El científico iraní y la máquina operada a control remoto que lo mató en menos de un minuto
El padre del programa nuclear de Irán había eludido los atentados israelíes. Una operación planeada por el Mosad innovó con inteligencia artificial y sin agentes en el lugar del ataque
El científico nuclear más importante de Irán se despertó una hora antes del amanecer, como casi siempre, para estudiar filosofía islámica antes de comenzar su día.
Esa tarde, él y su esposa saldrían de su casa vacacional en el mar Caspio y conducirían hasta su casa de campo en Absard, una ciudad bucólica al este de Teherán, donde planeaban pasar el fin de semana.
Los servicios de inteligencia de Irán le habían advertido de un posible complot para asesinarlo, pero el científico, Mohsen Fakhrizadeh, los había ignorado.
Convencido de que Fakhrizadeh lideraba la estrategia de Irán para construir una bomba nuclear, Israel llevaba al menos 14 años queriendo asesinarlo. Pero había habido tantas amenazas y complots que el científico ya no les prestaba mucha atención.
A pesar de su posición destacada en el entorno militar de Irán, Fakhrizadeh quería tener una vida normal. Ansiaba los pequeños placeres domésticos: leer poesía persa, llevar a su familia a la orilla del mar, dar paseos en auto por el campo.
Así que, haciendo caso omiso de las advertencias de su equipo de seguridad, a menudo conducía su propio automóvil hasta Absard en lugar de pedirle a sus guardaespaldas que lo llevaran en un vehículo blindado. Era una violación grave del protocolo de seguridad, pero Fakhrizadeh siempre insistía.
Así que poco después del mediodía del viernes 27 de noviembre, Fakhrizadeh se sentó detrás del volante de su sedán Nissan Teana negro, su esposa entró al asiento de copiloto a su lado, y salieron a la carretera.
Un objetivo escurridizo
Desde 2004, cuando el gobierno israelí le ordenó a su servicio de inteligencia extranjera, el Mosad, que impidiera que Irán obtuviera armas nucleares, el servicio había estado realizando una campaña de sabotaje y ataques cibernéticos contra las instalaciones de enriquecimiento de combustible nuclear de Irán. También estaba neutralizando de forma metódica a los expertos sospechosos de liderar el programa de armas nucleares de Irán.
Desde 2007, sus agentes han asesinado a cinco científicos nucleares iraníes y herido a otro. La mayoría de los científicos trabajaban directamente para Fakhrizadeh (pronunciado fah-KRI-zah-deh) en lo que, según los funcionarios de inteligencia israelíes, era un programa encubierto para construir una ojiva nuclear, que incluía la superación de los considerables desafíos técnicos de hacer una lo suficientemente pequeña como para caber en uno de los misiles de largo alcance de Irán.
Los agentes israelíes también habían matado al general iraní encargado del desarrollo de misiles y a 16 miembros de su equipo.
Pero el hombre que según Israel dirigía el programa, era esquivo.
En 2009, un escuadrón esperaba a Fakhrizadeh en una ubicación donde planeaba asesinarlo en Teherán, pero la operación fue cancelada en el último momento. El Mosad sospechó que el plan estaba comprometido, y que Irán les había tendido una emboscada.
Esta vez iban a probar algo nuevo.
Los agentes iraníes que trabajaban para el Mosad estacionaron una camioneta Nissan Zamyad azul al costado de la carretera que conecta Absard con la autopista principal. El lugar estaba en una ligera elevación que tenía vista a los vehículos que se acercaban. Escondida debajo de lonas y material de construcción para despistar en la zona posterior de carga de la camioneta había una ametralladora de larga distancia con munición de calibre 7,62.
Hacia la 1 p.m., el equipo de ataque recibió la señal de que Fakhrizadeh, su esposa y un equipo de guardias armados en vehículos de escolta estaban a punto de salir hacia Absard, donde muchos de los miembros de la élite iraní tienen segundas residencias y villas de vacaciones.
