En innovación, Argentina parte muy rezagada

La clave es la disponibilidad de recursos humanos bien formados y a escala suficiente para producir cambios cualitativos en la estructura económica.

Se realizó en Hangzhou, China, la 11° cumbre de jefes de Estado del G20, foro que nuclea a los países más relevantes en lo político y económico. La Argentina integra ese selecto grupo y a partir de 2018 le tocará asumir su presidencia.

Uno de los principales temas de la agenda, impulsada por el anfitrión, fue la innovación. En un contexto de estancamiento económico y desaceleración del crecimiento global, China está llevando a cabo una revolución centrada en la innovación. Esta cuestión se perfila como la gran carrera global que determinará que países serán las principales potencias en las próximas décadas. China está picando en punta sobre dos pilares: la masiva robotización de los procesos industriales y la explosión de empresas innovadoras o start-ups, principalmente en el rubro de e-commerce. Precisamente, en Hangzhou tiene sus oficinas centrales el gigante de ventas online Alibaba, símbolo de esta nueva fase económica del gigante asiático Por otra parte, China acaba de ingresar al Top 25 de países con mayor número de patentes internacionales registradas. Esto no es casual. A la rigurosa planificación económica que se plasma en pormenorizados planes quinquenales, se suma un aspecto esencial: China es primera en la mayoría de los rankings educativos. Los alumnos de Shanghái, por caso, encabezan las pruebas PISA.

Argentina es hoy la perfecta contracara en ambos sentidos. Somos el país más volátil del planeta en términos económicos y atravesamos una crisis educativa de proporciones catastróficas. A diferencia de los alumnos destacados de Shanghái, nuestros jóvenes ni siguiera terminan el secundario. Y los pocos que logran esa meta (menos de la mitad de los que ingresan) presentan, en su mayoría, graves dificultades para comprender lo que leen y efectuar operaciones matemáticas básicas.

Como demuestra la exitosa experiencia china -se le podrían sumar los casos de Corea del Sur y Japón-, la innovación no se define por la infraestructura ni los recursos financieros. De hecho, en la actualidad ambas cosas se pueden conseguir con relativa facilidad, en un mundo con exceso de liquidez. La clave es la disponibilidad de recursos humanos bien formados y a escala suficiente para producir cambios cualitativos en la estructura económica. No disponer de ese factor nos condiciona a partir muy rezagados en la carrera de la innovación, tornando utópico imaginar un posible boom de start-ups o de robotización en nuestro país.

Ojalá que las discusiones que se dieron en el marco del G20 iluminen a la clase dirigente argentina, enferma del cortoplacismo electoral que históricamente la ha caracterizado. De modo que en 2018, cuando nuestro país albergue la cumbre, hayamos incorporado a la educación y la innovación a nuestra agenda de prioridades. De lo contrario, ya sabemos qué posición está condenada a ocupar la Argentina en el concierto global.

Texto de Patricio Giusto, politólogo argentino y Magister en Políticas Públicas. Docente de la UCA y Director de Diagnóstico Político.

Fuente: clarin.com