Los académicos que detuvieron la subasta en NY de una carta robada de Hernán Cortés

México recupera gracias a un grupo de investigadores una decena de manuscritos del conquistador, comercializados por galerías estadounidenses, que habían sido sustraídos del Archivo General de la Nación

Esta es la historia de un robo, pero también de una recuperación. De hojas arrancadas de un archivo polvoriento lleno de viejos documentos que cuentan la historia de un país. De negligencias institucionales y académicos que tuvieron que convertirse en detectives para solventarlas. En verano de 2020, la galería Swann, una prestigiosa casa de subastas de Nueva York, anunció una puja para el 24 de septiembre de ese año: una carta de Hernán Cortés, el conquistador español que lideró la colonización de México en 1521. Un grupo de académicos mexicanos que seguía de cerca los movimientos de este tipo de establecimientos, en un intento de preservar el patrimonio histórico, denunció que se trataba de un manuscrito sustraído del Archivo General de la Nación. Un año después, el 23 de septiembre de 2021, el secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard presumía en su perfil de Twitter de haber recuperado la carta y otros archivos, “puestos bajo custodia de nuestro consulado en Nueva York para ser trasladados a Ciudad de México”.

No era la primera vez que Swann subastaba cartas de este tipo. La galería empezó a ofertar documentos de Cortés en 2017 que alcanzaban hasta 50.000 dólares como precio de salida. La puja rápidamente levantó sospechas: hacía tres décadas que no se producían ventas públicas de archivos del conquistador. Pero la de 2020 fue la subasta que colmó la paciencia de los académicos, que además de a Swann, monitorizaban las ventas de otros negocios similares, acusados de vender patrimonio mexicano, como, Bonhams, Christie’s, Sanders o Sotheby’s.

Javier Eduardo Ramírez López, un historiador de la diócesis de Texcoco, fue uno de los primeros en dar la voz de alarma en el verano de 2020. Había localizado la carta que ofertaba Swann. “Javier Eduardo nos avisó, particularmente a mi amiga María del Carmen Martínez Martínez, miembro corresponsal de la Academia Mexicana de la Historia, la investigadora hoy más importante sobre Cortés”, explica por correo electrónico Rodrigo Martínez Baracs, profesor del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), e hijo de José Luis Martínez Rodríguez, uno de los mayores expertos en la figura del conquistador. Pero no eran los únicos que andaban tras la pista del documento.

—Las subastas siempre son ocasiones en las que pasan cosas extrañas—, dice por teléfono Sebastian van Doesburg, investigador de la UNAM. —Por eso suelo darles seguimiento, tanto dentro de México como en Estados Unidos. Pero en el mercado estadounidense hay mucho más dinero que en México, y hay una atracción de mover los documentos hacia allá. Swann, desafortunadamente, es una casa muy importante en la venta del patrimonio mexicano. Cada abril y septiembre subastan impresos y manuscritos. Nos llamó la atención que aparecieran varias cartas muy tempranas de Cortés. Esas cartas no suelen venderse, es raro que alguien las tenga, así que consultamos con María del Carmen a través de Rodrigo.

María del Carmen Martínez Martínez: la figura clave. Investigadora de la Universidad de Valladolid (España), especialista en Cortés y vieja amiga de Martínez Baracs. La académica llevaba años trabajando en una compilación de archivos del conquistador, “una continuación de los cuatro tomos de documentos cortesianos compilados por mi padre”, señala Martínez Baracs. Para ese cometido, Martínez Martínez había pasado un par de temporadas, en 2010 y 2014, en el Archivo General de la Nación (AGN). Y en el verano de 2020 recibió un mensaje desde el otro lado del océano.

—Fue un mes intenso aquel agosto—, recuerda un año después la académica por videollamada. —Cuando los colegas mexicanos me facilitaron la información de las casas de subastas pude comprobar que esos documentos los había consultado. Los tenía inventariados todos, así que me llevó poco contrastarlos. Algunos los había fotografiado, y así se pudo acreditar que cuando realicé la investigación estaban allí [en el AGN].