El asesino, un hábil francotirador, se colocó en su posición, calibró la mira del arma, la amartilló y tocó ligeramente el gatillo.
Sin embargo, no estaba cerca de Absard. Estaba mirando la pantalla de una computadora en un lugar no revelado a más de 1600 kilómetros de distancia. Todo el equipo de ataque ya había abandonado Irán.
Noticias de un asesinato
Los informes de noticias de Irán esa tarde fueron confusos, contradictorios y en su mayoría erróneos.
Un reporte aseguró que un equipo de asesinos había esperado junto a la carretera a que Fakhrizadeh pasara en su auto. Otro reporte dijo que los residentes habían escuchado una gran explosión seguida de intensos disparos de ametralladora. Un camión explotó delante del coche de Fakhrizadeh, y luego cinco o seis hombres armados saltaron de un automóvil cercano y abrieron fuego. Un canal de redes sociales afiliado al Cuerpo de Guardias Revolucionarios Islámicos informó de un intenso tiroteo entre los guardaespaldas de Fakhrizadeh y una docena de atacantes. Varias personas murieron, según los testigos.
Una de las explicaciones más inverosímiles surgió días después.
Varias organizaciones de noticias iraníes reportaron que el culpable había sido un robot asesino y que toda la operación se había realizado a control remoto. Esta información contradecía directamente los supuestos testimonios de testigos presenciales que relataban un tiroteo entre escuadrones de asesinos y guardaespaldas, así como los informes de que algunos de los asesinos habían sido arrestados o asesinados.
Los iraníes se burlaron de la historia como un esfuerzo evidente de minimizar el bochorno de la fuerza de seguridad de élite que no protegió a una de las figuras más vigiladas del país.
“¿Por qué no dicen simplemente que Tesla construyó el Nissan, que condujo solo, que estacionó solo, que disparó y que explotó solo ?”, decía una cuenta de la línea dura en las redes sociales.
Thomas Withington, un analista de guerra electrónica, le dijo a la BBC que la teoría del robot asesino debía tomarse “con largas pinzas” y que, al parecer, la descripción que había hecho Irán no era más que una colección de “llamativas palabras de moda”.
Excepto que en esta oportunidad sí hubo un robot asesino real.
La historia, sacada de la ciencia ficción, de lo que realmente ocurrió aquella tarde y de los acontecimientos que condujeron a ella, publicada aquí por primera vez, se basa en entrevistas con funcionarios estadounidenses, israelíes e iraníes, incluidos dos funcionarios de inteligencia familiarizados con los detalles de la planificación y ejecución de la operación, y en declaraciones de la familia de Fakhrizadeh a los medios de comunicación iraníes.
El éxito de la operación fue el resultado de muchos factores: graves fallas de seguridad de la Guardia Revolucionaria iraní, una amplia planificación y vigilancia por parte del Mosad, y una despreocupación que rayaba en el fatalismo por parte de Fakhrizadeh.
Pero también fue el debut de un francotirador computarizado de alta tecnología, equipado con inteligencia artificial y ojos de múltiples cámaras, operado vía satélite y capaz de disparar 600 balas por minuto.
Esta ametralladora mejorada y teledirigida se une ahora al dron de combate en el arsenal de armas de alta tecnología para matar a distancia. Pero a diferencia de un dron, la ametralladora robótica no llama la atención en el cielo, donde un dron podría ser derribado, y puede situarse en cualquier lugar, cualidades que probablemente reconfiguren el mundo de la seguridad y el espionaje.
‘Recuerden ese nombre’
Los preparativos para el asesinato comenzaron tras una serie de reuniones a finales de 2019 y principios de 2020 entre autoridades israelíes, encabezadas por el director del Mosad Yossi Cohen, y funcionarios estadounidenses de alto rango, como el expresidente Donald Trump, el secretario de Estado Mike Pompeo y la directora de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por su sigla en inglés) Gina Haspel.
