Orcas vengativas, cisnes asesinos y otras historias de animales que plantan cara al ser humano
El periodista científico y divulgador Roberto Inchingolo publica un libro donde recopila casos de especies que se rebelan contra el ‘statu quo’ del Antropoceno
A sus 37 años, Anthony Hensley tenía un oficio fuera de lo común en una zona residencial de Des Plaines, Chicago. Trabajaba como vigilante, pero lo que vigilaba no era la entrada de cacos o merodeadores. Su labor, en cambio, consistía en vaciar de ocas los estanques ornamentales de la zona, para lo cual su empresa se especializaba en una técnica basada en la introducción de cisnes y perros, que espantarían a las otras aves.
El 14 de abril de 2012, Hensley cruzó en kayak uno de los lagos artificiales de la urbanización rumbo a un nido de cisnes instalado por su compañía. A las aves, ese día, no les pareció bien la intromisión del humano en sus dominios. Aunque muy apreciados por los seres humanos por motivos simbólicos y estéticos, son animales territoriales muy agresivos cuando ven amenazados sus huevos. El vigilante intentó huir en su embarcación, pero fue en vano. Acosado por los animales, murió ahogado en aquel estanque diseñado por la mano del hombre.
Es esta una anécdota trágica, inusual y, según el periodista y naturalista italiano Roberto Inchingolo, inevitablemente cómica. Uno esperaría ser despedazado por un oso pardo, devorado por un tigre o engullido por un tiburón, pero no asesinado por un cisne. Desde luego, resulta inesperado morir a manos de un ave que, con su cuello alargado y su apariencia etérea, ha hecho las delicias de nuestro imaginario. Pero, alerta Inchingolo, una cosa es la idea antropocéntrica que construimos en torno a un animal y otra muy distinta su naturaleza auténtica.
En La venganza de las orcas. Historias de resistencia animal (Alianza, 2025), el italiano recoge una serie de historias que le sirven para defender su postura, a saber: en el Antropoceno, era en la que la mano humana es el factor principal que propicia los cambios en la naturaleza, los animales se enfrentan a una tensión adaptativa sin precedentes. Algunas especies modifican sus hábitos y se adaptan a una velocidad pasmosa. Otras son incapaces de seguir el ritmo vertiginoso de cambios y no logran acoplarse a las «reglas de juego humanas».
Como ejemplo de los primeros, aquellos que logran acostumbrarse a la presencia humana e incluso beneficiarse de esta, Inchingolo recupera la historia evolutiva de los perros, cuyo ancestro es común al del lobo. Algunos de los especímenes más dóciles se aproximaron a los asentamientos humanos, donde comenzaría su estrecha asociación con el Homo sapiens y su diferenciación taxonómica.
Todos los animales domésticos, al menos los tradicionales, siguieron esta misma senda. Cerdos, caballos y vacas, por listar algunos, vieron recompensada su mayor docilidad con alimentación constante asegurada y una defensa contra los depredadores.
Sin embargo, no todas las adaptaciones son tan celebradas como las mencionadas, sobre todo si hablamos de las que han ocurrido en tiempos recientes. A modo ilustrativo de esto último el periodista señala la alarma que ha generado la proliferación en zonas suburbanas europeas de jabalíes.
«No es que la ciudad haya ido al bosque, es que hemos colocado el bosque en nuestra ciudad», argumenta Inchingolo. La periferia de las ciudades, ajardinadas y acondicionadas para dar una apariencia más «amigable con la naturaleza» se convierte en un nuevo ecosistema muy apetecible para especies como el jabalí. Sin depredadores a la vista y con abundante comida en las basuras, encuentran aquí un lugar en el que la vida es mucho más viable que en zonas más «salvajes». «Puede que estemos viviendo una nueva domesticación del jabalí», reflexiona el periodista.
Más llamativas aún son las páginas que Inchingolo dedica a las especies que se adaptan no ya para subsistir en «territorio humano» sino para, directamente, «rebelarse» ante la hegemonía del Homo sapiens. Una posibilidad que se abre entre los animales más inteligentes o avanzados a nivel cognitivo.
De la inteligencia de los córvidos se han escrito ríos de tinta. Esta familia de aves, a la que pertenecen urracas y cuervos, muestran altísimos niveles de adaptación a los entornos modificados por el hombre. Algunos, por ejemplo han pasado de cazar desde las alturas a esperar pacientemente cerca de una carretera a que sus presas sean arrolladas por un coche.
También son capaces de enfrentarse a los seres humanos y hacerles «jugarretas» cuando se pasan de listos. Gracias a su memoria prodigiosa pueden acordarse del rostro de alguien que les haya «afrentado» y atacarle pasado un largo periodo tiempo. Más aún, se ha podido comprobar que, en zonas urbanas, están empezando a utilizar para sus nidos las placas de pinchos que originalmente se instalan en los edificios para alejar a aves como ellas.
Otras formas imaginativas de rebeldía se han podido ver entre los cefalópodos. Inchingolo consigna la historia de varios pulpos utilizados para experimentar en laboratorios que han llevado a cabo fugas y otros actos de protesta como cortocircuitar las lámparas de los acuarios para poder descansar tranquilos. Uno de estos animales, incluso, protagonizó un acto de «desobediencia civil» en la universidad de Millersville, Pensilvania: insatisfecho con el trozo de calamar que se le había ofrecido para comer, se acercó al desagüe y, después de asegurarse de que la investigadora lo estaba viendo, arrojó el alimento por el sumidero.
Pero son las orcas los animales que más recientemente han mostrado su desafección a la presencia humana en su entorno. Posteriormente a la pandemia, se han notificado varios casos de grupos de hasta doce orcas que, en las costas de España y Portugal, han atacado embarcaciones de lujo. Empujándolas y atacando su timón, las han inutilizado e incluso hundido en un acto de odio aparentemente indiscriminado. Esta furia, además, se limita a las embarcaciones y nunca se ha traducido en ataques a los tripulantes una vez caen al agua.
Las orcas —animales que, como los dos ejemplos anteriores, tienen un sistema cognitivo muy desarrollado— habrían aprendido estas maniobras de uno de sus congéneres, todo un vanguardista del que el resto aprendió. Lejos de ser una conducta heredada por vías evolutivas, este método de resistencia habría sido transmitido por un mero «boca a boca».
Según elucubra Inchingolo, estas agresiones, muy bien organizadas, probablemente se deban a una relación causal que han establecido las orcas con la falta de alimento y la proliferación de estos barcos en sus aguas. Al fin y al cabo, a ojos de estos cetáceos, el casco de las embarcaciones no son otra cosa que bestias que compiten por arrebatarles su primacía. «Para ellos —concluye el periodista italiano— somos extrañas bestias de carne y al mismo tiempo de metal». Puede, incluso, que consideren que «somos las crías de los barcos».
Fuente: elespanol.com