Durante buena parte de sus primeros 2.000 millones de años, la Tierra era un lugar muy distinto del que es hoy: el oxígeno era escaso, reinaba la vida microbiana, y el resplandor del Sol era notablemente más débil que el actual. No obstante, el registro geológico de las rocas muestra que enormes mares cubrían la mayor parte de la Tierra temprana.
Los científicos han debatido desde hace tiempo la cuestión de qué evitó que esos mares de agua líquida se congelasen. Una teoría popular es que gases con un potente efecto invernadero, como el metano, cuya capacidad de calentamiento es muchas veces mayor que la del dióxido de carbono, dotaron a la atmósfera de un efecto invernadero mucho más intenso que el que se necesita actualmente para mantener líquida el agua.
En ausencia de oxígeno, se acumuló hierro en los océanos primitivos. Bajo los procesos químicos y biológicos adecuados, este hierro se oxidó en el agua marina y se recicló muchas veces a través de un bucle complejo, o “rueda ferrosa”. Algunos microbios podían “respirar” este óxido y en la competición entre especies ello les daba una ventaja sobre otros, como aquellos que producían metano. Cuando el óxido era lo bastante abundante, una “cortina de hierro” podía anular las emisiones de metano.
Valiéndose de fango procedente del fondo de un lago tropical, el equipo internacional de Marcus Bray y Jennifer Glass, del Instituto Tecnológico de Georgia (Georgia Tech) en Estados Unidos, y Sean Crowe, de la Universidad de la Columbia Británica en Canadá, ha obtenido nuevos y reveladores datos sobre cómo los microbios antiguos producían metano a pesar de esta “cortina de hierro”.
Crowe recogió fango de las profundidades del lago Matano de Indonesia, un ecosistema anóxico rico en hierro y que es único por su notable parecido a los océanos de aquella época remota. Bray colocó el fango en pequeñas incubadoras simulando las condiciones de la Tierra temprana, e hizo un seguimiento de la diversidad microbiana y de las emisiones de metano a lo largo de un periodo de 500 días. Se formaba muy poco metano cuando se añadía óxido de hierro; sin él, los microbios producían metano de manera consistente.
Extrapolando todo ello al pasado, el equipo ha llegado a la conclusión de que la producción de metano pudo persistir en zonas libres de óxido de hierro de los mares primitivos. A diferencia de lo que pasa en los océanos actuales, donde la mayor parte del gas natural producido en el fondo marino es consumido antes de que alcance la superficie, la mayoría del metano primitivo escapó hacia la atmósfera donde atrapó el calor del Sol, con el resultado de un calentamiento extra del planeta que impidió la congelación masiva de los mares.
Fuente: noticiasdelaciencia.com