Israel había detenido la campaña de sabotaje y asesinato en 2012 cuando Estados Unidos comenzó las negociaciones con Irán que condujeron al acuerdo nuclear de 2015. Pero ahora que Trump había derogado ese acuerdo, los israelíes querían reanudar la campaña para tratar de frustrar el progreso de Irán y obligarlo a aceptar restricciones estrictas en su programa nuclear.
A finales de febrero Cohen les presentó a los estadounidenses una lista de posibles operativos, entre ellos el asesinato de Fakhrizadeh, quien había estado en la cima de la lista de objetivos de Israel desde 2007, y el Mosad nunca le había quitado los ojos de encima.
En 2018, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, dio una conferencia de prensa para mostrar los documentos que el Mosad había robado de los archivos nucleares de Irán. Argumentando que demostraban que Irán seguía teniendo un programa de armas nucleares activo, mencionó a Fakhrizadeh por su nombre varias veces.
“Recuerden ese nombre”, dijo. “Fakhrizadeh”.
En Washington, los funcionarios estadounidenses informados sobre el plan de asesinato lo apoyaron, según un funcionario que estuvo presente.
Ambos países se sintieron alentados por la respuesta relativamente tibia de Irán al asesinato por parte de Estados Unidos del general de división Qasem Soleimani, el comandante militar iraní muerto tras un ataque de un dron estadounidense con la ayuda de la inteligencia israelí en enero de 2020. Si podían matar al máximo dirigente militar iraní con poca repercusión, eso indicaba que Irán era incapaz o reacio a responder con más fuerza.
La vigilancia a Fakhrizadeh se puso en marcha.
A medida que fue llegando la inteligencia, la dificultad del desafío se hizo más clara: Irán había aprendido algunas lecciones tras el asesinato del general Soleimani. La más importante fue que sus altos funcionarios podían ser atacados. Conscientes de que Fakhrizadeh encabezaba la lista de los más buscados en Israel, los funcionarios iraníes habían incrementado su seguridad.
Sus equipos de seguridad pertenecían al cuerpo élite fuertemente armado y bien entrenado Ansar-ul-Mahdi de la Guardia Revolucionaria de Irán, que se comunicaba a través de canales cifrados. Acompañaban los movimientos de Fakhrizadeh en caravanas de cuatro a siete vehículos, y cambiaban las rutas y los horarios para frustrar posibles ataques. Y el auto que conducía el propio Fakhrizadeh se rotaba entre cuatro o cinco que tenía a su disposición.
Israel había utilizado diferentes métodos en los asesinatos anteriores. El primer científico nuclear de la lista fue envenenado en 2007. El segundo, en 2010, fue asesinado por una bomba colocada en una motocicleta y detonada de forma remota, pero la planificación había sido compleja y un sospechoso iraní fue capturado. Tras confesar, fue ejecutado.
Luego de esa debacle, el Mosad cambió la estrategia a asesinatos más simples, en persona. En cada uno de los siguientes cuatro asesinatos entre 2010 y 2012, sicarios en motocicletas se acercaron sigilosamente al automóvil del objetivo en el tráfico de Teherán y le dispararon a través de la ventana o colocaron una bomba adhesiva a la puerta del automóvil y huyeron a toda velocidad.
El convoy armado de Fakhrizadeh, alerta ante ese tipo de ataques, imposibilitaba el método de la motocicleta.
Los planificadores consideraron detonar una bomba a lo largo de la ruta de Fakhrizadeh, lo que obligaría al convoy a detenerse para que pudiera ser atacado por francotiradores. Ese plan se archivó debido a la probabilidad de que se produjera un tiroteo al estilo de las pandillas con muchas bajas.
Se propuso la idea de una ametralladora preposicionada por control remoto, pero había una gran cantidad de complicaciones logísticas y una miríada de formas en que podría salir mal. Las ametralladoras teledirigidas existían y varios ejércitos contaban con ellas, pero su volumen y peso las hacían difíciles de transportar y ocultar, y solo se habían utilizado con operadores cercanos.
