La viróloga mexicana Susana López Charretón destapó los secretos de los rotavirus
Susana López Charretón se encuentra entre las virólogas más destacadas de México. Ha sido galardonada con el Premio UNESCO-Carlos J. Finlay de Microbiología y el premio L’Oréal-UNESCO For Women in Science.
Es la única científica mexicana que ha editado la Revista de Virología. Pero ganar premios no es lo que inspira su ciencia y su carrera. “Los premios y el reconocimiento son sólo una consecuencia”, afirma.
“En realidad, lo que más me avergüenzan son ellos”. Más bien, lo que la impulsa es la curiosidad y la sed de comprender y resolver problemas. “Para mí la ciencia es una forma de vida, algo que me llena por completo”, dice López Charretón.
Durante cuatro décadas ha dedicado su vida a estudiar cómo los rotavirus infectan las células humanas. Estos virus de ARN de doble cadena fueron descritos en 1973 por la viróloga australiana Ruth Bishop y sus colegas, cuando esos investigadores descubrieron una partícula de virus presente en el tejido intestinal de niños con diarrea.
Los rotavirus, conocidos por causar gastroenteritis grave, que incluyen diarrea aguda, vómitos, fiebre y deshidratación, afectan principalmente a bebés y niños pequeños. En todo el mundo, los virus son responsables de la muerte de unos 100.000 o más niños de 5 años o menos cada año.
Esas cifras solían ser más del doble. Las vacunas, introducidas en 2006, redujeron drásticamente la carga de morbilidad. Fue la investigación de un equipo dirigido por López Charretón y su esposo, Carlos Arias Ortiz, junto con el trabajo de otros en todo el mundo, lo que sentó las bases científicas para el desarrollo de las vacunas.
López Charretón comenzó a estudiar los rotavirus a finales de los años 1970, cuando todavía eran nuevos para la ciencia. “Acababan de ser descubiertos, por lo que pudimos hacer contribuciones importantes”, afirma.
Junto a Arias Ortiz, definió los procesos multipasos y los actores moleculares específicos que permiten a los virus invadir las células del intestino y replicar rápidamente su material genético, los primeros pasos en la infección por rotavirus y la gastroenteritis.
“La ciencia es principalmente una serie de pequeños pasos que hacen avanzar el conocimiento”, dice Harry Greenberg, virólogo estadounidense ahora retirado de la Universidad de Stanford. “Durante el tiempo que Susana lleva trabajando con los rotavirus se han fabricado un montón de vacunas”, afirma.
Siempre un científico López Charretón supo desde pequeña que quería ser científica. Cuando era niña, le encantaba realizar experimentos caseros, como congelar moscas muertas o abrir lagartos muertos para explorar su interior.
Su mamá y su papá, a diferencia de la mayoría de los padres de mujeres jóvenes en ese momento, no tuvieron ningún problema en que ella quisiera dedicar su vida a estudiar. Con su apoyo, estudió investigación biomédica básica en la Universidad Nacional Autónoma de México, o UNAM, en la Ciudad de México.
El tutor de López Charretón, Romilio Espejo, un virólogo chileno que se había mudado a México, estaba estudiando los rotavirus y se los presentó. Estaba cada vez más fascinada por su complejidad y quería comprenderlos. “Los rotavirus causan problemas muy graves en el mundo”, afirma.
Por esa época, López Charretón también conoció a Carlos Arias, quien estaba haciendo una maestría en el laboratorio de Espejo. Permaneció en la UNAM para realizar una maestría y un doctorado, y ella y Carlos Arias fueron a California de 1981 a 1983 para un año sabático de investigación en el laboratorio Caltech del biólogo James Strauss. Allí continuaron el trabajo que habían iniciado con Espejo. “Este fue mi camino para darme cuenta de que la virología era lo que más me interesaba”, explica.
