Murió Beatriz Barba: la mujer que desafió todo y se convirtió en la primera arqueóloga mexicana

Originaria de Jalisco, fue profesora normalista que decidió desafiar las reglas sociales de la década de 1950 y salir al campo a desenterrar la historia de nuestro pasado

La mañana de este viernes murió Beatriz Barba a los 92 años, la primera mujer graduada como arqueóloga en México, fundadora de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas y prolífica maestra que abrió camino a las mujeres en este tipo de profesiones.

Originaria de Jalisco, Beatriz Barba, una mujer que siendo profesora normalista decidió desafiar las reglas sociales de la década de 1950 y las normas conservadoras de su familia, para ponerse pantalones, salir a campo acompañada de hombres y convertirse en la primera mujer en conseguir un título de arqueóloga. Como no había pantalones para dama, ella misma arreglaba las tallas de niño, y los ajustaba para que le quedaran.

Profesora normalista egresada en 1954 de la Escuela Nacional de Maestros, en 1957 ingresó en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) entusiasmada con la idea de estudiar y conocer el cuerpo humano, con lo cual podría ayudar a sus alumnos de primaria, que sufrían de la columna vertebral los efectos causados por el mobiliario inadecuado. Ese fue el tema de su tesis.

Se convirtió en la primera arqueóloga (en 1956) y etnóloga (en 1960) por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y maestra (1982) y doctora (1984) en ciencias antropológicas por la Universidad Nacional Autónoma de México. Fundó en 1965, con Julio César Olivé, el Museo Nacional de las Culturas.6

Participó en las excavaciones arqueológicas en Tlapacoya, en Tlatilco, Edomex., y en el Valle de Guadalupe, Jalisco; investigó las clases sociales en el entonces Distrito Federal (ahora Ciudad de México); participó en la planeación del Museo Nacional de Antropología, cuya sala de introducción fue diseñada por ella. En 1965 fundó y fue subdirectora del Museo de las Culturas Populares. Investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia, en 1986 estudiaba la problemática socioeconómica del pensamiento mágico en México. Se dedicó a la organización de la biblioteca de Román Piña Chan.

En 2019 recibió un sentido homenaje, a días de cumplir 91 años de edad, que sirvió como marco para festejarla y conmemorarla. El reconocimiento fue organizado por la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas (AMCA) —la cual fundó Barba, en 2003— y el INAH, en el marco del Año Internacional de las Lenguas Indígenas y el 80 aniversario de la institución.

“A Beatriz Barba debemos que esto no haya ocurrido con el espacio donde también surgió la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americana, fundada por Eduard Georg Seler y Franz Boas, donde además estudió y fue director Manuel Gamio, y fue la primera sede de la ENAH y del INAH.

“Beatriz ha acompañado décadas de investigación en el INAH, siempre articulando las ideas de una investigación antropológica integral, que incorpora a la arqueología, ligada a su vida familiar y conyugal, pero también a la etnología y la antropología, vista como el estudio integral de los grupos humanos”, destacó Diego Prieto.

El libro abre con un ensayo de Piña Chan, escrito con la objetividad de un científico como era, pero también con la emoción de escribir sobre su compañera de vida; cuenta cómo conoció a Beatriz, joven profesora salida de la escuela de maestros que empezó en la Escuela Emiliano Zapata, donde tuvo experiencias que la encaminaron a la antropología. Hizo una investigación, la cual, para Juan Comas, fue uno de los estudios más interesantes de antropología aplicada, de ahí hizo su tesis de la Escuela Nacional de Maestros, en 1952.

Posteriormente, entró a estudiar en la ENAH, y fue la primera mujer mexicana en obtener Licenciatura en Arqueología. Se interesó por los problemas laborales y defendió los derechos de los antropólogos. “Tiene un sentido social idealista, una personalidad heterogénea e intensa. Se metió a estudiar etnología, sin estorbar su vena de sindicalista”, dijo Valero Gutiérrez.

Casada con el profesor emérito, Román Piña Chan, con quien procreó tres hijas, la investigadora aceptó que no es fácil tener una trayectoria como la de ella y ser una buena madre de familia, porque es un problema tener hijos y salir hasta 80 días al campo. “Uno piensa que fue la gran madre, pero luego que crecen las hijas uno se da cuenta que debió tener mucho más atención para ellas. Sin embargo, la problemática más grande ha sido atender a mi esposo enfermo desde hace 17 años. Eso ha sido muy doloroso para ambos”. Dueños de brillantes trayectorias, la maestra Barba dijo durante una de sus conferencias que en ocasiones fue difícil conjuntar sus intereses.

“Al momento de trabajar todo se combinaba con la fórmula de la esposa supeditada; la figura del hogar pesó. Esa fue una de las razones por las que dejé de ser trabajadora de campo en arqueología. El museo no me alejó de la arqueología, me mantuvo en la Ciudad de México y es una vida de investigación y de logros muy interesante”.

El mundo de Barba se alimenta no sólo de la investigación, está la docencia, la administración, la promoción cultural, la museografía, la divulgación científica y las publicaciones, siempre editadas por el INAH. “Los investigadores tenemos una gran obligación con el pueblo de México: poner al alcance de todos los conocimientos a los que llegamos, porque se tiene la horrible costumbre de pensar que solamente el gremio nos debe entender”.

Fuente: infobae.com