Un experimento revela que son capaces de reconocer por el tacto elementos que han visto previamente, una habilidad que no se creía que tuvieran los insectos
Jarabe de agua azucarada fue su único incentivo. Ciento veintiocho abejorros escogidos de cinco colonias distintas en Reino Unido fueron entrenados en la Universidad Queen Mary de Londres para aprender a reconocer en la oscuridad, sólo por el tacto, objetos que habían visto previamente. Y lo consiguen con apenas un millón de neuronas -las personas tenemos alrededor de 100.000 millones-.
“El tiempo de aprendizaje para un abejorro puede variar, pero es del orden de dos o tres días, lo que demuestra su capacidad e inteligencia de aprendizaje. Curiosamente, a veces pueden ser un poco temperamentales y hay que tener un poco de paciencia”, relata a este diario la investigadora de la Universidad de Bath Selene Gutiérrez Al-Khudhairy, una de las científicas que ha mostrado, por primera vez, que una especie de insecto tiene esta habilidad para distinguir objetos conocidos tocándolos. Sus resultados se publican este jueves en la prestigiosa revista Science.
Esta capacidad, común en los seres humanos pero que en el reino animal sólo se pensaba que tenían los primates, las ratas, los delfines y una especie de pez se denomina ‘reconocimiento intramodal de objetos’ o ‘integración sensorial intramodal’ y básicamente consiste en la capacidad de imaginar un objeto. La utilizamos, por ejemplo, cuando buscamos las llaves en el bolso o en un bolsillo introduciendo la mano y las distinguimos de otros objetos por su forma, sin necesidad de verlas.
No obstante, como matiza en una nota de prensa Cwyn Solvi, líder de la investigación, “esto no significa que estos insectos experimenten el mundo de la misma forma que las personas pero sí demuestra que en sus cabezas hay mucho más de lo que habíamos dado por hecho”.
El abejorro, cuenta Gutiérrez, son “un modelo ideal” para este tipo de experimentos que requieren muchos ejemplares pues se entrena con facilidad y rapidez: “Es un insecto altamente inteligente que puede aprender todo tipo de cosas, por ejemplo, puede contar, usar herramientas y aprender a través de la observación. Además, las colonias son muy fáciles de criar en un entorno contenido, a diferencia de otras especies de abejas que necesitan espacios extensos para buscar comida. Pueden hacerlo tanto si hay luz como si están a oscuras, algo necesario para llevar a cabo nuestros experimentos”, explica la científica.
Los científicos entrenaron a estos insectos para distinguir objetos de forma cuadrada y esferas utilizando como gancho o recompensa agua azucarada. Comprobaron sus avances sometiéndolas a las mismas pruebas con luz y oscuridad.
Esta nueva investigación se suma a otros estudios recientes que han mostrado que ciertas especies animales tienen capacidades que no se sospechaba que pudieran tener: “Hasta hace poco, la percepción popular y de los científicos era que las abejas responden a estímulos externos de manera autómata, más parecida a un robot que a un ser con capacidad cognitiva o que percibe su entorno. Últimamente, la sociedad ha cambiado radicalmente de opinión en cuanto a considerar el bienestar y el respeto a la calidad de vida de animales que hace cincuenta años sería difícil de entender”, reflexiona Gutiérrez.
Como ejemplo, menciona cómo “la sociedad está más concienciada de que animales (como simios, ballenas, delfines, etc.) tienen altas capacidades intelectuales, especialmente de comunicación y de sociedad: “A veces nos preguntamos, ¿cómo de pequeño puede ser un animal para que tenga un cierto nivel de consciencia que nosotros respetemos? Nuestro estudio demuestra que estas capacidades cognitivas de los abejorros se pueden cuantificar y son sorprendentemente más altas de lo se esperaba”.
El siguiente pasó será investigar si otras familias de insectos son capaces de demostrar la capacidad del reconocimiento intramodal de objetos. “Si descubrimos que esto es una habilidad generalizada entre los insectos, podríamos concluir que tener la capacidad de “imaginar” objetos (o imaginación mental) se remonta a sus antecesores del periodo cámbrico. Es decir, esta capacidad podría haber evolucionado hace 500 millones de años. Alternativamente, una comparación con otros insectos podría revelar que es una habilidad única perteneciente a insectos inteligentes como a los abejorros”.
Fuente: elmundo.es