El tiempo se agotaba.
En el verano, parecía que Trump, que coincidía con Netanyahu respecto a Irán, podía perder las elecciones estadounidenses. Su probable sucesor, Joe Biden, había prometido revertir las políticas de Trump y volver al acuerdo nuclear de 2015 al que Israel se había opuesto enérgicamente.
Si Israel iba a asesinar a un alto funcionario iraní, un acto que podía iniciar una guerra, necesitaba el consentimiento y la protección de Estados Unidos. Eso significaba actuar antes de que Biden pudiera tomar posesión de su cargo. En el mejor de los casos para Netanyahu, el asesinato acabaría con cualquier posibilidad de resucitar el acuerdo nuclear, incluso si Biden ganaba.
El científico
Mohsen Fakhrizadeh creció en una familia conservadora en la ciudad santa de Qom (Ghom), el corazón teológico del Islam chiíta. Tenía 18 años cuando la revolución islámica derrocó a la monarquía iraní, un ajuste de cuentas histórico que avivó su imaginación.
Se propuso cumplir dos sueños: convertirse en científico nuclear y participar en el ala militar del nuevo gobierno. Como símbolo de su devoción a la revolución, llevaba un anillo de plata con una gran ágata roja ovalada, del mismo tipo que usaban el líder supremo de Irán, el ayatolá Alí Jamenei, y el general Soleimani.
Se alistó en la Guardia Revolucionaria y ascendió a general. Obtuvo su doctorado en física nuclear en la Universidad Tecnológica de Isfahan con una disertación sobre la “identificación de neutrones”, según Ali Akbar Salehi, antiguo director de la Agencia de Energía Atómica de Irán y viejo amigo y colega.
Dirigió el programa de desarrollo de misiles de la Guardia y fue pionero en el programa nuclear del país. Como director de investigación del Ministerio de Defensa, desempeñó un papel clave en el desarrollo de aviones no tripulados de fabricación nacional y, según dos funcionarios iraníes, viajó a Corea del Norte para unir fuerzas en el desarrollo de misiles. En el momento de su muerte, era viceministro de Defensa.
“En el campo de la guerra nuclear, la nanotecnología y la bioquímica, Fakhrizadeh era un personaje a la altura de Qasem Soleimani, pero de forma totalmente encubierta”, dijo en una entrevista Gheish Ghoreishi, que ha asesorado al Ministerio de Relaciones Exteriores de Irán en asuntos árabes.
Cuando Irán necesitaba equipos o tecnología sensibles prohibidos por las sanciones internacionales, Fakhrizadeh encontraba la forma de obtenerlos.
“Había creado una red clandestina desde América Latina hasta Corea del Norte y Europa del Este para encontrar las piezas que necesitábamos”, dijo Ghoreishi.
Ghoreishi y un antiguo funcionario iraní dijeron que Fakhrizadeh era conocido como un adicto al trabajo. Tenía un comportamiento serio, exigía la perfección de su personal y no tenía sentido del humor, dijeron. Rara vez se tomaba tiempo libre. Y evitaba la atención de los medios de comunicación.
La mayor parte de su vida profesional era supersecreta, más conocida por el Mosad que por la mayoría de los iraníes.
Su carrera puede haber sido un misterio incluso para sus hijos. Ellos dijeron en una entrevista en la televisión que habían intentado armar las piezas de lo que hacía su padre basándose en sus comentarios esporádicos. Dijeron que habían adivinado que estaba involucrado en la producción de medicamentos.
Cuando los inspectores nucleares internacionales acudieron al país, les dijeron que no estaba disponible, que sus laboratorios y campos de pruebas estaban fuera del alcance de los visitantes. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, preocupado por las evasivas de Irán, congeló los activos de Fakhrizadeh como parte de un paquete de sanciones a Irán en 2006.
Aunque se lo consideraba el padre del programa nuclear iraní, nunca asistió a las conversaciones que condujeron al acuerdo de 2015.
