Un agujero legal podría provocar una guerra por las ‘zonas vip’ de la Luna
El Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre asume que toda la superficie lunar es igual, pero hay diminutas zonas mucho más ricas en energía y agua de las que empresas y países querrán adueñarse
Allá por la década de 1960, la carrera hacia la Luna era el principal campo de batalla tecnológico. Pero tras la desintegración del Programa Apolo en 1972, el mundo se olvidó del satélite. Rusia envió una misión de obtención de muestras en 1976, pero el siguiente aterrizaje controlado fue la misión lunar Chang’e 3 de China en 2013.
Pero el interés por el paisaje lunar se está volviendo a reavivar. Si todo sale según el plan, seis naves aterrizarán en la superficie de la Luna para 2020, equipadas con módulos de descenso, aparatos para tomar muestras y cápsulas de retorno.
Una de ellas pertenece a una misión privada financiada por la empresa robótica estadounidense Astrobotics Technology. Su objetivo consiste en ganar el Premio Lunar de Google de 20 millones de dólares (unos 17.7 millones de euros) que será concedido a la primera nave espacial de financiación privada que aterrice sobre la Luna.
La Luna se está convirtiendo en un auténtico foco de actividad turística. Y eso suscita un interesante conjunto de preguntas sobre los derechos legales sobre la superficie de la Luna. ¿Quién la poseerá o la controlará?
A primera vista, la pregunta se contesta con facilidad. La propiedad lunar está prohibida por un acuerdo internacional, el Tratado sobre el espacio ultraterrestre, que entró en vigor en 1967. El texto estipula que la Luna es patrimonio de toda la humanidad.
Pero el tratado contiene importantes lagunas, según Martin Elvis y varios compañeros del Centro Harvard-Smithsonian para la Astrofísica con sede en Cambridge (EU). Y estas lagunas tienen muchas probabilidades de dar paso a determinadas formas de reivindicación de propiedad durante próximos años a medida que la siguiente carrera espacial lunar se vaya acelerando.
El equipo de Elvis señala que el Tratado sobre el espacio ultraterrestre supone que la superficie lunar es más o menos uniforme, de manera que la ocupación de una región no privaría a otros de los importantes recursos lunares presentes en ella.
Pero el reciente mapeo de alta resolución de la superficie lunar ha empezado a contradecir esta suposición. Algunas diminutas partes de la Luna son mucho más valiosas que otras, y estos son los lugares que probablemente se ocuparán primero.
El equipo de Elvis ha elaborado un experimento para explorar las cuestiones que seguramente surgirán cuando emerja la competición por los terrenos lunares más valiosos. Este experimento se centra en un pequeño número de emplazamientos ubicados en los polos norte y sur de la Luna que permanecen casi siempre bajo la luz del Sol, los llamados picos de luz eterna.
Estos lugares son valiosos porque cualquier módulo de descenso tendrá acceso a energía solar continua y por tanto requerirá menos baterías para sobrevivir la noche lunar. La temperatura también sería más constante, por lo que necesitará menos gestión térmica, algo que también permitiría un diseño de nave espacial más sencillo.
Los picos de luz eterna son diminutos. En general, se encuentran en los bordes de los cráteres, por lo que tienden a ser largos y delgados. Los picos conocidos tienen tan sólo un par de metros de ancho y tal vez cien metros de largo, como la banda de un campo de fútbol.
Otro valioso recurso de la Luna es el agua congelada, que se cree que existe en algunos cráteres cerca del polo sur que permanecen en una oscuridad permanente. El hielo aquí probablemente sea un desecho de cometa que nunca se ha derretido.
El escenario ideal sería encontrar un pico de luz eterna cerca de un cráter en perpetua oscuridad. En ese caso, una misión lunar con base en este lugar tendría acceso a una barata energía continua para minar el agua que se halle allí. Tal ubicación tiene muchas probabilidades de resultar enormemente valiosa y altamente codiciada porque permite el desarrollo industrial de la Luna. «Esta combinación también resulta extremadamente rara en la Luna y, de las dos cosas, la fuente de energía es la que más escasea», afirma el equipo de Elvis.
El equipo analizó la superficie en busca de estos puntos valiosos. «En el caso de los picos de luz eterna, el recurso en cuestión escasea tanto que incluso un único país o empresa podría, por sí solo, ocuparlos todos, denegando en efecto ese recurso a los demás», señala el equipo.
Así que ocupar un pico deniega el acceso a cualquier otro debido a su reducido tamaño.
La probabilidad de que esto provoque disputas es alta. «Como ocurre siempre cuando los recursos están concentrados, esta distribución agrupada de regiones de alta iluminación provocará peleas sobre los derechos de esos recursos», explica el equipo de Elvis. «El primer caso de identificación de confianza podría provocar una lucha por la Luna comparable en algunos aspectos a la lucha por África que empezó con la identificación de recursos minerales en el Congo durante la década de 1880», añade.
Este escenario es mucho más probable de lo que podría parecer al principio, en parte porque el área en cuestión ocupa tan sólo una milmillonésima de la superficie lunar total.
En su experimento, el equipo de Elvis consideró el caso de un radiotelescopio ubicado en un pico de luz eterna. Tal telescopio representa una perspectiva atractiva porque podría explorar la última sección del espectro electromagnético que es inaccesible desde la Tierra, que consiste en ondas más largas de 10 metros, más o menos, y una frecuencia menor a 30 MHz.
Tal telescopio sería sencillo de construir. Su antena sería un largo alambre descubierto de al menos 100 metros de longitud. «Recorrería de forma natural uno de los largos y delgados picos de luz eterna», detalla Elvis.
Esto resultaría sencillo y barato de desarrollar y fácilmente alcanzable con la tecnología actual. Y al construirse, podría observar los cielos sin parpadear, el Sol en particular, alimentado de forma continua por la luz solar. Este observatorio sería único y de un importante valor científico.
Pero hay un problema. Tal telescopio sería enormemente sensible a las interferencias eléctricas y los postes que lo sostendrían serían vulnerables ante las vibraciones. Así que la zona alrededor del telescopio tendría que quedar fuera del alcance de otros módulos de descenso, y esta zona podría incluir un cráter de oscuridad perpetua con valiosos recursos de agua.
En otras palabras, el propio acto de instalar tal telescopio acapararía este terreno valioso y cualquier cosa en los alrededores. «En efecto, un único alambre podría cooptar uno de los terrenos más valiosos del territorio lunar, convirtiéndolo en algo que se parece a un bien inmobiliario», escribe el equipo.
No resulta complicado imaginarse varios escenarios en los que se produzcan tiranteces internacionales que hagan subir las tensiones arteriales políticas.
El equipo argumenta que la humanidad debe afrontar ahora este problema y desarrollar algún tipo de política útil. La alternativa consiste en vernos obligados a alguna acción por hecho consumado.
Está claro cuál de estas opciones resulta preferible, pero no tanto cuál es la que finalmente sucederá. Si se produce una lucha por la Luna, podría involucrar países, empresas privadas y tal vez continentes al completo en una nueva carrera espacial que tendrá resultados impredecibles.
Fuente: technologyreview.com