículo o encienda su motocicleta sin una llave…” son algunos de los “beneficios” que I am Robot vende a sus clientes.

“Distribuimos implantes de chips para el cuerpo humano. El implante se basa en la tecnología NFC (Near Field Communication, por su siglas en inglés), un sistema de comunicación inalámbrica de corto alcance, tecnología incorporada en los teléfonos inteligentes Android actuales. El chip solo tiene un tamaño de 2 × 21 mm y casi no se nota”, anuncia la empresa en su página web.

La tecnología NFC no es nueva, pues se viene utilizando desde hace años para marcar el ganado. El portavoz de I am Robot explica a EL TIEMPO que “un implante NFC es un transpondedor (transmisor) pasivo que lee o registra datos utilizando un transpondedor activo”, es decir, un teléfono inteligente compatible con NFC.

En cuanto a la idea de empresas de implantar microchips en sus empleados, se teme lo que estos puedan significar para la privacidad y seguridad personal. La tendencia disparó las alarmas sobre si los implantes inalámbricos podrían ser utilizados para mantener vigilados a los empleados por medio del control de sus movimientos, afirma la BBC en su red.

Por eso, organizaciones que defienden las libertades civiles advierten que los microchips podrían ser utilizados contra la privacidad de los individuos.

Pero “la discusión más fuerte debe centrarse en relación con las políticas públicas sobre el uso de estos dispositivos. No basta con que el dispositivo esté en capacidad de almacenar datos, también hay que ser muy estrictos en que sean seguros y, posteriormente, en que sean inocuos, pues es distinta la seguridad a la inocuidad”, afirma el colectivo de Biohaking Colombia, que desarrolla estrategias para aproximar a las personas a la ciencia utilizando metodologías DIY.

Además, sostiene que también hay que contemplar la discusión centrada en lo ético, social y cultural, pues el futuro es inevitable y terminaremos utilizando esos dispositivos. Así mismo, es preciso preguntarse, entre otras cuestiones, ¿qué tan preparados estamos política, ética y socialmente para ese futuro? ¿Cómo los gobiernos van a garantizar la seguridad con respecto a la salud y la seguridad de nuestra información?

“No es necesario inducir a estados paranoicos, no podemos tenerles miedo al progreso y la ciencia, pero sí es necesario comenzar a articular la academia colombiana con los políticos.

Un dispositivo que nos presenten para la captura y el almacenamiento de datos dentro de una persona puede también convertirse en una puerta de entrada y salida de datos sobre nosotros, sin nuestro consentimiento”, alerta el colectivo Biohaking Colombia.

Añade que “es muy importante que los medios se interesen en divulgar sobre estos asuntos, que la ciencia y la ingeniería tengan la certeza de garantizar la inocuidad y seguridad de estos dispositivos y que se reflexione sobre los asuntos políticos, sociales y culturales” que su uso implica.

Fuente: eltiempo.com