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La muerte no es un apagón súbito, sino un proceso lento y errático

La muerte fisiológica es un proceso lento y errático que incluye breve reactivaciones del corazón que en ningún caso vuelven a la vida a la persona fallecida. Nada que ver con el síndrome de Lázaro.

La muerte física no es un apagón instantáneo de las funciones vitales, sino un proceso relativamente lento y errático que en ocasiones incluye una breve reactivación del corazón, sin que la persona nunca vuelva a la vida ni perciba conscientemente esos altibajos.

Lo ha descubierto la mayor investigación internacional realizada hasta la fecha sobre la fisiología de la muerte, dirigida por el Dr. Sonny Dhanani, cuyos resultados se publican en la revista New England Journal of Medicine.

Entre 2014 y 2018, los investigadores observaron la función cardíaca de 631 pacientes en 20 unidades de cuidados intensivos para adultos en Canadá, la República Checa y los Países Bajos, después de que se les retirara el soporte técnico necesario para mantenerlos con vida.

En todos los casos analizados, se esperaba una muerte inminente después de la retirada del soporte vital.

Muerte clínica

Los investigadores examinaron los registros del electrocardiograma y de la presión arterial de los pacientes, junto con todas las observaciones clínicas, desde el momento en que se retiraron los fármacos, los tubos respiratorios y el soporte cardíaco, hasta 30 minutos después de la declaración de fallecimiento.

Según la literatura médica, cuando se retira el soporte vital, el corazón carece de oxígeno y sangre, la presión arterial desciende y se produce un paro cardiaco, deteniéndose a continuación el flujo de sangre.

La muerte clínica se determina mediante la muerte cerebral (cese de la actividad neuronal) o circulatoria, que se corresponde con la pérdida irreversible de la actividad cardiaca.

Morir no es sencillo

El estudio descubrió que la muerte circulatoria no siempre es sencilla: el 14 por ciento de los pacientes experimentaron una reanudación «transitoria» de la actividad cardiaca después de una línea plana.

En la mayoría de los casos, la duración de esa actividad cardíaca fue breve, con una media de 3,9 segundos. En un caso, duró incluso hasta 13 minutos.

La actividad cardiaca más remota se produjo 4 minutos después de que el corazón dejara de latir: eso significa que la actividad eléctrica del corazón puede continuar minutos después de que se detiene la presión arterial.

Nada que ver con Lázaro

El impulso cardiaco recuperado fue, sin embargo, muy corto y en ningún caso fue suficiente para volver a la vida a ninguna de las personas que habían detenido sus funciones vitales.

Los investigadores concluyen que es posible que los procesos fisiológicos de la muerte física, después de la retirada de los soportes tecnológicos, incluyan ocasionalmente periodos de reanudación y cese de la actividad cardiaca, porque el corazón es un órgano fuerte y robusto.

También aclaran que esta reactivación cardiaca no tiene nada que ver con el así llamado síndrome de Lázaro (el hombre que según la biblia resucitó después de tres días fallecido), que consiste en la recuperación espontánea de la actividad circulatoria después de una parada cardiaca.

Tranquilidad familiar

El objetivo principal del estudio ha sido documentar mejor el proceso fisiológico de la muerte, especialmente en las personas enfermas a las que se les retira el soporte vital.

También ha analizado cómo y por qué las familias deciden donar los órganos de sus seres queridos poco antes de su muerte y cómo les afecta esa donación.

Para que las familias elijan la donación de órganos cuando un ser querido ha fallecido, deben confiar en que la muerte ha ocurrido realmente y que es irreversible, señalan los investigadores en un comunicado.

Preparando la donación

Esta confianza en la certificación real de la muerte permite que las personas decidan donar los órganos de un familiar fallecido en un momento de dolor y permite que la comunidad médica se sienta cómoda al iniciar un diálogo sobre la donación.

Para que la donación después de una muerte determinada por el sistema circulatorio sea médicamente posible, el óbito debe certificarse dentro de un período de tiempo determinado, después de que se retiren las medidas de mantenimiento de la vida.

El estudio proporciona evidencia que respalda el estándar actual de esperar cinco minutos después de que el corazón se detiene, antes de certificar la muerte y de proceder a la donación de órganos.

Los trasplantes de órganos son un recurso terapéutico imprescindible que salva muchas vidas humanas. En España, 5.000 pacientes permanecen en lista de espera. Un 7% de ellos fallece sin haberse localizado un donante compatible, según Mapfre.

Esta investigación ayudará a los familiares de una persona en esta situación crítica, a tomar la mejor decisión sobre la eventual donación de sus órganos para trasplantarlos a otra persona.

Fuente: tendencias21.levante-emv.com