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La ciencia detrás del llanto de un bebé

De acuerdo con los psicólogos, un bebé humano normal llora cerca de dos horas en el transcurso de un día.

Resulta que el llanto de un bebé no es solo tan natural y justificable como respirar: los dos actos están entrelazados física, neurológica y esencialmente. Los científicos han descubierto que el pequeño conjunto de neuronas a cargo de la respiración rápida y activa también le da a un bebé la fuerza para llorar.

En un informe publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, Carmen Birchmeier y Luis Hernández Miranda, del Centro Max Delbruck de Medicina Molecular en Berlín, y sus colegas, mostraron que los bebés ratones que carecían de ese nódulo clave —aproximadamente 17.000 neuronas localizadas en el evolutivamente antiguo romboencéfalo— pueden respirar de manera lenta y pasiva, pero no animada ni vigorosa.

Cuando abren la boca para llorar, no sale nada. Como resultado, sus madres los ignoran y estas crías que respiran débilmente mueren pronto.

“Este fue un hallazgo sorprendente”, dijo la Dra. Birchmeier. “La madre podía ver y oler a las crías, pero si estas no articulaban sonidos, era como si no existieran”.

El nuevo estudio es solo uno de una serie de informes recientes que revelan lo crucial que es llorar para la supervivencia de los bebés y cómo sus chillidos se abren paso a través de un atiborrado panorama acústico para exigir la atención inmediata de los adultos.

El sonido del llanto de un bebé provoca una respuesta mucho más rápida y fuerte en las partes orientadas hacia la acción del cerebro adulto que otros sonidos igual de fuertes o llenos de emoción, como el ladrido de un perro o un vecino que también llore.

Los científicos han demostrado además que los llantos de muchos mamíferos bebés comparten varias propiedades acústicas básicas.

La bióloga de la Universidad de Winnipeg Susan Lingle y sus colegas han llevado a cabo estudios de campo en los que transmiten a través de bocinas los llantos amplificados de los infantes de varios mamíferos, incluyendo a un murciélago bebé, un antílope bebé, una cría de león marino, una marmota bebé, una cabra pequeña y un gatito doméstico.

A veces reproducían el llanto como es. Otras veces el tono del llanto tenía un volumen más alto o más bajo mientras lo demás permanecía igual. Sin importar la fuente del llamado de auxilio, la reacción de una venada madre que pastaba cerca era el mismo: corría a toda velocidad hacia la bocina como si lo hiciera hacia su propio cervatillo afligido.

No solo las venadas se confunden. En una conferencia sobre gimoteo de bebés celebrada este verano en Italia, la Dra. Lingle reprodujo un clip de audio de llantos de un niño, un cervatillo y un bebé, y le preguntó a la audiencia cuál era humano. “La mayoría acertó”, dijo la Dra. Lingle, “pero muchos admitieron que en realidad no estaban seguros”.

No todos los mamíferos bebés se entonan con el coro. “Cuando un cachorro de guepardo se separa de su madre, gorjea como pájaro”, dijo Patrick Thomas, encargado de los mamíferos en el zoológico del Bronx. El llanto de un bebé canguro suena como tos.

Los investigadores están buscando cualquier variación delatora en los llantos de los bebés humanos que pueda usarse de manera diagnóstica para identificar afecciones como el autismo mucho antes de que se presenten los síntomas conductuales.

El psicólogo de la Universidad de Valencia Mariano Chóliz y sus colaboradores han hecho un primer intento de categorizar los llantos de bebés. En The Spanish Journal of Psychology, los investigadores describieron estudios de laboratorio en los que los bebés estuvieron sometidos a distintos procedimientos desagradables, que se sabe provocan diferentes estados emocionales. Grabaron en video los llantos resultantes y los analizaron.

Para causar enojo, los investigadores tomaban las manos o los pies de los bebés y no les permitían moverse. Para despertar miedo, los investigadores aplaudían con fuerza o tiraban un libro al piso. Un llanto de dolor seguía a “la vacunación obligatoria”, según el estudio.

El Dr. Chóliz encontró que los bebés enojados tendían a mantener sus ojos medio cerrados, mirando hacia los lados mientras lloraban. Aumentaban de manera constante el volumen de su vocalización de enojo. Después de estar dudosos al inicio y de tensar los músculos faciales, los bebés asustados emitían un llanto explosivo, y además mantenían los ojos abiertos y en actitud de búsqueda todo el tiempo. Los bebés con el dolor de la inyección lloraban de inmediato, con toda su fuerza, y cerraban sus ojos apretando los párpados. Mantenían esa expresión y volumen durante todo el acceso de llanto.

El mensaje que pueden llevarse consigo los padres: si se te cae un objeto pesado al piso cuando el pediatra está sosteniendo la pierna de tu bebé para inyectarlo, tu bebé necesitaría terapia de por vida.

El que los humanos y otros mamíferos bebés dependan dolorosamente de sus mayores para su supervivencia se refleja en los contornos espectrográficos característicos del llanto. El de un bebé se distingue por un tono simple, claro y esencial, y una “estructura melódica” relativamente larga y sin interrupciones que cae y sube, vuelve a caer y se apaga de manera impredecible.

“Si un estímulo se mantiene uniforme, es fácil ya no notarlo”, dijo Katherine S. Young, una psicóloga de la Universidad de California en Los Ángeles. “En contraste, algo que cambia con el tiempo es difícil de ignorar”.

Las sirenas de la policía y otros sonidos de alerta imitan este patrón de un aumento lento y un decremento en el tono, dijo la Dra. Young, “porque así llaman tu atención y no la sueltan”.
Por lo que parece, el cerebro adulto está preparado para detenerse a oír.

La Dra. Young, junto con Christine E. Parsons de la Universidad Aarhus en Dinamarca, Morten L. Kringelbach de la Universidad de Oxford y otros colegas han analizado la respuesta cerebral al sonido del llanto de un bebé al estudiar escáneres cerebrales de alta velocidad de voluntarios sanos, así como mediciones directas de electrodos en pacientes adultos sometidos a neurocirugía por otras razones.

Los investigadores descubrieron que la sustancia gris central —un área profunda del mesencéfalo que desde hace mucho se ha vinculado con conductas urgentes, de vida o muerte— dio señales de atención tras oír 49 milésimas de segundo del llanto de un bebé que había sido grabado y reproducido, el doble de rápido que la reacción a decenas de otros clips de audio usados como prueba.

Los investigadores también detectaron un rápido encendido de regiones cerebrales que revisan la relevancia emocional de un estímulo y en áreas motrices que controlan el movimiento. “¿Es importante este sonido? Sí. ¿Debo hacer algo al respecto? Sin duda”, parece decir el cuerpo.

Este ímpetu para cuidar —este deseo subliminal y ansioso de resolver el dilema que representa el bebé en llanto— podría explicar por qué este es especialmente molesto en un avión: Los pasajeros quisieran ayudar pero no les es posible, y tampoco pueden rehuir al sonido.

Una posible solución: sacar los videojuegos.

En otro estudio, se pidió a los voluntarios que jugaran una versión de laboratorio del popular juego Whac-a-Mole, de golpear al topo que aparece en un orificio, al presionar un botón que se movía de lado a lado tan rápido como les fuera posible. Luego los sujetos escucharon grabaciones de bebés que lloraban, de adultos que lloraban o de pájaros que cantaban, y jugaron de nuevo.

“Hubo mejores puntuaciones y una presión al botón más esforzada después de los llantos de bebés”, dijo la Dra. Young.

Candy Crush y llanto de bebé: la combinación perfecta.

Fuente: The New York Times