De regreso a México, la pareja formó un grupo de investigación en el Instituto de Biotecnología de la UNAM y continuaron estudiando los rotavirus. En ese momento, la mayoría de los científicos pensaban que los rotavirus invadían las células en un proceso relativamente simple, con solo una proteína viral interactuando con un receptor celular.
En cambio, el grupo demostró que la entrada del rotavirus en una célula huésped está mediada por múltiples pasos e interacciones con la superficie de la célula. Estos pasos tienen lugar en una parte específica de la membrana plasmática de la célula conocida como balsas lipídicas y finalizan con el ingreso del virus a través de endocitosis, un proceso celular en el que una sustancia queda rodeada por un área de la membrana celular para formar una vesícula que transporta la sustancia. dentro de la celda.
El grupo de López Charretón también describió las moléculas que ayudan a los rotavirus a vencer el sistema antiviral innato del cuerpo. Dos proteínas virales que desempeñan múltiples funciones interactúan directamente con las células del intestino y previenen la respuesta antiviral. Este hallazgo podría explicar por qué los virus son tan específicos en las células que infectan.
El suyo es ahora el modelo predominante que describe cómo los rotavirus invaden las células. “Todos los virus establecen este tipo de batallas con sus células huésped, y lo sorprendente es que cada virus tiene diferentes herramientas para hacerlo”, dice López Charretón.
López Charretón continúa trabajando con los rotavirus, tratando de descubrir cómo pervierten toda la maquinaria celular dentro de las células intestinales. Pero en los primeros días de la pandemia de COVID-19, formó parte de un grupo de virólogos encargados de monitorear y secuenciar las cepas de coronavirus que circulaban en el país.
Ella y otros virólogos fundaron el Consorcio multiinstitucional de Vigilancia Genómica de México. Aunque el grupo planeaba continuar monitoreando otros virus después de la pandemia, se disolvió debido a la falta de apoyo financiero del gobierno.
El esfuerzo enfatizó para López Charretón la importancia de aumentar el grupo de científicos de México. “Con la pandemia se hizo evidente que no tenemos suficientes personas expertas en virología para afrontar este tipo de problemas”, afirma.
Un mentor para aspirantes a científicos
Ha trabajado para construir esa línea científica a lo largo de su carrera, ayudando a capacitar a virólogos jóvenes que están tan motivados como ella. “[Como científico] también tienes la alegría de compartir tu pasión con tus estudiantes, verlos crecer y volverse muy rigurosos en su oficio”, dice.
Además de ser una destacada científica, dice Greenberg, uno de los rasgos más destacados de López Charretón es su disposición para enseñar. Tres de sus estudiantes realizaron posdoctorados en el laboratorio de Greenberg. Ha observado lo cerca que están de ella y lo bien entrenados que están; dice que ella es probablemente la mentora más atenta y afectuosa que jamás haya conocido.
Liliana Sánchez Tacuba, quien realizó un Ph.D. con López Charretón antes de pasar al laboratorio de Greenberg para realizar un posdoctorado, está de acuerdo en que, a diferencia de muchos líderes de laboratorio, López Charretón se toma el tiempo para dedicarse a la enseñanza. “No podría haber tenido un mejor tutor”, dice Sánchez Tacuba. “Ella es mi mamá académica y cada vez que tengo dificultades o dudas, todavía la contacto”.
Sánchez Tacuba proviene de una comunidad pequeña y de bajos ingresos en el estado de Guerrero, México, donde la mayoría de las mujeres estudian sólo hasta la escuela primaria. En la actualidad, es científica investigadora en la división de microbiología de Vir Biotechnology, una empresa estadounidense de inmunología centrada en el tratamiento y la prevención de enfermedades infecciosas.
Todo esto fue posible gracias a López Charretón, dice Sánchez Tacuba, y al tiempo y esfuerzo que López Charretón dedicó a asesorarla. “Ella cambió mi vida”, dice Sánchez Tacuba. “Cada vez que me he cuestionado he pensado que si Susana López cree en mí, entonces yo debo poder hacerlo”.
Fuente: omnia.com.mx