Una nueva planta en EU ofrece un rayo de esperanza a la captura de carbono
Cuando la Estación de Generación W.A. Parish en Texas (EU) se reabra este año, se convertirá en la planta energética de carbón más grande del mundo con un sistema readaptado de captura de carbono. Pero la iniciativa tal vez sea más interesante por otro motivo: está cumpliendo con los plazos y el presupuesto.
Como explica un informe publicaco por Scientific American, la planta empleará un sistema recién instalado para capturar el 90 por ciento del dióxido de carbono generado durante la combustión. Según los que participan en su desarrollo, el proyecto ha logrado mantenerse gracias a un sólido diseño y unos márgenes de planificación bien ajustados desde el inicio.
El enfoque de capturar carbono solo es una de las estrategias existentes para podamos seguir operando plantas de carbón al tiempo que se cumplen los objetivos de emisiones fijados por el acuerdo climático de París (Francia).
Pero otros intentos de desarrollar llamadas centrales eléctricas de carbón limpias hasta ahora se han visto plagados de problemas financieros. El proyecto Kemper en Misisipi (EU), con un presupuesto original de 2 mil 150 millones de euros, ahora parece que acabará costando más de más de 6 mil 200 millones de euros, aproximadamente el triple del presupuesto inicial. Peabody Energy se vio obligada a declararse en bancarrota recientemente después de invertir cientos de millones de euros en labores de I+D de carbón limpio.
Sin embargo, tal vez no sea justo comparar directamente el proyecto Kemper con la Central Eléctrica W.A. Parish. Kemper es un tipo totalmente nuevo de central energética que podría servir como ejemplo para futuras plantas de combustibles fósiles. El proyecto de la central W.A. Parish, por otra parte, añade una tecnología conocida a una infraestructura existente. Aun así, haber conseguido controlar los costes ofrece un pequeño rayo de esperanza para el carbón limpio.
Pero no se deje engañar: cumplir con el presupuesto no significa que sea barato. En total, un consorcio formado por empresas energéticas y bancos estadounidenses y japoneses, junto con el Departamento de Energía, han invertido unos 900 millones de euros en el programa. Ese enorme coste será recuperado al emplear el dióxido de carbono capturado para obligar al petróleo de los últimos pozos obstinados a salir hacia fuera.
Por desgracia, ese petróleo no tiene demasiadas probabilidades de ser quemado mediante técnicas de captura de carbono.
Fuente: tecnhologyreview.es