Espiada desde el espacio, nuestra Tierra parece más una patata abundante en bultos y oquedades que una esfera o un elipsoide liso y regular (aunque esos bultos u oquedades son muy, muy pequeños con respecto al radio de la Tierra). Si se abstraen los meros accidentes geográficos y las corrientes marinas y las mareas, la forma irregular resultante, el geoide, como se la llama, estaría modelada por la gravedad: en esa superficie, que reflejaría la desigual distribución de la materia dentro del planeta, el potencial gravitatorio sería siempre igual (el agua no correría por un acueducto siempre paralelo al geoide). El agua de fusión que sueltan en grandes cantidades los glaciares de Groenlandia, por ejemplo, hincha gravitatoriamente el océano Ártico, mientras que en el océano Índico, al sur de la India, se mide un considerable bache (el más profundo del geoide entero).
Hace mucho que se hacen conjeturas acerca del origen de esa depresión. Attreyee Ghosh, del Instituto Indio de la Ciencia, ha expuesto junto con sus colaboradores en Geophysical Research Letters una tesis al respecto. En el manto terrestre, bajo buena parte del Índico, hay claramente más materiales rocosos calientes y ligeros de lo que hasta ahora se había supuesto. “Eso significa que allí abajo hay un déficit considerable de masa, y el déficit produce la depresión”, dice Ghosh.
Esa burbuja tendría su origen en la roca parcialmente fundida del supersurtidor de magma existente bajo el este de África, que se está escindiendo de arriba abajo del resto del continente por el valle del Rift. Una parte del material fundido, según las mediciones, fluye bajo el océano Índico hacia el este, y por el sur de la India causaría el bache gravitatorio: la “depresión del geoide en el océano Índico”, u IOGL por su acrónimo en inglés. Si nos imaginamos la Tierra como una esfera perfecta, la IOGL coincidiría con una enorme abolladura de cien metro de profundidad.
La explicación que hasta ahora se daba de ese bache lo ligaba a las placas hundidas de corteza océanica vieja y enfriada que se subsume lentamente en el manto de la Tierra, donde se iría fundiendo. Sin embargo, el análisis de las ondas sísmicas muestra que tiene que tratarse más bien de material rocoso caliente, ligero, explica Ghosh. Sobre la superficie terrestre no se percibe a simple vista nada: la región afectada es tan inmensa que ningún navegante podría caer en la cuenta del hundimiento.
Fuente: investigacionyciencia.es