¿Más riesgo de enfermedades cardiometabólicas por vivir cerca de aguas marítimas con microplásticos?
Los microplásticos son partículas de plástico de menos de 5 milímetros de tamaño. Los nanoplásticos son aún más pequeños, invisibles a simple vista y miden menos de una milésima de milímetro. Ambos tamaños provienen de la descomposición química de residuos plásticos más grandes, incluidos envases de alimentos (como botellas de agua de un solo uso), telas sintéticas y productos de cuidado personal. Se han encontrado micro y nanoplásticos en el agua potable, en mariscos y en el aire. El medio marítimo está resultando ser un gran depósito de partículas de plástico.
Un estudio reciente ha examinado el efecto que sobre la salud humana tiene vivir cerca de aguas marítimas contaminadas con microplásticos.
El estudio es obra de un equipo encabezado por el Dr. Bhargav Makwana, del Hospital y Centro Médico Lahey en Burlington, Massachusetts, Estados Unidos.
Los autores del estudio analizaron si la concentración de partículas plásticas en aguas oceánicas cercanas a comunidades costeras estaba asociada con una mayor incidencia de diabetes tipo 2, enfermedad de las arterias coronarias y derrame cerebral entre los residentes de dichas zonas. Se examinaron concentraciones de contaminación marina por microplásticos (probablemente una combinación de micro y nanoplásticos) hasta una distancia de tales zonas habitadas no mayor de 200 millas náuticas, clasificando los niveles en cuatro categorías según el promedio de microplásticos marinos (MML):
- Contaminación baja (0–0.005 partículas/m³): casi nada visible; tal vez una pequeña partícula de plástico en 200 bañeras de agua de mar.
- Contaminación media (0.005–1 partículas/m³): hasta 1 pequeña partícula plástica por cada 200 bañeras de agua de mar.
- Contaminación alta (1–10 partículas/m³): probablemente un pequeño puñado de partículas plásticas flotando en cada bañera de agua de mar.
- Contaminación muy alta (10+ partículas/m³): cada porción de agua de mar (aproximadamente del tamaño de una bañera) podría contener 10 o más partículas plásticas.
El análisis reveló que, en comparación con los residentes de condados costeros con bajos niveles de contaminación por microplásticos en aguas cercanas, quienes vivían en condados con niveles muy altos presentaban:
- Un 18% más de prevalencia ajustada de diabetes tipo 2, la cual duplica el riesgo de enfermedad cardíaca.
- Un 7% más de prevalencia de enfermedad de las arterias coronarias, una acumulación de placa en las arterias del corazón que puede provocar un ataque cardíaco o derrame cerebral.
- Un 9% más de derrames cerebrales. Un derrame cerebral ocurre cuando un vaso sanguíneo en el cerebro se bloquea o se rompe. Los derrames cerebrales son la quinta causa principal de muerte y una de las principales causas de discapacidad.
Además, el análisis encontró que los condados de Estados Unidos a lo largo del golfo de México y las costas del Atlántico presentaban una mayor prevalencia de diabetes tipo 2, enfermedad de las arterias coronarias y derrames cerebrales en comparación con los de la costa del Pacífico.
La asociación entre altos niveles de contaminación por microplásticos y mayor prevalencia de enfermedades cardiometabólicas se mantuvo incluso después de ajustar por edad, género, acceso a médicos, nivel socioeconómico y factores ambientales (contaminación del aire, contaminación acústica, cercanía a parques, espacios para caminar, etcétera).
“Este es uno de los primeros estudios a gran escala que sugiere que vivir cerca de aguas muy contaminadas con microplásticos puede estar relacionado con enfermedades crónicas. La contaminación plástica no es solo un problema ambiental; también puede ser un problema de salud pública”, afirma el Dr. Sarju Ganatra, coautor del estudio y vicepresidente de investigación del Hospital y Centro Médico Lahey en Burlington.
Ganatra advierte que la comunidad científica apenas está empezando a comprender el impacto total de los microplásticos en la salud. “Irónicamente, incluso en el cuidado de la salud, un campo dedicado a sanar, dependemos en gran medida de plásticos de un solo uso, desde bolsas de suero y jeringas hasta guantes, tubos, blísteres de medicamentos y material quirúrgico. Gran parte termina en vertederos o en el mar, donde se fragmenta en microplásticos y entra al ecosistema, tal como explica Ganatra.
“Este estudio se suma a una creciente cantidad de evidencias de que la basura que arrojamos al medioambiente a menudo regresa a nosotros. Es momento de pasar de la concienciación a la acción”, asegura. “Instamos a los responsables de formular políticas a considerar la contaminación plástica como una crisis ambiental y también como una posible crisis sanitaria”.
El estudio se titula “Marine Microplastic Levels and the Prevalence of Cardiometabolic Diseases in US Coastline Counties”. Y se ha publicado en la revista académica Journal of the American Heart Association.
Conviene matizar que este estudio, tal como admiten sus autores, tiene varias limitaciones. En primer lugar, la asociación con los microplásticos se basó en datos a nivel de condado, no a nivel individual. Este tipo de estudio no puede demostrar una relación causal entre los niveles de microplásticos en aguas oceánicas cercanas (medidos únicamente en el agua, no en peces o plantas) y el desarrollo de enfermedades cardiometabólicas.
“Tampoco medimos los niveles de plásticos en los residentes de estos condados, y aún no conocemos exactamente cómo estos compuestos afectan al cuerpo. Por lo tanto, aunque los hallazgos son importantes, deben ser una llamada a realizar más investigaciones profundas, no a sacar conclusiones definitivas”, concluyó Ganatra.
Ganatra y sus colegas identifican varias áreas clave para futuras investigaciones:
- ¿Cómo ingresan los microplásticos al cuerpo humano?
- ¿A qué niveles se vuelven perjudiciales?
- ¿Dónde se acumulan estas partículas en el cuerpo?
- ¿Cómo afectan los microplásticos a la salud a largo plazo?
El equipo de investigación está diseñando estudios de seguimiento para medir la exposición individual a los microplásticos a través del agua, los alimentos y el aire, y evaluar cómo esa exposición influye en biomarcadores de inflamación y estrés cardiovascular.
Fuente: noticiasdelaciencia.com