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El sargazo «es un desastre ecológico de grandes dimensiones», dice investigadora de la UNAM

El avance del alga marrón en las costas de la Riviera Maya golpea a la industria turística y amenaza a las especies locales; las autoridades y los científicos debaten cómo combatirlo

La primera vez que visitó una playa del Caribe mexicano, Omar Toledo Salguero no podía creer lo que veía en el océano. Cuando el ingeniero en sistemas mexicano y su familia se encontraron frente a la mancha parda, en agosto de 2018, sus caras cambiaron. En las fotos de internet, las playas de Mahahual, en el estado de Quintana Roo, lucen como un espejo azul y cristalino. Pero ese día se encontraron con algo parecido a un lago de fango.

«Yo sí me meto con todo eso», dijo Toledo, de 33 años, dispuesto a disfrutar de la playa. Hacía meses que planeaba las vacaciones familiares. Pero minutos después de batallar con esa alga áspera, tosca, con filamentos puntiagudos, se dio por vencido. «No entren -recuerda que les dijo a sus familiares-. Raspa, no te puedes mover».

Él y sus diez familiares tuvieron que abandonar sus planes y rápidamente emprendieron el regreso al hotel porque el olor también invadía el aire.

En los últimos años, las costas de la Riviera Maya mexicana se vieron invadidas por cantidades inusuales de sargazo, un alga de color marrón que causó una genuina preocupación entre científicos, hoteleros, turistas y locales.

El fenómeno se disparó en el verano de 2018. Basado en un análisis científico de la zona de Puerto Morelos, Carlos Gosselin Maurel, un líder de los empresarios hoteleros, estimó que ese año llegaron unos 24 millones de metros cúbicos de sargazo a todo Quintana Roo, que serían suficientes para llenar 9600 piletas olímpicas con estas algas. Y advirtió que este año llegaría la misma cantidad o más.

Pero la primera vez que este problema se reportó fue en 2011, cuando pocos se imaginaban que un día los hoteleros de la zona anunciarían en sus páginas de internet «playas sin sargazo» como uno de los atractivos de sus propiedades.

Este año, Moody’s alertó sobre el impacto negativo del sargazo en la economía hotelera en Quintana Roo. Sandra Beltrán, analista de esa empresa, dijo a The New York Times que hay más presiones en las tarifas hoteleras y, aunque las empresas más grandes lograron mantener la ocupación relativamente estable, las más pequeñas podrían estar experimentando una caída.

Sin embargo, el alga no es el único factor que influye. «El sargazo, igual que el tema de la violencia, es un problema que afecta la percepción del extranjero sobre estos destinos», dijo Beltrán.

En 2018, México se ubicó en el séptimo lugar de turismo internacional con un ingreso de 930 millones de dólares. Durante el primer semestre de este año, el aeropuerto de Cancún, el segundo del país, registró una caída en el crecimiento del flujo de pasajeros: de crecer un 4,7% en el primer semestre de 2018 bajó a un 1% en el mismo periodo en 2019. «Muy por debajo del crecimiento que vimos en los años anteriores», señaló Beltrán.

Datos oficiales señalan que la ocupación hotelera en algunas zonas turísticas disminuyó hasta en un 10%, comparada con el mismo período del año pasado.

Más allá del impacto en la industria turística, el sargazo «es un desastre ecológico de grandes dimensiones», advierte Brigitte van Tussenbroek, investigadora en Puerto Morelos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

El cambio climático también podría ser un factor que favorece su crecimiento masivo y su migración a las playas mexicanas, sobre todo de junio a septiembre, cuando el hemisferio norte está en vacaciones de verano.

Sin embargo, estas algas causaron problemas por siglos. El Mar de los Sargazos, en el Triángulo de las Bermudas, era temido por los marinos desde el siglo XV pues sus barcos podían quedarse atorados entre las algas y naufragar.

En mar abierto, el sargazo es parte esencial del ecosistema: provee de refugio al pez dorado, al pez volador, a crustáceos y a algunas tortugas marinas. Pero cuando se reproduce a niveles inmensos y las corrientes lo acarrean a las costas, se vuelve una pesadilla ecológica.

A finales de junio pasado, representantes de trece países caribeños se reunieron en Cancún para organizar una estrategia conjunta y buscar fuentes internacionales de financiamiento para atacar el problema. Además, se propuso impulsar el tema para incluirlo en el Convenio de Cartagena de las Naciones Unidas, un acuerdo regional de protección y desarrollo de los recursos marinos del Caribe.

El estado de Quintana Roo emitió una declaración de emergencia y ordenó la aplicación de protocolos de combate que incluyen acopio, transporte, disposición y valorización del sargazo, y llamó a la sociedad civil y a la industria a sumarse a los esfuerzos. Un municipio incluso ofreció perdonar multas a los ciudadanos infractores que ayudaran a limpiar las playas.

Lo que algunos pintan como un escenario catastrófico, para otros es una oportunidad de crecimiento económico y científico. Hay proyectos aislados para generar biodiésel con el alga, construir casas con ladrillos hechos de sargazo, cultivar hongos y fabricar zapatos y cuadernos.

«Para llegar a ese punto aún falta mucho», indicó Fernando Córdova Tapia, encargado de la dirección de innovación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. «Hoy se ve como el enemigo que aleja al turismo. Muy pronto tendremos que hacer la transición a un recurso aprovechable, pero de manera coordinada».

El impacto de la crisis

24 millones de m3 de sargazo

Se estima que llegaron el año pasado a las costas del estado mexicano de Quintana Roo

10% menos ocupación

Es la merma en los hoteles en el primer semestre de este año respecto de 2018

Fuente: lanacion.com.ar