El agujero negro que supuso la carrera de Fakhrizadeh fue una de las principales razones por las que, incluso cuando se completó el acuerdo, seguían existiendo dudas sobre si Irán seguía teniendo un programa de armas nucleares y sobre su grado de avance.
Irán ha insistido firmemente en que su programa nuclear tenía fines puramente pacíficos y que no tenía interés en desarrollar una bomba. El ayatolá Jamenei incluso emitió un edicto en el que declara que un arma de este tipo violaría la ley islámica.
Pero en 2011 los investigadores del Organismo Internacional de Energía Atómica llegaron a la conclusión de que Irán había “llevado a cabo actividades relevantes para el desarrollo de un dispositivo nuclear”. También dijeron que, aunque Irán había desmantelado su esfuerzo centrado en la construcción de una bomba en 2003, había continuado un trabajo significativo en el proyecto.
Según el Mosad, el programa de construcción de bombas había sido simplemente deconstruido y sus componentes dispersados entre diferentes programas y agencias, todo bajo la dirección de Fakhrizadeh.
En 2008, cuando el presidente George W. Bush estaba de visita en Jerusalén, el primer ministro Ehud Olmert le hizo escuchar una grabación de una conversación que, según funcionarios israelíes, tuvo lugar poco antes entre un hombre que identificaron como Fakhrizadeh y un colega. Según tres personas que dicen haber escuchado la grabación, Fakhrizadeh habló explícitamente de su esfuerzo en curso para desarrollar una cabeza nuclear.
Un portavoz de Bush no respondió a una solicitud de comentarios. El New York Times no pudo confirmar de forma independiente la existencia de la grabación o su contenido.
La programación de un ataque
Un robot asesino cambió profundamente los cálculos del Mosad.
Desde hace mucho tiempo, la organización tiene la regla de que no hay operativo sin rescate, lo que significa que es fundamental tener un plan infalible para extraer a los agentes de manera segura. No tener agentes sobre el terreno inclina la ecuación a favor de la operación.
Sin embargo, una enorme ametralladora computarizada y sin probar presentaba una serie de nuevos problemas.
El primero era cómo instalar el arma en el lugar adecuado.
Israel eligió un modelo especial de una ametralladora FN MAG de fabricación belga unida a un avanzado aparato robótico, según un funcionario de inteligencia familiarizado con la trama. El funcionario dijo que el sistema no era diferente del Sentinel 20 fabricado por el contratista de defensa español Escribano.
Pero en conjunto, la ametralladora, el robot, sus componentes y sus accesorios pesaban cerca de una tonelada. Por lo tanto, el equipo se dividió en las partes más pequeñas posibles y se introdujo de contrabando al país pieza por pieza, por diversas vías, rutas y horarios, y luego fue ensamblada nuevamente en secreto en Irán.
El robot fue diseñado para caber en la zona posterior de carga de una camioneta Zamyad, un modelo común en Irán. Se instalaron cámaras en la camioneta para darle a la sala de mando una imagen completa no solo del objetivo y su equipo de seguridad, sino también de los alrededores. Finalmente, la camioneta fue cargada con explosivos para que pudiera volar en pedazos tras el asesinato y así destruir cualquier posible evidencia.
Había otras complicaciones al disparar el arma. Una ametralladora montada en una camioneta, incluso estacionada, iba a temblar tras el impacto de cada disparo, lo que cambiaría la trayectoria de las siguientes balas.
Además, aunque la computadora se comunicaba con la sala de control por satélite y enviaba datos a la velocidad de la luz, habría un ligero retraso; lo que el operador veía en la pantalla habría pasado hace un instante, y ajustar el objetivo para compensar el desfase tomaría otro instante, todo esto mientras el automóvil de Fakhrizadeh seguía en movimiento.
El tiempo que tardaban las imágenes de la cámara en llegar al francotirador y la respuesta del francotirador en llegar a la ametralladora, sin incluir el tiempo de reacción humano, se calculó en 1,6 segundos, tiempo suficiente para fallar el mejor disparo.
