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Un pulpo utiliza sensores de sabor en sus ventosas para detectar sustancias químicas nocivas

Mediante el tacto los pulpos pueden discernir qué alimentos han comenzado a pudrirse

Un equipo de químicos moleculares y celulares y biólogos de la Universidad de Harvard y de la Universidad de California en San Diego ha descubierto que al menos un tipo de pulpo tiene en sus ventosas sensores gustativos que le permiten detectar sustancias químicas nocivas. En su estudio el grupo puso a prueba la capacidad de detección de los pulpos de dos manchas de California (Octopus bimaculoides).

Investigaciones anteriores han demostrado que la parte inferior de los brazos de los pulpos es sensible: se los ha observado eligiendo fuentes de alimento debajo de rocas que estaban fuera de la vista, solo como ejemplo.

En este nuevo esfuerzo, los investigadores observaron que las investigaciones también han demostrado que las madres pulpo examinan sus huevos rutinariamente, desechando los que ya no son viables y parecen saber cuáles se han echado a perder con solo tocarlos. Para descubrir cómo los cefalópodos logran tales hazañas, los investigadores realizaron un estudio de sus ventosas.

Los investigadores observaron ejemplos de pulpos en acción mientras probaban y desechaban huevos en mal estado. Posteriormente, observaron las partes externas de los huevos desechados con un microscopio electrónico y descubrieron que estaban cubiertas de microbios. Sospechando que los pulpos detectaban los microbios o materiales que producen, el equipo de investigación los raspó y se dedicó a identificarlos. Descubrieron que aproximadamente 300 de ellos eran más comunes en los huevos podridos que en los que aún eran viables.

A continuación, obtuvieron muestras de sustancias químicas producidas por algunos de los microbios de ese grupo de huevos podridos y las colocaron en una placa de Petri con células sensoras de pulpo diseñadas específicamente para este fin. Los pulpos reaccionaron a ellos de maneras que no lo hicieron cuando se expusieron a las sustancias químicas producidas por otros microbios extraídos de huevos de pulpo sanos. Pruebas posteriores demostraron que se encontraron microbios similares en los cuerpos de cangrejos que los pulpos se negaron a comer porque estaban en mal estado.

Los investigadores sugieren que los pulpos poseen sensores en sus ventosas capaces de detectar las sustancias químicas producidas por los microbios que han descompuesto el biomaterial en descomposición. Mediante el tacto, los pulpos pueden discernir cuáles de sus huevos se han echado a perder y qué alimentos han comenzado a pudrirse.

«El microbioma actúa casi como un traductor químico», dice Rebecka Sepela del Departamento de Biología Molecular y Celular de Harvard. «Integra señales ambientales, como cambios de temperatura o niveles de nutrientes, y produce moléculas que le indican al pulpo cómo comportarse».

Este «lenguaje» microbiano cambia constantemente en respuesta a las condiciones ambientales, y el pulpo está en sintonía con estos cambios. Una superficie cubierta de comunidades microbianas sanas podría desencadenar un comportamiento de crianza; otra, con señales microbianas de descomposición, podría ser evitada o indicar una comida.

El estudio se ha publicado en la revista Cell: Environmental microbiomes drive chemotactile sensation in octopus

Fuente: vistaalmar.es

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