Un gráfico muestra que en la crisis del coronavirus China aprendió de Wuhan, pero el resto del mundo no

Después de más de dos meses de pesadilla, China da por superado el pico de transmisiones del COVID-19 tras registrar mínimos con 11 fallecidos y solo 15 nuevos contagiados en un día. Esto no quiere decir que la epidemia haya pasado ya. De hecho, todos los expertos recuerdan cómo otro coronavirus, el SARS, volvió a Toronto en 2003 justo cuando se pensaba que la epidemia había finalizado. Sin embargo, en un momento en el que escasean las buenas noticias, que China empiece a ver la luz al final del túnel es algo a lo que prestar atención.

Sobre todo, cuando ponemos negro sobre blanco los datos del país y comprobamos que las medidas chinas han sido las únicas que hasta el momento se han demostrado eficaces para frenar la epidemia cuando ya estaba descontrolada. Es decir, en la disyuntiva entre “ser Filadelfia o ser San Luis”, China muestra que con medidas radicales se puede contener la enfermedad, aunque el brote ya esté más avanzado de lo que sería deseable.

Del “algo pasa en Wuhan” al “hay que cerrar el país”

Y es que no debemos olvidar que, aunque Wuhan detecta los primeros casos a lo largo de diciembre y da la alarma el día 31, China no entiende muy bien lo que tiene entre manos hasta mucho después. Desde que se cierra el Mercado de Animales Vivos de Wuhan hasta que se cierra la ciudad completa pasan 23 días en la que los científicos del país tienen que identificar el virus, secuenciarlo, diseñar tests y descubrir que hay, como mínimo, casi 1000 casos en marcha y el crecimiento está siendo rapidísimo.

Es decir, China se enfrenta al coronavirus cuando ya el brote está explotando y la mayor parte de Wuhan se ha convertido en una zona de transmisión comunitaria. Es decir, cuando los habitantes de la ciudad pueden contagiarse de él durante actividades tan cotidianas como ir al colegio, hacer la compra o tomar té en un bar. Por eso mismo, y con los precedentes de epidemias anteriores, el gobierno se dispone a parar Wuhan y otras 15 ciudades el día 24. Tienen un factor a su favor: el año nuevo lunar, una de las grandes festividades familiares del país, empezaba el día 25.

Sin embargo, no es suficiente y el Gobierno acuerda alargar de forma obligatoria las vacaciones de año nuevo en todo el país (retrasando el regreso de escolares y trabajadores a la vida diaria). Conforme avanzan los días, se profundiza en las regulaciones de distanciamiento social estricto: se cierran las vías de tren, se restringen los movimientos en la zona afectada, se hace obligatorio el uso de máscaras y guantes. Además, se inicia un exhaustivo monitoreo público de los ciudadanos (llegando a exigir informes diarios de empresas y consejos vecinales o haciendo registros casa a casa) y se articulan varios sistemas para que la ciudadanía se adhiera a las medidas.

En ese momento, mientras se empieza a conocer mejor el virus, las autoridades del país se dan cuenta de que la gran fortaleza que les había permitido parar la región, el año nuevo lunar, esconde un problema: al tratarse de una festividad familiar, si los pacientes pasan la cuarentena en casa están poniendo en riesgo a un buen número de pacientes de riesgo. En ese momento, China empieza a construir instalaciones para que los ciudadanos “sospechosos” puedan pasar el aislamiento preventivo y que los enfermos con síntomas leves no se conviertan en nodos de transmisión.

Aun así el brote sigue creciendo. El día 13 de febrero ordenan el cierre de toda la provincia de Hubei y muchas de las restricciones de distanciamiento social se aplican al resto del país (en especial, al resto de grandes ciudades) y las escuelas siguen cerradas, así como la mayoría de restaurantes, bares y locales de ocio. Además, se generalizan los controles sintomáticos para muchas actividades cotidianas. La actividad económica y laboral se ha tratado de mantener, pero inevitablemente se ha visto muy afectada por las fuertes restricciones generales. A efectos prácticos, buena parte de China lleva dos meses en para técnica.

“Un enfoque audaz”

Así es como definió la Organización Mundial de la Salud las iniciativas que había puesto en marcha China. “Ante un virus previamente desconocido, China ha lanzado quizás el esfuerzo de contención de enfermedades más ambicioso, ágil y agresivo de la historia”, un esfuerzo que ha “cambiado el curso de una epidemia mortal y de rápido crecimiento”. Y la verdad es que los datos públicos, avalan esa idea. En el gráfico superior puede ver cómo, mientras el brote se disparaba en Hubei, el resto de provincias chinas permanecían con cifras muy bajas.

¿Cómo lo estábamos haciendo en el resto del mundo? Si comparamos las cifras de las provincias chinas (excepto Hubei) con las de algunos de los países más afectados como Italia, Irán, China o España, los datos hablan por sí solos. Mientras el crecimiento parece contenerse en las provincias chinas, estos países ven como el numero de casos crecen rápidamente.

Y el factor fundamental parece estar en la agresividad de las medidas tomadas. Las autoridades chinas, aún en un escenario de incertidumbre, decidieron ponerse en el peor escenario. Sin embargo, el resto de países (democráticos y no democráticos), con más datos encima de la mesa, trataron de ajustar las medidas a los escenarios más probables. En principio, cuanta más información se tiene, mejor se pueden ajustar las decisiones y minimizar las consecuencias de estas. No parece que este haya sido el caso.

Lo que empieza a ser evidente es que, oculto por las neumonías atípicas tan frecuentes en esta época, el coronavirus había salido Hubei mucho antes de lo que se pensaba. Por eso China se muestra reticente a levantar las medidas de control y por eso países como Corea del Sur siguen monitorizando la situación aunque los casos nuevos llevan más de una semana en declive. También ahí parece estar la clave que explica que planes de continencia como el italiano o el iraní se hayan visto desbordados.

La buena noticia es que, por las condiciones del brote de Wuhan, China es un ejemplo muy interesante, muestra que las “medidas agresivas” pueden forzar una caída de los contagios incluso cuando el brote está completamente descontrolado. Si no nos demoramos en tomarlas. Medidas agresivas que hace solo unas semanas parecían ciencia ficción en los países europeos, pero que ahora con los decretos de Italia en la cabeza parecen solo una cuestión de tiempo.

Fuente: xataka.com