La inteligencia artificial estaba programada para compensar el retraso, el temblor del impacto y la velocidad del automóvil.
Otro desafío era determinar en tiempo real que el conductor del auto era Fakhrizadeh y no uno de sus hijos, su esposa o un guardaespaldas.
Israel carece de las capacidades de vigilancia en Irán que tiene en otros lugares, como Gaza, donde utiliza drones para identificar un objetivo antes de un ataque. Un dron lo suficientemente grande como para hacer el viaje a Irán podría ser fácilmente derribado por los misiles antiaéreos de fabricación rusa de Irán. Y un dron que sobrevolara la tranquila campiña de Absard podría poner al descubierto toda la operación.
La solución fue estacionar un falso auto averiado en una intersección de la carretera principal donde los vehículos que se dirigían a Absard tenían que hacer un cambio de sentido. Ese vehículo tenía otra cámara.
Al amanecer del viernes, la operación se puso en marcha. Los funcionarios israelíes dieron un último aviso a los estadounidenses.
La camioneta azul Zamyad estaba estacionada en el arcén del bulevar Imam Jomeini. Los investigadores descubrieron más tarde que las cámaras de seguridad de la carretera habían sido desactivadas.
El recorrido
Cuando el convoy salió de la ciudad de Rostamkala en la costa del Caspio, el primer automóvil transportaba a un equipo de seguridad. Detrás venía el Nissan negro sin blindaje conducido por Fakhrizadeh, con su esposa, Sadigheh Ghasemi, a su lado. Dos autos de seguridad adicionales le seguían.
Ese día, el equipo de seguridad le había advertido a Fakhrizadeh de una amenaza en su contra y le había pedido que no viajara, según su hijo Hamed Fakhrizadeh y varios funcionarios iraníes.
Pero Fakhrizadeh dijo que tenía que dar una clase en la universidad en Teherán al día siguiente, según sus hijos, y que no podía hacerlo a distancia.
Ali Shamkhani, secretario del Consejo Nacional Supremo, dijo más tarde a los medios de comunicación iraníes que las agencias de inteligencia tenían incluso conocimiento de la posible ubicación de un intento de asesinato, aunque no estaban seguros de la fecha.
El Times no pudo comprobar si disponían de esa información concreta o si la afirmación era un esfuerzo de control de daños tras el vergonzoso fracaso de los servicios de inteligencia.
Irán ya había sido sacudida por una serie de ataques de alto perfil en los últimos meses que, además de asesinar líderes y dañar instalaciones nucleares, habían dejado en claro que Israel tenía una red eficiente de colaboradores dentro de Irán.
Las recriminaciones y la paranoia entre políticos y funcionarios de inteligencia no hicieron más que intensificarse tras el asesinato. Las agencias de inteligencia rivales —del Ministerio de Inteligencia y de la Guardia Revolucionaria— se culparon mutuamente.
Un exfuncionario de alto nivel de la inteligencia iraní dijo que había oído que Israel se había infiltrado incluso en el equipo de seguridad de Fakhrizadeh, que tenía conocimiento de los cambios de última hora en sus desplazamientos, la ruta y la hora.
Pero Shamkhani dijo que había habido tantas amenazas a lo largo de los años que Fakhrizadeh no las tomaba en serio.
Fakhrizadeh se negó a viajar en un vehículo blindado e insistió en conducir uno de sus propios vehículos. Cuando conducía con su esposa, pedía a los guardaespaldas que condujeran un carro separado detrás de él en lugar de ir con ellos, según tres personas familiarizadas con sus hábitos.
Es posible que Fakhrizadeh también encontrase atractiva la idea de ser un mártir.
“Déjenlos que maten”, dijo en una grabación que Mehr News, un medio conservador, publicó en noviembre. “Que maten todo lo que quieran, pero no nos detendrán. Han matado a científicos, así que tenemos la esperanza de convertirnos en mártires aunque no vayamos a Siria ni a Irak”.
