El bioinformático Tulio de Oliveira, director del equipo que descubrió la variante en Sudáfrica, no dudó en advertir de su peligrosidad. Sin embargo, las duras penalizaciones al país le dejaron sin reactivos para las pruebas. Ha sido reconocido por la revista ‘Nature’ como una de las diez personas más influyentes en la ciencia en 2021
El 25 de noviembre, el bioinformático brasileño Tulio de Oliveira supo que tenía que dar una mala noticia al mundo. Su equipo en la Plataforma de Secuenciación e Innovación de Investigación KwaZulu-Natal (KRISP) de Sudáfrica había descubierto una nueva variante del virus SARS-CoV-2, que recibiría poco después el nombre de Ómicron. El inquietante conjunto de mutaciones hacía sospechar que la nueva versión podría evadir la inmunidad lograda por infecciones previas o por la vacunación, así que el científico no dudo en alertar a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y lo hizo a pesar de que, como había sucedido con la variante Beta, también detectada en muestras sudafricanas por el mismo grupo el pasado año, el riesgo de las duras sanciones impuestas a Sudáfrica por distintos gobiernos supondría un duro golpe. Para la economía del país y, paradójicamente, para los propios científicos que dieron la voz de alarma. El veto a los viajes dejó el laboratorio de Oliveira sin reactivos para diagnosticar el Covid-19 y otros virus.
Pero el bioinformático sabía que su decisión era la correcta. «La forma en que uno detiene una pandemia es por acción rápida», dice a la revista ‘Nature’, que le ha elegido como una de las diez personalidades que más han influido en la ciencia este año. «Si esperas, verás que no ha sido una buena opción», remacha.
KRISP, creado en 2017 con De Oliveira al timón, ha rastreado patógenos detrás de enfermedades como el dengue y Zika, y flagelos más comunes como el sida y la tuberculosis. Pero nunca antes tantas muestras diferentes del mismo virus habían sido secuenciadas en tan poco tiempo, ni en África ni en ningún otro lugar del mundo. Desde el descubrimiento de la variante, su confirmación en cientos de muestras en toda la provincia de Gauteng, la comunicación al gobierno sudafricano y, por fin, su presentación pública, transcurrieron apenas unas treinta y seis horas.
Una cortina de humo
Lo que siguió después supuso una gran decepción para De Oliveira. Los países ricos, entre ellos Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y gran parte de Europa, impusieron prohibiciones de viaje en el sur de África simplemente porque el país tuvo la habilidad científica para descubrir la nueva variante. A su juicio, Sudáfrica se convirtió en una especie de chivo expiatorio, «casi una cortina de humo para el acaparamiento de vacunas, y para los países ricos perdiendo el control de la pandemia». «Por supuesto que esperaba más», se reafirma en ‘Nature’. En su cuenta de Twitter, se ha referido a las sanciones como «discriminatorias».
Pero lo más doloroso para De Oliveira fue encontrarse en su laboratorio sin los reactivos, las sustancias químicas necesarias para detectar nuevos casos de la variante, por culpa de la paralización de los viajes. Y todo ello en medio de un escalofriante aumento de los casos.
A pesar de que el gobierno de Sudáfrica, científicos y organismos internacionales como la OMS han expresado su indignación por las restricciones selectivas, calificándolas de racistas, poco científicas y contraproducentes, las prohibiciones continúan. En una entrevista a ‘The New Yorker’, De Oliveira incluso expone su temor a que la «reacción violenta» contra Sudáfrica suponga que otros países en desarrollo sean reacios a compartir información.
El bioinformático también notó el resentimiento en su propio país. Cuando el anuncio de Ómicron trajo nuevas prohibiciones de viaje, algunos sudafricanos, incluidos políticos, le preguntaron si tenía derecho a hacer tales pronunciamientos. Algunos incluso vieron la vigilancia genómica como el enemigo. «Nosotros no somos los enemigos, somos todo lo contrario», asegura.
‘Nature’ recuerda que el trabajo de De Oliveira también ha influido en la formulación de políticas. La forma de trabajar de KRISP combina tecnología molecular de vanguardia con estrechos vínculos con médicos y enfermeras en primera línea, para informar de lo que está sucediendo en tiempo real. Por ejemplo, su mapeo de un brote hospitalario temprano de Covid-19 permitió diseñar nuevas pautas para diseñar salas de hospital más seguras. «Tulio ha hecho un trabajo increíble al ser pionero en un nueva forma de respuesta de la ciencia a las epidemias», admite Christian Happi, biólogo molecular y director del Centro Africano de Excelencia para Genómica de Enfermedades Infecciosas en la Universidad del Redentor en Ede, Nigeria.
De Oliveira también es desde julio director del Centro de Innovación y Respuesta a Epidemias de la Universidad Stellenbosch, que albergará la instalación de secuenciación más grande de África. «Lo esencial que le hemos mostrado al mundo es que estas cosas se puede hacer en los países en desarrollo», afirma.
Fuente: abc.es