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La transferencia mental divide a la sociedad

La transferencia mental, (Mind uploading) es una tecnología que pretende la digitalización de una mente humana para su posterior transvase a un sustrato artificial. Aunque ha habido algunos avances científicos preliminares, esta tecnología pertenece todavía al campo de la ciencia ficción: de ser viable, equivaldría a una especie de inmortalidad, en la medida en que el contenido de un cerebro podría hipotéticamente perpetuarse en un ordenador.

En teoría, la transferencia de las estructuras neuronales de una persona a un ordenador es factible y permitiría simular el funcionamiento cognitivo de una persona, pero los obstáculos para conseguirlo todavía son difíciles de resolver, sin olvidar los reparos éticos que plantea.

De hecho, tal como informamos en otro artículo, investigadores austriacos han replicado en un ordenador el sistema neuronal de un gusano y conseguido que adquiera nuevas habilidades. Asimismo, se ha conseguido una copia digital funcional de una pieza de la corteza del cerebro de una rata, tal como informó Nature en 2015.

La mera posibilidad de concebir la transferencia mental ha suscitado debates filosóficos e incluso ha sido rechazada por el postmodernista Lyotard, si bien al mismo tiempo científicos como Marvin Lee Minsky, creador del Grupo de Inteligencia Artificial del MIT, la han introducido en la comunidad científica.

Resucitar a un muerto

Su argumento es el siguiente: el contenido de la mente humana es el producto de la interacción entre neuronas. Si asumimos que esa interacción puede cartografiarse y replicarse en otro soporte, entonces es posible hacer una copia de seguridad de nuestra personalidad y recuperarla en caso de accidente. Sería algo así como “resucitar” a una persona fallecida.

La Universidad de Helsinki, a través del grupo de investigación Moralities of Intelligent Machines, ha estudiado la transferencia mental desde una nueva perspectiva: la psicología moral. Intenta conocer las actitudes de las personas ante esta tecnología y cartografiarlas socialmente.

Ha realizado cuatro estudios en los que han participado 952 voluntarios para determinar sus actitudes ante la transferencia mental. Descubrió que, en gran medida, la condena moral de esta tecnología está fuertemente condicionada a factores cognitivos y culturales.

También estableció que el rechazo de esta tecnología se concentra en grupos de personas con una moralidad sexual severa o con una religiosidad tradicional, así como entre las personas amantes de la pornografía y de otras prácticas sexuales afines.

La aceptación social de esta tecnología surge sin embargo en personas preocupadas por la muerte o que condenan el suicidio, si bien donde está más generalizada es en el colectivo de personas amantes de la ciencia ficción.

Entre los amantes de la ciencia ficción, el entusiasmo es compartido por igual entre hombres y mujeres. Pero fuera de este grupo, la transferencia mental es asumida principalmente por los hombres.

Debate vigente

Esta investigación determinó también que se intensifican las discusiones filosóficas sobre cómo podría o debería utilizarse la transferencia mental en el futuro, así como que el debate social está mucho más generalizado de lo que se pensaba hasta ahora.

Michael Laakasuo, uno de los investigadores, explica en un comunicado que “la transferencia mental es una tecnología plagada de preguntas filosóficas sin resolver. Por ejemplo, ¿el potencial de las experiencias conscientes se transmite cuando se copia el cerebro? ¿El cerebro digital tiene la capacidad de sentir dolor y está apagando el cerebro emulado comparable al homicidio? ¿Y cómo sería una vida potencialmente eterna en una plataforma digital?

Según Mikko Voipio, presidente de la Fundación Weisell que ha financiado esta investigación, el humanismo tiene una gran importancia para la investigación centrada en la inteligencia artificial y la robótica.

«Los avances en la inteligencia artificial, así como su creciente prevalencia en diversos aspectos de la vida, están generando preocupación sobre el lado ético y humanista de las aplicaciones tecnológicas. ¿La ética se tiene en cuenta al desarrollar y entrenar dichos sistemas? El grupo de investigación Moralities of Intelligent Machines se está concentrando en este factor a menudo olvidado a la hora de aplicar la tecnología. La junta directiva de la Fundación Weisell considera que este tipo de investigación es importante en este momento, cuando la inteligencia artificial parece haberse convertido en una frase familiar entre los políticos. Es bueno que el otro lado de la moneda también reciba atención».

Fuente: tendencias21.net