Se cuestiona el valor predictivo de los terremotos premonitores
Una nueva investigación ha cuestionado el valor predictivo de los pequeños temblores de tierra ‘foreshocks’ como herramienta para predecir la ocurrencia inminante de grandes sismos.
La evidencia anterior provino de un terremoto de 7,6 grados en 1999 cerca de Izmit, Turquía, que mató a más de 17.000 personas. Un estudio de 2011 en la revista’ Science’ descubrió que el terremoto fue precedido por una serie de pequeñas explosiones, posibles señales de advertencia de que era inminente un gran evento sísmico.
«Volvimos al terremoto de Izmit y aplicamos nuevas técnicas para buscar datos sísmicos que no estaban disponibles en 2011 –relata en un comunicado el autor principal del nuevo estudio, William Ellsworth, profesor de Geofísica de la Facultad de Ciencias de la Tierra, Energía y Medio Ambiente de Stanford–. Descubrimos que los relámpagos eran como otros pequeños terremotos. No había nada de diagnóstico en su ocurrencia que sugiriera que estaba a punto de ocurrir un gran terremoto».
«A todos nos gustaría encontrar una forma científicamente válida para advertir al público antes de que comience un terremoto –dice el coautor Fatih Bulut, profesor asistente de Feodesia en el Observatorio Kandilli de la Universidad Bogaziçi y el Instituto de Investigación de Terremotos–.Desafortunadamente, nuestro estudio no conduce a un nuevo optimismo sobre la ciencia de la predicción de terremotos».
¿Cómo comienzan los terremotos?
Científicos como Ellsworth han propuesto dos ideas sobre cómo se forman los grandes terremotos, uno de los cuales, si los científicos pueden detectarlo, podría advertir sobre un terremoto más grande. «Aproximadamente, la mitad de todos los terremotos importantes están precedidos por pequeños terremotos –señala Ellsworth–. Pero las ‘foreshocks’ solo tienen un valor predictivo si pueden distinguirse de los terremotos ordinarios».
Una idea, conocida como el modelo en cascada, sugiere que los temblores son terremotos ordinarios que viajan a lo largo de una falla, un terremoto provoca otro cercano. Una serie de terremotos en cascada más pequeños podría desencadenar al azar un gran terremoto, pero podría desaparecer fácilmente. En este modelo, una serie de pequeños terremotos no necesariamente predeciría un gran terremoto.
«Es un poco como el dominó –afirma Bulut–. Si pones fichas de dominó sobre una mesa al azar y golpeas una, puede provocar que una segunda o tercera caiga, pero la cadena puede detenerse. A veces golpeas esa mágica que hace que caiga toda la hilera».
Otra teoría sugiere que los ‘foreshocks’ no son eventos sísmicos ordinarios, sino señales distintivas de un terremoto pendiente impulsado por el deslizamiento lento de la falla. En este modelo, los foreshocks’ repetidamente rompen la misma parte de la falla, haciendo que se deslice lentamente y eventualmente provoque un gran terremoto.
En el modelo de deslizamiento lento, repetidos ‘foreshocks’ que emanan del mismo lugar podrían ser advertencias tempranas de que se avecina un gran terremoto. La pregunta era si los científicos podrían detectar un deslizamiento lento cuando está ocurriendo y distinguirlo de cualquier otra serie de pequeños terremotos.
En 2011, un equipo argumentó en ‘Science’ que los ‘foreshocks’ que precedieron al terremoto de 1999 en Izmit se debieron a un deslizamiento lento, y pudieron haber sido detectados con el equipo adecuado, la primera evidencia de que los simulacros serían útiles para predecir un gran terremoto. «Ese resultado ha tenido una gran influencia al pensar sobre si los ‘foreshocks’ pueden ser predictivos», apunta Ellsworth.
La ciudad de Izmit se encuentra en la falla norte de Anatolia, que se extiende a lo largo de 900 millas (1.500 kilómetros) en Turquía. Para el estudio de 2011, un equipo analizó datos de una única estación sísmica a varias millas del epicentro del terremoto, que finalmente registró sismogramas de 18 rupturas que ocurrieron a unas 9 millas (15 kilómetros) por debajo de la superficie, muy cerca de donde comenzó el terremoto mayor, y cada uno con formas de onda similares.
Esas similitudes llevaron a los autores a concluir que todas las explosiones repetidamente rompieron el mismo punto en la falla, impulsadas por un deslizamiento lento que finalmente desencadenó el gran terremoto. Llegaron a la conclusión de que monitorizar eventos similares podría proporcionar una advertencia oportuna de que es inminente un gran terremoto.
«El artículo de ‘Science’ llegó a la conclusión de que había un lento deslizamiento, y si hubiéramos estado allí con los instrumentos adecuados, podríamos haberlo visto –apunta Ellsworth–. Decidimos poner a prueba esa idea de que los ‘foreshocks’ estaban ubicados conjuntamente».
Efecto dominó
En lugar de depender de los datos de una estación sísmica, Ellsworth y Bulut analizaron sismogramas registrados en nueve estaciones adicionales durante el terremoto de 1999. Con más estaciones, Ellsworth y Bulut identificaron un total de 26 ‘foreshocks’. Ninguno fue idéntico, y los más grandes se movieron progresivamente de oeste a este a lo largo de la falla. Este hallazgo es consistente con el modelo en cascada, donde un terremoto ordinario desencadena otro terremoto en una parte vecina de la falla, pero no necesariamente predice un gran terremoto.
Bulut y Ellsworth no encontraron evidencia de que el deslizamiento lento desempeñó un papel en el desencadenamiento del Izmit. «Los autores del artículo de ‘Science’ eran bastante optimistas, pero lo que propusieron que había sucedido no ocurrió», señala Ellsworth.
Lo que los investigadores no saben es por qué esta serie de terremotos en cascada provocó un terremoto masivo cuando tantos otros no lo hicieron. Ellsworth apunta que, sin una mejor instrumentación sísmica, seguirá habiendo retos importantes como nuestra capacidad para predecir los terremotos.
«No nos daremos por vencidos debido a que actualmente no podemos diferenciarlos de otros terremotos –dice Ellsworth–. Queremos entender si tienen valor predictivo y, de no ser así, por qué no. Para responder a esa pregunta, será necesario realizar observaciones cerca de la acción, en el corazón de la máquina del terremoto, no como lo hacemos actualmente desde la superficie donde estamos ciegos a los cambios a gran profundidad».
Fuente: europapress.es