Martínez Martínez contrastó sus fotografías con las que aparecían en la página web de Swann. Además, el AGN tenía en su poder unos microfilms tomados hace décadas de los mismos archivos, que aportaron la prueba definitiva. Los documentos eran en su mayoría de carácter técnico y administrativo, de acuerdo con la investigadora, y “amplían el mundo privado y público del personaje”. Pertenecían al Hospital de Jesús, un sanatorio que Cortés fundó en Ciudad de México poco después de la colonización, cuyo importante registro escrito fue reconocido como Memoria del Mundo-México por la Unesco en 2018. En 1930 fue traslado al AGN. “Tiene documentos muy importantes para entender como operaban Cortés y su círculo. Es un ramo extremadamente rico, pero también mal inventariado, no hay catálogos formales, lo que es increíble sabiendo que lleva 90 años en el AGN”, amplía Martínez Baracs.

Gracias a Martínez Martínez, además de la carta, lograron identificar un total de 10 documentos cortesianos que habían sido robados del AGN, a los que se sumaron otros seis que contrastó la propia institución. En total, al menos 16 archivos confirmados—que podrían ascender a 116, de acuerdo con Forbes— fueron sustraídos de su almacén a lo largo de los años y comercializados en diferentes galerías de subastas. “Yo no tengo duda de que fueron muchos más”, apunta Sebastián van Doesburg, “no es un ladronzuelo, es una cadena profesional, claramente organizada y pensada, que sabía como colocar los documentos en diferentes casas en tiempos diferenciados para no llamar la atención. Podría ser un trabajo interno, de alguien con acceso al archivo. Si uno suma las cantidades de dinero que la persona obtuvo es escandaloso”.

La paralización de la subasta

Los investigadores le comunicaron el hallazgo a las autoridades, que consiguieron detener la subasta. Un año después llegaría el anuncio de Ebrard, donde explicitaba que los archivos habían sido recuperados por la oficina del Fiscal General de Nueva York y Homeland Security Investigations, para ser entregados después a la cancillería mexicana a través del consulado neoyorquino. Pero el secretario de Exteriores no proporcionó más detalles, no dio una relación de los documentos rescatados ni concretó cuando estarán de vuelta en suelo mexicano.

La Secretaría de Relaciones Exteriores, el Archivo General de la Nación y el consulado mexicano en Nueva York han sido consultados por EL PAÍS en numerosas ocasiones y a través de distintas vías en los últimos dos meses, pero al momento de la publicación de este artículo no han concedido ninguna entrevista.

Los investigadores que consiguieron detener la subasta han denunciado en numerosas ocasiones que la repetida sustracción de archivos del AGN se ha convertido en un problema de fondo. “Recuperar los documentos está bien, pero que estén allá [en Nueva York] implica que hay un problema aquí [en México]”, resume van Doesburg. El académico también lamenta la falta de interés estatal para detener este tipo de actividades. “Desgraciadamente muchas de las denuncias vienen de la sociedad civil, no de las instituciones. Tienen la obligación de cuidar sus acervos, debería haber un equipo que rastreara las casas de subasta, no debería ser trabajo de los historiadores, porque es una labor un poco detectivesca. Uno no quiere meterse en el asunto bastante gris de esos mercados, siempre hay que andar con mucho cuidado”.

Del otro lado, existe una problemática con las casas de subastas, que no se aseguran del origen de los bienes que comercializan, defienden los académicos. El mercado en el que se mueven los bienes robados es opaco, entre vacíos legales y espacios grises. Prima el silencio y el anonimato tanto del que vende como del que compra. Los negocios de pujas se aprovechan de que existe una gran demanda de documentos arqueológicos, considera van Doesburg.

Alexandra Nelson, jefa de prensa de Swann, aseguró a Reuters que todos sus productos son analizados para comprobar su procedencia. “Vender material que sabemos que es robado a través de una casa de subastas es una de las cosas más estúpidas que se pueden hacer”, argumentó.

“Los documentos son necesarios para intentar acercarnos y comprender de manera racional y critica las sociedades que nos antecedieron, para entender cómo nos fuimos haciendo como somos”, desarrolla Rodríguez Baracs. “Cualquier expediente que se mutila queda incompleto. Lo que se puede reconstruir a partir de un documento mutilado, sustrae parte de la información que formaba parte del mismo”, amplía Martínez Martínez. Una historia de robos y apropiaciones que se repite una y otra vez con el patrimonio mexicano.

Fuente: elpais.com