Las partículas en suspensión (PM, del inglés Particulate Matter) son todas las partículas sólidas y líquidas que se encuentran suspendidas en el aire. Se dividen en diferentes categorías en función de su tamaño.
Las partículas finas son unas de estas partículas en suspensión y se forman en gran medida a partir de gases. Transportadas por el aire, son más pequeñas que las partículas gruesas: tienen un diámetro aerodinámico menor o igual a 2.5 µm (PM2.5).
Toda concentración de partículas finas es perjudicial para la salud. Para la población de la Unión Europea, supone la reducción de la esperanza de vida media en al menos un año.
También suponen un incremento de los síntomas de la alergia, el aumento de los ataques asmáticos, problemas respiratorios y cáncer de pulmón, así como un mayor riesgo en los niños de infecciones de oído moderadas. Además, también se presumen sus efectos en enfermedades cardiovasculares.
Asimismo, existen cada vez más evidencias de que la exposición a la contaminación por partículas finas en las primeras etapas de la vida está asociada con efectos negativos sobre las capacidades cognitivas.
Un nuevo estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), ha añadido nuevos datos al respecto: la exposición a las partículas finas durante la gestación y los primeros años de vida está asociada con una reducción en habilidades cognitivas fundamentales, como son la memoria de trabajo y la atención ejecutiva.
La investigación se ha realizado en el marco del proyecto BREATHE y ha sido publicada en Environmental Health Perspectives.
Su objetivo era profundizar en el conocimiento generado por anteriores estudios realizados por el mismo equipo, que observaron que los niños y niñas que van a escuelas con mayores niveles de contaminación procedente del tráfico tienen un menor desarrollo cognitivo.
En esta ocasión se contó con 2.221 participantes de centros escolares de la ciudad de Barcelona con edades comprendidas entre los 7 y los 10 años. Para evaluar sus capacidades cognitivas realizaron diversos test por ordenador.
La exposición a la contaminación atmosférica en el domicilio desde el inicio del embarazo y a lo largo de la infancia se estimó usando un modelo matemático desarrollado a partir de mediciones reales.
Resultados preocupantes
Los resultados mostraron que una mayor exposición a partículas finas (PM2.5) desde el embarazo hasta los 7 años de edad estaba asociada a una menor memoria de trabajo al alcanzar las edades en que se practicaron los test cognitivos (entre los 7 y los 10 años).
Estos resultados muestran un efecto acumulado de la exposición a las partículas finas a lo largo de todo el periodo de estudio, aunque la asociación hallada es más fuerte si se toman en cuenta los años más recientes.
La memoria de trabajo es un sistema cognitivo que se ocupa de almacenar información para su posterior manipulación y que resulta fundamental para el aprendizaje, el razonamiento, la resolución de problemas o la comprensión del lenguaje.
La segregación de los resultados por sexos permitió observar que la relación entre exposición a PM2.5 y menor memoria de trabajo se daba únicamente entre los niños y no en las niñas.
“No sabemos todavía a qué se deben estas diferencias, pero existen diversos mecanismos de carácter hormonal o genético que podrían llevar a que las niñas tuviesen una mejor respuesta a los procesos inflamatorios desencadenados por las partículas finas y fuesen menos susceptibles a su toxicidad”, explica Ioar Rivas, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio, en un comunicado.
Asimismo, se observó que una mayor exposición a partículas finas estaba asociada a una menor atención ejecutiva, tanto en niños como en niñas.
La atención ejecutiva es una de las tres redes que conforman la capacidad de atención. Interviene en las formas de atención de nivel elevado, como la detección y resolución de conflictos en los que caben varias opciones y respuestas, así como en la detección de errores, la inhibición de respuestas o la regulación de pensamientos y sentimientos.
Si los estudios anteriores del proyecto BREATHE habían analizado la exposición atmosférica en los centros escolares a lo largo de un año, en esta ocasión se evaluó la exposición atmosférica en el domicilio de los y las participantes y en un periodo de tiempo mucho más amplio: desde la etapa prenatal hasta los 7 años de edad.
“Este estudio refuerza los resultados de nuestros trabajos anteriores y confirma que la exposición a los contaminantes del aire al inicio de la vida y en la infancia es una amenaza para el neurodesarrollo y un obstáculo para que los niños y niñas alcancen su pleno potencial”, afirma Jordi Sunyer, último firmante del artículo y coordinador del programa de Infancia y Medio Ambiente de ISGlobal.
Fuente: tendencias21.net