En busca del manual del cerebro que dé paso a la era del control mental

La base de la sociedad moderna se basa en redes muy complejas: internet, la red de aviación, el patrón de conexiones entre individuos. Y cada vez surgen ejemplos incluso más complejos, por ejemplo la forma en la que los genes interactúan dentro de las células, cómo fluye la información por los sistemas bancarios y el ecosistema.

Cuanto más complejo el sistema, más difícil resulta de controlar. No obstante, los informáticos, médicos, economistas y profesionales similares tienen un ápice de control sobre muchas de estas redes.

Y eso suscita una pregunta interesante: ¿es posible controlar algo de la red más compleja que conocemos: el cerebro humano?

Hoy recibimos respuesta gracias al trabajo del investigador de la Universidad de Pensilvania en Filadelfia (EU) John Medaglia y varios compañeros. El equipo ha evaluado la disciplina emergente a mitad de camino entre la neurociencia de redes y la teoría de control de redes. El trabajo detalla: “Una pregunta crítica… es cómo modular una red cerebral humana para tratar déficits cognitivos y mejorar las capacidades mentales. Suponemos que el control de red está relacionado con el control mental”.

Una aproximación básica sobre este tipo de control es simple: inyectar energía a una parte de la red debería ejercer una influencia sobre la actividad en otras partes.

Dentro del cerebro, este tipo de manipulación ya se emplea en técnicas de estimulación cerebral profunda, como las que se utilizan para tratar la enfermedad de Parkinson. Esto incluye inyectar energía a una parte del cerebro, los ganglios basales, que contribuyen al movimiento para reducir las limitaciones de movilidad.

Una técnica similar también se usa contra el trastorno obsesivo-compulsivo, por el que la gente experimenta fuertes impulsos de realizar comportamientos repetitivos. Esto a menudo está asociado con una actividad eléctrica inusual en el cableado en la parte frontal del núcleo estriado del cerebro. La estimulación cerebral profunda puede normalizar esta actividad y mejorar sustancialmente la calidad de vida.

A pesar del éxito de este tipo de técnicas, Medaglia y su equipo señalan que existen importantes retos para controlar otros comportamientos. Un problema es que la influencia de la estimulación no se limita a una sola parte del cerebro sino que tiende a extenderse en cascada hacia otras muchas áreas de formas que cuesta caracterizar.

Por eso entender la conectividad de todo el cerebro es una importante meta. Este es el objetivo de varios proyectos sobre contectómica en todo el mundo: mapear los senderos estructurales del cerebro.

Estos trabajos ya están empezando a sugerir que el órgano tiene varias estrategias distintas de control. Cada una es un objetivo en potencia para el control mental.

Por ejemplo, los neurocientíficos creen que el sistema fronto-parietal controla nuestra capacidad de alternar entre distintas tareas. Curiosamente, este sistema no está estrechamente vinculado con otras partes del cerebro, pero los trabajos teóricos ya han demostrado que parece funcionar al hacer pasar al cerebro hacia estados difíciles de alcanzar dentro de una especie de escenario energético. Así que una forma de control mental podría consistir en emplear inyecciones de energía para guiar el cerebro por este escenario.

Cómo podría hacerse esto exactamente no está del todo claro, pero existen varias tecnologías prometedoras. Entre ellas están la estimulación transcraneal magnética, que emplea un campo magnético externo para inducir corrientes en partes del cerebro, junto con varios estimuladores implantados que inyectan energía directamente. Mejorar la resolución de este tipo de inyección de energía es un importante objetivo futuro.

Ninguna conversación sobre el control cerebral estaría completa sin mencionar la ética. Medaglia y su equipo dedican un espacio a describir el estado actual sobre este tema. Basan su discurso en los cuatro principios básicos de la ética de investigaciones y médica: la no maleficencia, la beneficencia, la justicia y el derecho de autodeterminación.

El campo irá evolucionando a medida que surjan nuevas técnicas. El equipo de Medaglia detalla: “A medida que la ciencia del control mental avance, será importante establecer prácticas de control aceptables frente a nuestra naturaleza básica e identidad propia”.

Otro interesante objetivo consiste en entender la relación entre el control neuronal y el psicológico. “El mapeo entre las dinámicas cerebrales y los procesos cognitivos específicos será crítico para informar el control psicológico (también denominado como control ‘mental’)”, afirman.

Y allí reside un importante punto ciego de este trabajo: el papel de la información. Los procesos de la mente se basan en la información. Y gran parte de la psicología se ha centrado en cómo la información puede alterar los estados mentales como, por ejemplo, cambiar el estado emocional de una persona con una salida al cine o con la lectura de un libro.

Este es el control mental basado en la información, pero el equipo de Medaglia no menciona los efectos basados en la información.

Tal vez sea comprensible. El papel de la información en los procesos cerebrales no se entiende bien. Los neurólogos ni siquiera entienden los códigos neuronales de nuestros cerebros.

Hasta que dispongan de ese entendimiento, las técnicas de hoy parecerán burdas. En comparación, nadie intentaría arreglar un smartphone dándole una descarga de corriente eléctrica con un par de electrodos. Ni nadie repararía un vehículo accidentado con un potente campo magnético.

De hecho, tan sólo una diminuta fracción de fallos de funcionamiento en las tecnologías informáticas se arreglaría de esta manera.

Por tanto es probable que pase lo mismo con el cerebro humano. Un enfoque basado en la información tiene muchas más probabilidades de resultar potente.

El vínculo entre la información y la mente todavía se entiende muy poco. Así que cualquier pista que ofrezcan este tipo de trabajos representa un importante paso hacia delante.

Fuente: technologyreview.es