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Por qué vemos caras en todas partes: científicos explican el misterio de la pareidolia

Un estudio explica qué sucede en nuestro cerebro para ver ojos y boca en los objetos. También supuestos estados de ánimo. Imágenes imperdibles

A menudo sucede de adivinar formas en objetos o, más aún, descubrir «rostros» donde no existen en realidad. Casas, restos de alimento, un bolso, un trozo de madera. Todo parece esconder caras felices, tristes, de algún animal. Y el fenómeno tiene una explicación y se llama pareidolia.

Más allá de lo frecuente que resulta, la gran duda es qué mecanismos se activan para que además de identificar caras «leamos» supuestos sentimientos. Y ahora la ciencia ahora puede tener la clave.

Un nuevo estudio científico, publicado por la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW) en la revista Psychological Science, demostró que procesamos estas «caras imaginarias» de la misma forma que las reales.

«Una característica sorprendente de estos objetos es que no solo parecen caras, sino que incluso pueden transmitir un sentido de personalidad o significado social. Por ejemplo, las ventanas de una casa pueden parecer dos ojos mirándote», afirma Colin Palmer, de la Facultad de Psicología de la UNSW de Australia, y difunde ABC.

El autor del estudio explica que llegar a una conclusión, antes que nada hay que analizar qué implica la percepción facial. Esto tiene que ver, por ejemplo, con la disposición espacial de los ojos y la boca. Ese patrón básico es algo con lo que el cerebro está especialmente familiarizado.

«También necesitamos reconocer quién es esa persona y leer la información de su rostro, como por ejemplo si nos presta atención, si está feliz o molesto», agrega Palmer.

El cerebro con distintos rostros

Para determinar si se activaban los mismos mecanismos en el cerebro al ver un rostro de una persona o una pareidolia, recurrieron al proceso denominado «adaptación sensorial», una ilusión visual en la que la percepción de uno se ve afectada por lo visto recientemente.

«Si se le muestran repetidamente imágenes de rostros que miran hacia la izquierda, la percepción cambiará con el tiempo, de modo que los rostros parecerán mirar más a la derecha de lo que realmente miran», desarrolla el especialista.

Y esta conclusión la atribuye al proceso de habituación en el cerebro en que las células involucradas en la detección de la dirección de la mirada cambian su sensibilidad.

Así fue que se llevó a cabo un experimento con 60 voluntarios para visualizar imágenes y decir para dónde creía que miraban las pareidolias. «La exposición repetida a rostros de pareidolia que transmitían una dirección específica provocaban un cambio en la percepción», reafirma de acuerdo al portal español.

Y argumenta: «Pensamos que la pareidolia facial es una especie de ilusión visual. Sabemos que el objeto en realidad no tiene mente, pero no podemos evitar verlo con determinadas características».

Producto de la evolución

Palmer y su equipo sostiene que la pareidolia facial es producto de nuestra evolución. Y sugieren que la función cerebral fue heredada de los monos.

«Nuestro cerebro evolucionó para facilitar la interacción social, y esto influye en la forma en que vemos el mundo que nos rodea. Existe una ventaja evolutiva en ser realmente eficiente en la detección de rostros», agrega.

Y antes la duda sobre si puede ser señalado como una característica extraña, da el ejemplo de lo relevante que puede ser en los animales para detectar a tiempo a posibles depredadores.

«Tener un sistema demasiado sensible es mejor que uno que no lo es», resalta el investigador

De todas maneras, el estudio científico sin duda podría ayudar a comprender algunos trastornos cognitivos relacionados con el reconocimiento facial, como en algunos casos de prosopagnosia facial o del espectro autista.

Fuente: clarín.com