Pepino de mar, el ‘oro negro’ marino de México, al borde de la extinción

No se trata de una criatura glamurosa.

El pepino de mar, familiar cercano de la estrella y el erizo de mar, no es más que una criatura amorfa que se arrastra por el piso oceánico con pies-tentáculos mientras se alimenta de algas y plancton. Lo más interesante de este animal quizá es que algunas especies se defienden lanzándole a sus atacantes tejidos respiratorios por el ano.

Sin embargo, aquí, en la península de Yucatán, el poco carismático pepino de mar se ha vuelto tan buscado que las poblaciones locales de dos especies —Isostichopus badionotus y Holothuria floridana— han colapsado.

En abril pasado, durante la temporada de pesca de solo dos semanas, los buzos de esta ciudad extrajeron 14 toneladas métricas de pepino de mar —una cifra drásticamente menor en comparación con las 260 toneladas métricas obtenidas hace cuatro años—.

El declive se debe en gran parte al exceso de pesca impulsado por la gran demanda en Asia, donde los pepinos de mar deshidratados se comen como un manjar selecto y pueden venderse hasta por más de 300 dólares la libra. Se dice que los pepinos de mar detienen el envejecimiento muscular, fortalecen el sistema inmunitario y ayudan a tratar la fatiga y la artritis.

Por lo menos dieciséis especies de pepino de mar en todo el mundo ahora están amenazadas por la extinción debido a su extracción intensa, de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación y la Naturaleza. Otras siete están en peligro de extinción y nueve son vulnerables.

Los investigadores dicen que los números reducidos de pepinos de mar podrían causar que el reciclaje de nutrientes y la biodiversidad sean menores, y tal vez se interrumpa la cadena alimenticia.

A pesar de que las industrias pesqueras del pepino de mar en todo el mundo desde hace mucho han tenido problemas, la de Yucatán ofrece uno de los ejemplos más vívidos de los desafíos que enfrenta este animal.

“Esta criatura pasó de ser solamente un gusano en el lecho marino que los buzos ignoraban por completo a convertirse en algo que llamaron ‘oro negro’ en tan solo un par de años”, dijo Abigail Bennett, profesora adjunta de Pesca y Vida Silvestre en la Universidad Estatal de Michigan y coautora de un artículo acerca del comercio de pepinos marinospublicado en la revista World Development.

Ella y otros investigadores ubican el inicio de la explotación de pepinos marinos en Yucatán en el año 2012, cuando cientos de pescadores se dieron cuenta del valor de esa especie en Asia. Con compresores de aire fabricados con barriles de cerveza y motores de seis caballos de fuerza, los buzos comenzaron a explorar el lecho marino en busca de pepinos de mar.

Los buzos utilizaron los ingresos inesperados para pagar deudas, construir casas nuevas y arreglar botes. No obstante, para mantener el flujo de dinero, también tomaron más riesgos. Por lo menos cuarenta buzos de las comunidades costeras en la península de Yucatán han muerto por subir demasiado rápido a la superficie o quedarse demasiado tiempo en el lecho marino mientras recogen pepinos de mar.

Cientos de buzos más han tenido que someterse a tratamientos por el síndrome de descompresión —o embolia gaseosa— y otras lesiones relacionadas con la recolección de pepinos de mar.

“Atendí a uno y luego a otro y otro más”, dijo Juan Tec, un médico que trabaja en el hospital público de Tizimín.

Algunos días, recordó, los pacientes se recostaban en el piso mientras esperaban su turno en una cámara hiperbárica de tres camas. A otros los internaban de inmediato debido a lesiones potencialmente mortales.

“Pierdes la noción del tiempo”, dijo Ángel Gamboa, un pescador y buzo que sufrió descompresión en la médula espinal después de pasar casi tres horas recolectando pepinos de mar en la costa de Yucatán. “Esto jamás me pasó por la mente”.

Sin embargo, el frenesí de pesca que resultó ser peligroso para los buzos se estaba volviendo igual de amenazante para el recurso natural.

En años recientes, las regulaciones gubernamentales limitaron el periodo de recolección de pepinos marinos a catorce días y establecieron cuotas de pesca de 250 kilogramos por bote.

No obstante, debido a la escasa vigilancia y la limitada aplicación de la ley, las poblaciones no tuvieron tiempo de crecer ni reproducirse, lo cual provocó su declive casi total en tan solo cinco años de pesca autorizada.

“Pudimos ver lo que estaba sucediendo debido a los patrones de pesca, pero no teníamos la capacidad para detenerlo por completo”, dijo Alicia Poot Salazar, una investigadora que recomienda cuotas de pesca a la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca de México. “Se desarrolló con tanta velocidad que no se podía controlar todo”.

En retrospectiva, debieron haberse implementado mejores sistemas de monitoreo y aplicación de la ley, comentó. Además, la comisión emitió muy pocos permisos de pesca, por lo que los grupos de pescadores no autorizados tuvieron pocos incentivos para seguir las reglas y limitar la pesca.

En abril, Poot Salazar dijo que se emitieron permisos para recolectar pepinos de mar a solo 594 botes, una cifra muy baja para la población de casi diez mil pescadores yucatecos.

Otros sugirieron que les dieran un papel más activo a las cooperativas de pesca locales en la creación de políticas para mejorar la gestión del recurso.

Sin embargo, para algunos expertos, el humilde pepino de mar es un ejemplo más de los obstáculos frecuentes de la pesca sustentable.

“Ilustra cómo nos dejamos llevar por comportamientos descontrolados y después nos quedamos atrapados en una situación trágica”, dijo Michael Schoon, profesor adjunto de Sostenibilidad en la Universidad Estatal de Arizona.

A menudo, se piensa que estos círculos viciosos suceden solo en contextos de tendencias a gran escala, como el cambio climático, señaló. No obstante, la situación crítica del pepino de mar demuestra que incluso los cambios que parecen insignificantes pueden afectar el entorno de manera importante.

En la localidad de Río Lagartos casi ya no quedaban pepinos de mar que recolectar este año. De acuerdo con Tec, el médico, tampoco murió ningún buzo en ese periodo.

Fuente: NYT