¿Es realmente efectivo el ‘bombardeo’ de nubes que México utiliza contra la sequía?

Aviones de la Fuerza Aérea Mexicana realizan vuelos para estimular las lluvias en diversas regiones de México

Sobre el estado de Sinaloa, donde en tierra el ejército mexicano realiza labores de seguridad, desde hace tres años sobrevuelan unos aviones de la Fuerza Aérea Mexicana con otro tipo de “armamento”.

A bordo transportan unos contenedores con una válvula que debe ser abierta en el lugar y momento indicado para dar en el blanco.

Su objetivo se ha vuelto muy necesario: hacer que llueva en regiones que sufren de un creciente estrés hídrico.

A la estrategia se le ha llamado coloquialmente “bombardeo” o “siembra” de nubes, pero técnicamente se trata de una “estimulación de lluvias”.

Según las cifras oficiales, ha logrado un aumento de caída de lluvia de entre 35% y 60% en las áreas en donde se ha aplicado.

Y se realiza en estados del centro-norte del país, como Sinaloa, donde las lluvias ya no llegan en la misma cantidad que antes o se presentan de manera tardía en la temporada agrícola.

También donde los pastos del ganado no han crecido por la falta de agua, así como en las cuencas que sirven de abastecimiento para grandes ciudades con problemas de agua como Monterrey.

“Hemos venido afrontando un proceso de desertificación en el mundo, y México no es la excepción”, le explica a BBC Mundo el ingeniero Santiago Argüelles Campos, uno de los coordinadores de la estrategia de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader).

“Para nosotros este proyecto estratégico es una innovación dadas las condiciones de sequía que han prevalecido desde 2019”, asegura.

Aunque los números de efectividad que reporta la Sader son muy alentadores, investigadores del campo de las ciencias atmosféricas consideran que hasta ahora no hay evidencia contundente de que este tipo de proyectos funcione a un nivel que impacte.

Pero ¿qué es lo que hacen los sobrevuelos de nubes y cómo se miden sus resultados?

¿Cómo funciona?

Desde mediados del siglo XX, científicos en varias partes del mundo han estado probando métodos para modificar el tiempo, principalmente en términos de precipitación de lluvia o nieve. El científico estadounidense Vince Schaefer es conocido por ser el creador de la “siembra de nubes”.

En México hubo a lo largo de décadas experimentos similares con resultados que “nunca fueron concluyentes”, según los investigadores Fernando García García y Guillermo Montero Martínez, del Grupo de Física de Nubes del Instituto de Ciencia de la Atmósfera y Cambio Climático.

Pero desde 2019 la Sader está impulsando una nueva estrategia de estimulación de lluvias con un método mexicano innovador, explica Argüelles.

“No buscamos ni pretendemos crear nubosidad, sino simplemente trabajar sobre los trayectos de la nubosidad que se presentan en condiciones meteorológicas normales”, sostiene.

Las nubes se forman cuando el aire ascendente se enfría hasta un punto en el que la temperatura condensa el vapor de agua que contiene.

“Es muy similar a cuando en la ducha el vapor se condensa en el espejo y se forman gotas. Es el mismo mecanismo de condensación en la atmósfera”, explica la investigadora Katja Friedrich, del departamento de Ciencias Atmosféricas y Oceánicas de la Universidad de Colorado (EE.UU.).

Para “bombardear” las nubes, en México usan las aeronaves de la FAM (y de otras entidades públicas y privadas que se han sumado al proyecto), a las cuales se les instalan unos aspersores y tanques de presurización.

“En el polígono que hayamos definido y bajo las condiciones de nubosidad, se esparce una solución de yoduro de plata en acetona que estimula la formación de núcleos de condensación”, explica Argüelles.

La presencia de tal agente químico estimula la caída de la lluvia que ya está en las nubes presentes en la región elegida y que, debido a factores naturales, podría disiparse y no precipitarse. Es por ello que este método mexicano no busca crear nubes, sino influir en las que ya existen en la atmósfera.

En 2023 el programa ha sido aplicado en 10 polígonos de atención en regiones que sufren estrés hídrico en estados del centro, norte y oeste del país como Aguascalientes, Chihuahua, Coahuila, Durango, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas y Zacatecas, entre otros.

¿Cómo miden su efectividad?

