Los murciélagos vampiro podrían explicar cómo socializamos
Un nuevo estudio muestra que los murciélagos vampiro que conviven durante solo una semana forjan vínculos estrechos que duran meses
El confinamiento nacional para contener la covid en 2020 fue una situación nunca vista para la gran mayoría de las personas. Sin embargo, la comunidad científica pronto se dio cuenta de que los seres humanos no somos tan originales. No somos la única especie que mantiene la distancia social para evitar la propagación de una enfermedad: los murciélagos vampiro también lo hacen.
Este es solo un parecido de entre tantos que tenemos con estos mamíferos voladores. Ellos también son de las pocas especies donde los favores entre individuos se devuelven más adelante. Los favores de los vampiros consisten en acicalarse mutuamente y (en el caso de las hembras) regurgitar la sangre que extraen de otros animales para alimentar a quien lo necesita.
Pero lo más sorprendente que compartimos con los vampiros es nuestra manera de formar vínculos sociales. Hace unos meses, un estudio constató que los murciélagos vampiro hembra que comparten dormidero no salen a cazar juntas necesariamente, pero se suelen reencontrar y cooperan durante la caza. Podrían reconocerse mediante la voz, compartiendo información sobre dónde están las presas o dónde hay una herida abierta de la que se puedan alimentar.
Trío de murciélagos
Ahora, otro estudio publicado en Biology Letters va más allá: muestra que con una convivencia estrecha de solo una semana se forjan vínculos que duran meses. Como si de estudiantes se tratara, las “residencias universitarias” marcan a estos murciélagos durante mucho tiempo.
Este tipo de comportamiento es difícil de comprobar mediante la pura observación, por eso el equipo investigador diseñó un ingenioso experimento social para estudiar cómo se relacionan los vampiros.
El equipo eligió tres dormideros de murciélagos vampiro lejanos entre sí, y capturó siete hembras de cada uno. En una primera fase de seis semanas, los 21 vampiros convivieron todos juntos, hasta que se les separó en siete grupos. Cada grupo tenía un murciélago de cada uno de los dormideros iniciales. Así, el equipo científico forzó a tres vampiros casi desconocidos a vivir juntos durante una semana en la segunda fase del experimento. Después, para la tercera fase, todos los vampiros volvieron a convivir durante otras nueve semanas.
¿Cómo medir las interacciones sociales de los vampiros? El equipo científico decidió observar cuándo se acicalaban unos a otros. Para eso instalaron cámaras térmicas que detectaban el movimiento, y midieron las interacciones de 5 segundos o más durante todas las fases del experimento.
Confrontaron las interacciones entre murciélagos antes y después de la convivencia forzada, y además compararon tres grupos de murciélagos: los que habían convivido en el mismo trío durante la semana central del experimento, los que compartían dormidero antes del experimento y los de distintos dormideros que no habían convivido en trío.
Nueve semanas de relación
Como era de esperar, la convivencia en trío favoreció las interacciones entre los murciélagos al comienzo de la tercera fase del experimento. Pero, para la sorpresa del equipo investigador, esta tendencia se mantuvo hasta el final. Los murciélagos del mismo trío se acicalaban entre sí más que los de los otros dos grupos durante las nueve semanas.
Es cierto que ya en la primera fase, algunos de los murciélagos que acabarían conviviendo en trío ya estaban comenzando a interactuar entre sí. Pero el análisis estaba enfocado a estudiar el efecto de la convivencia en grupos pequeños, así como su duración.
Lo más extraordinario de este experimento es que los vampiros preferían interactuar con sus nuevas “compañeras de piso” que con las compañeras de dormidero con las que habían convivido durante mucho más que una semana. Es más, el equipo investigador destaca que no cabe ninguna duda de este efecto, ya que se observó claramente en todos los análisis estadísticos que se aplicaron a los datos.
Esta es otra característica más que compartimos los humanos con los murciélagos vampiros: la convivencia estrecha forja lazos muy fuertes incluso si se da durante poco tiempo. Pero de aquí a desentrañar las claves de cómo se crean los vínculos sociales en la naturaleza hay un trecho.
Fundamentalmente misterioso
No se trata solo de conocernos mejor como personas, y saber qué comportamientos sociales llevamos en nuestra esencia animal. También es una cuestión del bienestar de los propios animales, ya que su manera de socializar afecta a su salud, su supervivencia y el éxito reproductivo que tengan.
Aún quedan muchas preguntas por responder, y para hacerlo habrá que estudiar el comportamiento de otros animales. ¿Se relacionan con los individuos que son más similares a ellos, o los opuestos se atraen? ¿La convivencia garantiza los vínculos estrechos, o hace falta cooperación inicial para que se creen estos lazos?
Este experimento en murciélagos vampiro, según destaca Gerald Carter, ya muestra que convivir, aunque sea de manera forzada, causa un vínculo social. Carter es profesor de evolución, ecología y biología de los organismos en la Universidad Estatal de Ohio. Quizá esta conclusión explique el hecho de que aún conservemos la amistad con aquel compañero de piso de la carrera o incluso aquella amiga con quien compartiste habitación en un campamento de verano.
Como recuerda Carter, “el proceso de cómo se forman los lazos sociales es algo fundamentalmente misterioso que interesa a mucha gente, pero cada cual tiene su propia interpretación de cómo ocurre”. Trabajos como este, es de esperar, nos ayudarán a ponernos de acuerdo.
Fuente: larazon.es