Salud

Nuestra flora intestinal es la responsable de que muchas dietas no funcionen

Como cada año, nos conjuraremos para sacar adelante nuestros propósitos o promesas de año nuevo. Los más clásicos, dejar de fumar y perder peso. O lo que es lo mismo, hacer más ejercicio y ponernos a dieta. Sin embargo, los excesos alimenticios de las Navidades, cuando no de todo el año, pueden provocar que la dieta no induzca los efectos deseados. Y es que como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Washington en St. Louis (EU), el éxito o fracaso de la dieta viene condicionado, cuando menos en inicio, por las especies bacterianas que compongan nuestra flora intestinal, estando esta composición determinada por el tipo de alimentación que hayamos llevado hasta ese momento.

Como explica Jeffrey Gordon, director de esta investigación publicada en la revista Cell Host & Microbe, “si vamos a prescribir una dieta para mejorar la salud de una persona, es importante conocer qué microorganismos ayudarán a controlar estos efectos beneficiosos. Y en nuestro trabajo hemos encontrado una manera de extraer las comunidades de la flora intestinal de distintos humanos para identificar los organismos que ayudan a promover los efectos de una dieta específica para que acabe resultando beneficiosa”.

Compartir las bacterias

El objetivo del estudio fue evaluar cómo la alimentación influye en la composición de la flora intestinal y cómo las especies bacterianas de este microbioma responden a una nueva dieta tras haber sido condicionadas a un tipo de alimentación específica –en ocasiones, a lo largo de toda una vida–. Y para ello, lo primero que hicieron los autores fue analizar las muestras fecales de personas que seguían una dieta de restricción calórica rica en vegetales y de voluntarios que habían adoptado la típica ‘alimentación occidental’ –o como la denominan los propios investigadores, ‘dieta americana’, baja en carbohidratos complejos y fibra y alta en grasas y azúcares simples–. Así, los autores pudieron constatar que la flora intestinal de las personas con la dieta rica en vegetales era mucho más diversa en especies bacterianas.

En segundo lugar, los investigadores utilizaron modelos animales –ratones– manipulados para carecer de bacterias en sus intestinos –o lo que es lo mismo, sin flora intestinal– y los colonizaron con los microbiomas obtenidos de los humanos alimentados con la dieta rica en vegetales o con la dieta occidental. ¿Y cuál fue el siguiente paso? Pues alimentar a los ratones con la dieta contraria a la que seguían las personas que ‘donaron’ sus microbiomas. Es decir, dieta rica en vegetales para los animales que recibieron la flora intestinal de los voluntarios que habían adoptado la dieta occidental, y viceversa.

Los resultados mostraron que los ratones que recibieron la microbiota de humanos que seguían la dieta rica en vegetales respondieron correctamente a la dieta occidental. Sin embargo, aquellos animales en los que se ‘trasplantó’ la flora intestinal de los consumidores de la dieta occidental no respondieron tan bien a la dieta de restricción calórica.

Finalmente, y con objeto de identificar los microorganismos que pudieran mejorar la respuesta en los animales cuya flora había sido condicionada por la ‘dieta americana’, los investigadores elaboraron un ‘programa de convivencias’ entre ambos grupos de ratones. O lo que es lo mismo, los mezclaron en las jaulas, lo que dio lugar a que los animales que albergaban la flora intestinal derivada de la alimentación occidental acabaran recibiendo las bacterias adquiridas tras una vida de dieta rica en vegetales. El resultado, los ratones, ahora sí, respondieron de forma correcta a la dieta de restricción calórica.

Como indica Nicholas Griffin, co-autor de la investigación, “tenemos que pensar en las comunidades de nuestra flora intestinal no como islas aisladas sino como partes de un archipiélago en el que las bacterias pueden moverse de una a otra isla. Nosotros hemos bautizado a este archipiélago como ‘metacomunidad’. Muchas de estas bacterias que migraron a la microbiota condicionada por la dieta americana se encontraban inicialmente ausentes en muchas de las personas que consumían esta alimentación sin restricción calórica”.

¿Futuros probióticos?

En definitiva, si ha seguido una alimentación ‘poco saludable’ a lo largo de mucho tiempo y decide ponerse a dieta pero esta no funciona, no desespere. La ‘malas costumbres’ alimenticias han mermado la capacidad de respuesta de las bacterias de su flora intestinal. Hay que perseverar.

Como concluye Jeffrey Gordon, “cada vez tenemos más conocimiento de cómo los efectos de las dietas son condicionados por la flora intestinal del consumidor. Esperamos que los microorganismos identificados en nuestro estudio puedan ser utilizados algún día como la nueva generación de probióticos”.

Fuente: abc.es