Robots por humanos en California: consecuencias de la escasez de trabajadores migrantes

Abel Montoya recuerda que cuando era niño su padre llegaba a casa todas las noches después de una jornada en los campos de lechuga: la imagen del agotamiento, los pantalones cubiertos de lodo hasta las rodillas. “Papá quería que me alejara del trabajo manual. Deseaba que continuara con mis estudios”, recordó Montoya. Y eso hizo: fue a la universidad.

Sin embargo, Montoya, de 28 años e hijo de inmigrantes, hace poco entró a trabajar a una empacadora de lechugas, húmeda, ruidosa, helada y donde gran parte del trabajo es físicamente agotador, incluso aburrido.

No obstante, ahora puede delegar algunas de las peores labores a los robots.

Montoya es parte de una nueva generación de trabajadores agrícolas en Taylor Farms, una de las empresas productoras y vendedoras de verduras frescas más grandes del mundo, la cual hace poco reveló que estrenaría una flotilla de robots diseñados para remplazar a los humanos, una de las respuestas más recientes de la industria agrícola ante la merma en el suministro de mano de obra migrante.

Las máquinas inteligentes pueden armar entre sesenta y ochenta bolsas de ensalada por minuto, el doble de la producción de un trabajador.

Según representantes de Taylor Farms, reclutar robots tiene sentido en términos económicos para una empresa que busca capitalizar el apetito insaciable de los estadounidenses por comida sana en una época en la que no se puede contratar suficiente gente para trabajar en los campos o en las fábricas.

Hace una década, cientos de personas hacían fila para trabajar en las empacadoras de California y Arizona durante la temporada de lechuga; ya no es así.

“Nuestra fuerza laboral está envejeciendo”, comentó Mark Borman, director de operaciones de Taylor Farms. “No estamos atrayendo gente joven a nuestra industria. No están llegando inmigrantes. ¿Cómo enfrentamos esta situación? Con innovación”.

Los avances en el campo tecnológico crean puestos que requieren de personas más calificadas y que pueden ser atractivos para gente joven como Montoya, quien está terminando la licenciatura en Informática, y pueden impulsar la retención de empleados experimentados que reciben una nueva capacitación para avanzar en sus carreras.

“Estamos creando mejores empleos con la esperanza de que sean atractivos para un rango más amplio de personas”, señaló Borman.

En una encuesta a productores agrícolas que realizó la Federación de Oficinas Agrícolas de California en 2017, el 55 por ciento reportó una insuficiencia de mano de obra y la cifra fue cercana al 70 por ciento para los que dependían de trabajadores de temporada. Los aumentos salariales de años recientes no han compensado la escasez, aseguraron los agricultores.

La producción de fresa en California, los huertos de manzanas en Washington y las granjas lecheras en todo el país tienen problemas con las consecuencias derivadas de una fuerza laboral reducida, envejecida y nacida en el extranjero; las medidas estrictas en la frontera, y el fracaso del Congreso para ponerse de acuerdo en una reforma migratoria que pueda brindar una fuente laboral inmigrante de mayor regularidad.

Los trabajadores agrícolas que se beneficiaron de la última amnistía migratoria, en 1986, ahora tienen 50 años cumplidos y representan tan solo una fracción de los trabajadores agrícolas en la actualidad. Debido a que han llegado menos inmigrantes nuevos a trabajar en el campo, la edad promedio de los trabajadores ha aumentado, de 31 en 2000 a 38 en 2016, según datos del gobierno.

No obstante, unas tres cuartas partes de la gente que trabaja en los cultivos nacieron en el extranjero y casi todos están en el país ilegalmente. Una seguridad fronteriza más estricta ha provocado que la migración “para seguir la cosecha” dentro de Estados Unidos sea una “rareza relativa”, de acuerdo con el Departamento de Agricultura de Estados Unidos.

Los productores en muchos estados, como Florida, un gigante de los cítricos, han recurrido al programa de trabajadores temporales H-2A para importar la mano de obra desde México. Sin embargo, se quejan de los trámites burocráticos del gobierno que retrasan las llegadas y de los imprevisibles patrones climáticos que pueden provocar que la fruta madure antes de tiempo, antes de la llegada programada de los trabajadores. El resultado en ambas situaciones son pérdidas.

Taylor Farms trae a unos doscientos trabajadores al año con las visas, un diez por ciento de su fuerza laboral por temporada. “El programa no siempre es confiable y nuestros productos son perecederos”, comentó Chris Rotticci, quien dirige la división de cosechas automatizadas de Taylor Farms, la cual también está buscando mecanismos para remplazar a los humanos. “Pero debemos hacerlo. No tenemos suficiente personal”.

En un panorama ideal, según los productores, el Congreso aprobaría una ley a fin de legalizar a los trabajadores del campo que entraron ilegalmente al país y animarlos a quedarse en los campos, así como incluir estipulaciones para garantizar un flujo constante de trabajadores estacionales que podrían ir y venir con relativa tranquilidad.

La industria agrícola de California con su producción de 54.000 millones de dólares no puede darse el lujo de esperar. Al ser el epicentro tecnológico y agrícola del país, el estado encabeza el movimiento hacia la automatización en los campos y las plantas empacadoras.

Cerca del 60 por ciento de la lechuga romana y la mitad de todo el repollo y el apio que produce Taylor Farms se cosecha con sistemas automatizados. La empresa se asoció con una firma de innovación, la cual se dedicaba al ensamblaje automatizado de vehículos, para desarrollar una máquina que comience a cosechar brócoli y lechuga iceberg dentro de dos años.

En total, la empresa planea duplicar cada año la cantidad de cosechadores automatizados en los campos, cada uno de los cuales cuesta unos 750.000 dólares… hasta que casi cualquier cosa pueda ser recogida por máquinas.

Desde hace tiempo, las cosechas de trigo, soya y algodón usan la automatización. Las frutas delicadas, como los duraznos, las ciruelas y las frambuesas, de la misma manera que las verduras como el espárrago y el hinojo, seguirán necesitando mano de obra intensiva en el futuro próximo.

Es difícil remplazar la vista y el tacto de los humanos, y la tecnología aún está en sus pinitos.

“Pasarán años antes de que se desarrolle una tecnología que pueda reconocer el momento correcto para cosechar nuestros productos y para hacerlo sin magullarlos”, comentó Tom Nassif, presidente de la Asociación de Productores de Occidente, una enorme asociación que representa los asuntos agrícolas en Arizona, California, Colorado y Nuevo México.

Sin embargo, debido a los desafíos de la fuerza laboral, “es una solución a largo plazo que debe buscarse”, expresó Nassif, cuya asociación abrió un centro de innovación en Salinas hace dos años a fin de promover el desarrollo de empresas tecnológicas emergentes especializadas en la agricultura.

Los desafíos respecto a la mano de obra son la principal razón por la que Taylor Farms está construyendo una segunda planta en México, la cual está programada para abrir a inicios del próximo año.

“Si no podemos encontrar trabajadores en Estados Unidos, ese es un lugar lógico para crecer”, afirmó Borman.

Fuente: NYT