La comunicación entre los genes, clave para la regeneración del corazón
En un nuevo estudio, el científico Mark Martindale y colegas de la Universidad de Florida, en Estados Unidos, descubrieron genes conocidos por formar células de corazones en seres humanos y otros animales en el intestino de una anémona sin músculo y sin corazón. Pero la anémona de mar no es cualquier criatura marina, tiene superpoderes: si se corta en muchas piezas, cada pieza se regenerará en un nuevo animal.
Entonces, ¿por qué la anémona del mar se regenera mientras los humanos no podemos? Al analizar la función de sus “genes cardiacos”, los investigadores del estudio descubrieron una diferencia en la forma en que estos genes interactúan entre sí, lo que puede ayudar a explicar su capacidad de regeneración, señala Martindale, profesor de biología de la Universidad de Florida (UF) y director del Laboratorio Whitney de Biociencia Marina, en San Agustín, Florida.
Los hallazgos del estudio, publicados en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’, apuntan a un potencial para ajustar la comunicación entre los genes humanos y avanzar en nuestra capacidad para tratar enfermedades del corazón y estimular la recuperación de la cicatrización, subraya. “Nuestro estudio muestra que, si aprendemos más sobre la lógica de cómo los genes que dan lugar a las células del corazón hablan entre sí, podría ser posible la regeneración muscular en los seres humanos”, dice Martindale.
Estos genes cardiacos generan lo que los ingenieros llaman lazos de sujeción en vertebrados y moscas, lo que significa que una vez que los genes están activados, se dicen unos a otros de permanecer en las células de un animal durante toda su vida. En otras palabras, los animales con una sujeción de sus genes no pueden cultivar nuevas partes del corazón o utilizar esas células para otras funciones.
El problema: las células cardiacas humanas no cambian a otro tipo celular
“Esto asegura que las células del corazón siempre permanecen como células del corazón y no puede convertirse en ningún otro tipo de célula”, explica Martindale. Pero en los embriones de la anémona de mar, los lazos de sujeción no existen, un hallazgo que sugiere un mecanismo por el cual las células intestinales que expresan genes cardiacos en las anémonas de mar pueden convertirse en otros tipos de células, como las necesarias para regenerar las partes dañadas del cuerpo, plantea este experto.
El estudio apoya la idea de que las células musculares definitivas encontradas en la mayoría de los animales surgieren la existencia de un tejido intestinal bifuncional que tendría propiedades tanto absorbentes como contráctiles. Aunque el tejido intestinal de una anémona de mar no puede parecer un corazón latiendo, experimenta lentas y rítmicas ondas de contracción peristáltica, igual que el sistema digestivo humano.
Los autores del estudio argumentan que las primeras células musculares animales podrían haber sido muy parecidas a las del corazón. “La idea es que estos genes han estado alrededor durante mucho tiempo y precedieron a los músculos nerviosos que cubren nuestro esqueleto”, afirma Martindale, quien apuesta por continuar con más investigación que permita a los científicos un día persuadir a células musculares a la regeneración de diferentes tipos de nuevas células, incluyendo más células del corazón.
Fuente: lainformacion.com