Aunque Fakhrizadeh aceptara su destino, no estaba claro por qué los Guardias Revolucionarios asignados para protegerlo siguieron adelante con esas flagrantes fallas de seguridad. Sus conocidos solo dijeron que era testarudo e insistente.
Si Fakhrizadeh hubiera estado sentado en la parte trasera, habría sido mucho más difícil identificarlo y evitar la muerte de cualquier otra persona. Si el auto hubiera estado blindado y las ventanillas fueran a prueba de balas, el escuadrón de asalto habría tenido que utilizar munición especial o una bomba potente para destruirlo, lo que complicaría mucho el plan.
El ataque
Poco antes de las 3:30 p. m., la caravana llegó al cambio de sentido en Firuzkouh Road. El auto de Fakhrizadeh frenó hasta casi detenerse, por lo que los operadores pudieron identificarlo, así como a su esposa sentada a su lado.
El convoy cruzó a la derecha en el Boulevard Imam Khomeini, y el primer auto de la caravana se adelantó a la casa para inspeccionarla antes de que llegara Fakhrizadeh. Eso dejó el automóvil de Fakhrizadeh completamente expuesto.
El convoy redujo la velocidad debido a un rompemuelles que estaba justo frente a la Zamyad estacionada. Un perro callejero comenzó a cruzar la carretera.
La ametralladora disparó una ráfaga de balas que alcanzó la parte delantera del automóvil bajo el parabrisas. No está claro si estos disparos hirieron a Fakhrizadeh, pero el automóvil derrapó y se detuvo por completo.
El tirador ajustó la mira y disparó otra ráfaga, la cual golpeó el parabrisas al menos tres veces y a Fakhrizadeh al menos una vez en el hombro. El científico salió del auto y se agachó detrás de la puerta delantera abierta.
Según Fars News de Irán, otras tres balas le atravesaron la columna vertebral. Fakhrizadeh se desplomó en la carretera.
El primer guardaespaldas llegó desde un vehículo de persecución: Hamed Asghari, campeón nacional de judo, con un rifle en la mano. Miró a su alrededor en busca del asaltante, aparentemente confundido.
Ghasemi corrió hacia su esposo. “Me quieren matar, debes irte”, le dijo, según sus hijos.
Ghasemi le dijo a la televisión estatal iraní que se sentó en el suelo y sostuvo la cabeza de su esposo en su regazo.
El Zamyad azul explotó.
Esa fue la única parte de la operación que no salió como estaba previsto.
La explosión pretendía hacer pedazos el robot para que los iraníes no pudieran juntar las piezas de lo que había sucedido. En lugar de ello, la mayor parte del equipo salió despedido por los aires y luego cayó al suelo, con daños irreparables pero prácticamente intactos.
La evaluación de los Guardias Revolucionarios —que el ataque fue llevado a cabo por una ametralladora a control remoto “equipada con un sistema de satélite inteligente” que utiliza inteligencia artificial— fue correcta.
La operación completa duró menos de un minuto. Se dispararon 15 balas.
Los investigadores iraníes señalaron que ninguna de ellas alcanzó a Ghasemi, sentada a centímetros de distancia, precisión que atribuyeron al uso de un software de reconocimiento facial.
Hamed Fakhrizadeh se encontraba en la casa familiar en Absard cuando recibió una llamada urgente de su madre. Llegó en cuestión de minutos a lo que describió como un escenario de “guerra total”. El humo y la niebla le obstaculizaban la vista, y podía oler la sangre.
“Esto no fue un simple ataque terrorista en el que alguien vino, disparó un arma y salió corriendo”, dijo tiempo después en la televisión estatal. “Su asesinato fue mucho más complicado de lo que creemos y sabemos. Mi padre era un desconocido para el pueblo iraní, pero era bien conocido por aquellos que son enemigos del desarrollo de Irán”.
Fuente: nytimes.com