Los inhibidores de la bomba de protones (IBP) constituyen una de las familias de fármacos más utilizados en todo el mundo. Unos IBP entre los que destaca el famoso ‘omeprazol’ –el medicamento más prescrito a día de hoy en nuestro país– y que se emplean comúnmente en el tratamiento de la acidez estomacal, la enfermedad por reflujo gastroesofágico (ERGE) y las úlceras estomacales. Muy especialmente por las personas mayores, abocados a tomar estos IBP para contrarrestar los efectos gastrolesivos –esto es, que dañan el estómago y causan úlceras y ardor– de los antiinflamatorios no esteroideos (AINE). Pero cuidado: los IBP se asocian a efectos secundarios muy graves, caso de daño renal, demencia y fracturas óseas. Pero aún hay más. Según muestra un estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis (EE.UU.), el uso a largo plazo de estos IBP aumenta de forma descomunal el riesgo de mortalidad general.
Como explica Ziyad Al-Aly, director de esta investigación publicada en la revista “BMJ Open”, “da igual cómo analicemos los datos, siempre llegamos a la misma conclusión: hay un incremento del riesgo de mortalidad entre los usuarios de IBP. Por ejemplo, cuando comparamos a los pacientes que toman anti H2 con los que toman IBP durante uno o dos años, vemos que los que toman los IBP tienen un riesgo hasta un 50% mayor de morir en los próximos cinco años. La gente tiene la idea de que los IBP son muy seguros porque son fáciles de adquirir, pero hay riesgos muy reales asociados a la toma de estos fármacos, especialmente durante largos periodos de tiempo”.
Mayor riesgo de muerte
Para llevar a cabo el estudio, los autores analizaron los historiales médicos de 275.933 adultos que tomaron IBP entre octubre de 2006 y septiembre de 2008 para reducir la acidez estomacal y de 73.355 adultos que, durante el mismo periodo y con el mismo objetivo, tomaron anti H2 –o ‘antagonistas de los receptores H2 de la histamina’, grupo de fármacos que también tiene un ‘efecto antiácido’–. Más concretamente, el objetivo de la investigación era ver cuántos de estos 349.288 pacientes fallecieron durante los siguientes cinco años –sin especificar la causa del deceso.
Los resultados mostraron que, comparados frente a los tratados con anti H2, los pacientes que tomaron IBP tuvieron un riesgo hasta un 25% mayor de fallecer en estos cinco años. De hecho, y según estiman los autores, por cada 500 personas que toman IBP durante un año se produce una muerte adicional que no se hubiera producido de no haberse seguido el tratamiento. Un dato a tener muy en cuenta dado que, como indica Ziyad Al-Aly, “dados los millones de personas que toman estos IBP de forma regular, esto podría traducirse en un exceso de millares de muertes todos los años”.
Es más; calculado el riesgo de mortalidad asociado a la toma de IBP y de anti H2 entre los pacientes a los que les fueron prescritos estos fármacos a pesar de no padecer ninguna de los problemas gastrointestinales para los que se encuentran recomendados, los resultados mostraron que la probabilidad de fallecer durante los siguientes cinco años es un 24% superior en caso de tomar un IBP.
Y este aumento de la mortalidad asociado a los IBP, ¿es homogéneo a lo largo de los cinco años? Pues no. Tras 30 días de tratamiento, el riesgo es similar para los IBP y los anti H2. Y a partir de aquí, el riesgo se dispara, hasta el punto de que transcurridos uno o dos años de tratamiento, la probabilidad de muerte de los usuarios de IBP es hasta un 50% mayor que la de los que toman anti H2.
Como refiere el director de la investigación, “la mayoría de los regímenes de tratamiento recomendados para la mayoría de los IBP son cortos. Por ejemplo, y en el caso de las úlceras, es de dos a ocho semanas. Pero mucha gente los toma durante meses o años. Los IBO son prescritos en la mayoría de los casos por una buena razón médica, pero si los médicos no detienen el tratamiento los pacientes siguen, siguen y siguen tomándolo. Es necesario llevar a cabo revisiones periódicas. La mayoría de las veces, la gente no va necesitar tomar estos IBP durante uno, dos o tres años”.
Consulte a su médico
En este contexto, es cierto que los usuarios de IBP fueron ligeramente mayores –la edad promedio fue de 64 años, frente a los 61 en el grupo de anti H2– y que estaban, de alguna manera, más ‘enfermos’, con mayores tasas de diabetes, hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, apuntan los autores, “estas diferencias no justifican totalmente el incremento del riesgo de mortalidad dado que este riesgo permaneció invariable cuando analizamos los datos teniendo en cuenta la edad y las comorbilidades”.
Y a este respecto, ¿qué dicen las agencias reguladoras? Pues la Agencia de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) recomienda no tomar IBP durante más de cuatro semanas sin consultarlo con un médico.
Como concluye Ziyad Al-Aly, “la decisión de tomar IBP requiere de un cálculo de los riesgos y beneficios. Los IBP salvan vidas, y si necesitara un IBP, lo tomaría sin ningún tipo de duda. Pero no lo tomaría porque sí si no lo necesitara. Y querría que mi médico me monitorizara cuidadosamente y suspendiera el tratamiento cuando dejara de necesitarlo”.
Fuente: abc.es