Los polígonos en donde se estimula la caída de lluvia pueden ser tan grandes como dos millones de hectáreas. En esas zonas, el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) tiene los registros históricos de lluvias y hace los cálculos de cuánta lluvia se espera que caiga con base en modelos estadísticos.

Después de realizar la aspersión desde los vuelos, en el terreno hay pluviómetros con los que las autoridades miden la precipitación adicional al promedio regular que esperaría el SMN para esa época determinada.

Con 250 vuelos efectuados, el equipo ha registrado que cae entre uno y dos tercios más de lluvia. “Eso significa que la precipitación promedio adicional a lo esperado ha sido de entre 35% y 60%. Y es importante decir que se han definido tres parámetros”, señala Argüelles.

Estos son: el incremento de lluvia de entre un 35% y 60% respecto al esperado por el SMN; una eficiencia del 100%, pues cada vez que han realizado una aspersión se ha generado lluvia; y una efectividad del 93%, que indica la cantidad de polígonos que han recibido lluvias respecto a lo que proyectaban.

“Por lo general seleccionamos zonas de alto estrés hídrico, zonas de siembra de cultivo, principalmente granos básicos, o praderas que tienen prioridad para las metas de autosuficiencia alimentaria, y cañadas o cuencas que tienen escurrimiento importante hacia presas que administran el agua para consumo humano o riego agrícola”, explica el funcionario.

Esto último tiene un impacto en las grandes urbes, como Monterrey o Ciudad de México, pues algunos de los sobrevuelos han estimulado las lluvias sobre cuencas que abastecen represas y otros sistemas de gestión de agua para la demanda de esas ciudades.

“Ahora que tenemos el fenómeno de El Niño, en el SMN nos explicaban que íbamos a encontrar mayor nubosidad en el Pacífico, en el centro del país, sin que eso implique necesariamente mayor precipitación. Entonces es una oportunidad para implementar esta innovación, para aprovechar esa nubosidad”, apunta Argüelles.

¿Es la gran solución a las sequías?

Desde la Sader destacan que este proyecto ha beneficiado a zonas con alto estrés hídrico que ya no cuentan con los volúmenes de agua necesarios para el riego agrícola, o en aquellas regiones donde se atrasan las lluvias y pasan los ciclos de siembra y ya no tienen oportunidad de sembrar.

También han observado un incremento de vegetación en las praderas, algo que beneficia a la industria del ganado. E incluso han usado la estimulación de lluvias para mitigar incendios forestales, como el ocurrido este año en la Sierra de Arteaga, Coahuila.

Sin embargo, expertos plantean que hay que tomar con cautela los resultados de este tipo de proyectos. Hay muchas variables en el clima que impiden tener certeza en los estudios de la estimulación de lluvia y no solo se puede hacer un cálculo aritmético.

Es difícil medir si la cantidad de lluvia se incrementa por estrategias como la siembra o bombardeo de nubes, pues las precipitaciones suelen variar año tras año en una misma región. Además, entre regiones de un mismo país hay diferentes patrones de lluvia que no las hacen comparables.

“La precipitación es muy variable para ver cuánto es que realmente cambia el impacto entre un año y otro”, dice Friedrich, quien ha visto resultados de entre 5% y 30%. Un cambio significativo, señala, podría ser más de 20%.

Un estudio a largo plazo, de varios años o incluso décadas, es el que podría arrojar un resultado certero sobre si está funcionando una estrategia como la estimulación de nubes en México.

Argüelles reconoce que ha habido dudas respecto a la estrategia del país, pero señala que existe “mucha confusión” entre algunos de los analistas por los diversos métodos que hay en el mundo. “Se refieren a otro tipo de tecnologías, algunas sobre la creación de nubosidad, nosotros no nos enfocamos en ello”, argumenta.

“Lo que nosotros hemos dicho es que con esta tecnología, para nosotros, tenemos cuantificados los resultados, los incrementos en la precipitación y el costo-beneficio que es positivo”, añade.

El funcionario también explica que la estimulación de lluvias no es considerada por el gobierno como la solución a la sequía, sino parte de las medidas de mitigación del estrés hídrico que sufre el país.

“No se puede tener [la estimulación de lluvias] como una sola línea de trabajo, es una estrategia integral y complemento de diferentes programas”, asegura.

El país, continúa, se debe preparar para escenarios de mayor escasez de agua en el futuro próximo: “Creemos que en un futuro regar con agua cristalina va a ser un lujo”.

Fuente: BBC