Halomonas, la bacteria que está devorando el Titanic

El 10 de abril de 1912, en su viaje inaugural, el trasatlántico “RMS Titanic”, el mayor barco de pasajeros del siglo XX, partió de Southampton con destino a Nueva York. Tan sólo cinco días después se hundió al chocar contra un iceberg en las gélidas aguas del océano Atlántico Norte, frente a las costas de Terranova.

A pesar de que la tragedia se cobró la vida de más de 1.500 personas, en términos de pérdidas de vidas humanas, no ha sido el mayor naufragio de la historia. El record lo ostenta el trasatlántico alemán Wilhelm Gustloff, hundido a finales de enero de 1945 por los submarinos rusos y con más de 10.000 refugiados alemanes a bordo.

El “Titanic” estuvo en paradero desconocido hasta que en 1985 Robert Ballard, un oceanógrafo de la Universidad de Rhode Island, en Narragansett (Estados Unidos), lo descubrió por casualidad mientras participaba en una misión secreta de la armada estadounidense.

Bacterias corrosivas

El Titanic se encuentra a 3.800 metros de profundidad, en una total ausencia de luz y soportando elevadas presiones. Estas variables han permitido que su estado de conservación haya sido envidiable, tan sólo presentaba algunos carámbanos alargados y oxidado, a modo de estalactitas, de color rojizo, llamadas rusticles.

Desde hace unos años su suerte ha cambiado, su casco ha comenzado un proceso imparable de corrosión y en la actualidad no es más que un pecio oxidado que descansa en el fondo del océano.

En 1991 un grupo de científicos canadienses recogieron muestras herrumbrosas del “Titanic” y al analizarlas descubrieron atónitos que allí había vida, no sólo reacciones químicas. Tardarían casi veinte años en llegar a descubrir que se trataba de una especie de bacterias desconocidas hasta ese momento, unos microorganismos comedores de hierro a los que se bautizó con el nombre de Halomonas titanicae.

Se trata de unos seres vivos que tienen unas características asombrosas, viven en ambientes muy hostiles, a temperaturas muy bajas –entre 2 y 3ºC-, y con un escaso aporte de nutrientes. En otras palabras, el cadáver del navío es un auténtico edén para estas especies de bacterias.

Carámbanos de óxido

Por sorprendente que pueda parecer estas microscópicas bacterias podrían acabar en las próximas décadas con las 50.000 toneladas de hierro que componen la estructura del trasatlántico. Las “bacterias del “Titanic”“ tienen una capacidad destructora descomunal, se dedican a “picotear” lenta pero incansablemente el pecio hasta que consiguen que el metal se haga inestable.

Estas bacterias se alimentan también de las ventanas, de las escaleras y de cualquier estructura de hierro del transatlántico, como pueden ser las calderas. Tan sólo el bronce permanece a salvo de su insaciable apetito. Con el paso del tiempo el mítico trasatlántico se convertirá en un amasijo de hierro irreconocible.

Afortunadamente, no todo son malas noticias, estas Halomonas, que han sido ignoradas por el hombre durante siglos, se pueden emplear como incansables trabajadores al servicio de la humanidad, con ellas podemos reciclar estructuras de hierro a grandes profundidades, desmantelar viejos restos de navíos, submarinos o plataformas petrolíferas.

Ahora viene la pregunta del millón, ¿las bacterias ya estaban cuando se hundió el “Titanic” o llegaron después?

Fuente: abc.es/ciencia