La hembra serpiente domina y muchas veces cuasi consume al macho, nuevos descubrimientos de su sexualidad

Cuando el biólogo venezolano Jesús Rivas retiró una anaconda hembra de una orgía de serpientes para poder examinarla, se encontró con una sorpresa.

Su cuerpo hinchado sugería que estaba llena de comida, así que Rivas esperó a que vomitara, pues suelen hacerlo si han comido demasiado o si están estresadas.

Pero, en lugar de la típica presa, comenzó a salir de su boca la cola de un reptil.

“Era una anaconda”, dice Rivas, quien es herpetólogo (experto en el estudio de anfibios y reptiles) en la Universidad Highlands de Nuevo México, en Las Vegas, EE.UU.

“Y el hemipene estaba ahí, así que era un macho”.

La hembra había devorado a una de sus últimas parejas sexuales, un fenómeno que se conoce como canibalismo sexual.

Y esta sorprendente acción evidencia lo poco que sabíamos sobre las relaciones sexuales de las serpientes.

En las anacondas, el canibalismo sexual sólo ocurre en una dirección: la hembra consume (literalmente) al macho.

Las hembras dominan

Anteriormente, los científicos habían asumido que las serpientes hembra son sumisas durante el cortejo y el apareamiento, pero ahora está claro que juegan un rol dominante.

Rivas cree que ese sesgo interpretativo se debió a que la mayoría de quienes lo investigaron en un principio fueron hombres.

Pero lo cierto es que las serpientes hembra son físicamente imponentes, así que no sorprende que puedan dominar —e incluso tragarse— a sus compañeros sexuales.

En muchos animales, los machos son más grandes que las hembras, pero en el caso de las serpientes ocurre al revés.

En las anacondas, las hembras miden casi cinco veces más que los machos. Esa es la mayor diferencia de tamaño entre sexos en cualquier vertebrado terrestre. Y la razón es que les ayuda a asegurarse un compañero.

Además, las serpientes macho no muestran el típico comportamiento territorial que corresponde a su sexo en otros animales.

Normalmente, prefieren cortejar a las hembras más grandes porque eso significa que son más fértiles y tienen más probabilidades de sobrevivir.

Pero no está muy claro cómo lo deciden, porque las serpientes son un poco cortas de vista, así que tal vez no pueden diferenciar bien su tamaño desde lejos.

Tal vez la clave reside en que el cortejo lo inician ellas. Las hembras expulsan feromonas de su piel cuando terminan su hibernación para atraer a los machos.

“Ellos se vuelven locos”, dice Rivas. Y esas feromonas incluyen información sobre cómo son ellas.

Michael LeMaster, del Departamento de Biología de la Universidad de Western Orego, EE.UU., descubrió que el olor que emiten las culebras rojas puede transmitir datos sobre su tamaño.

“Nos sorprendió encontrar que el atractivo sexual femenino dependía, en parte, de su tamaño”, dice LeMaster.

Sin embargo, las feromonas no lo explican todo, porque los pretendientes necesitan acercarse a ellas para poder detectarlas.

“Amor verdadero”

Otro aspecto sobre la sexualidad de las serpientes sobre el que estábamos equivocados es su patrón de apareamiento.

Se pensaba que la poliginia, que ocurre cuando un macho se aparea con varias hembras, era la norma. Pero no es así de simple.

Es muy habitual para algunas serpientes macho sentirse atraídas hacia la misma hembra.

En la región malasia de Borneo, una serpiente hembra voladora fue fotografiada en un enredo sexual con cuatro machos.

Todos ellos se movían como si fueran uno solo siguiendo a la hembra, trasladándose entre los arbustos durante media hora, y se cree que los machos estaban compitiendo entre sí por ocupar la posición principal para copular.

Por otra parte, las anacondas verdes suelen quedarse inmóviles en el barro o aguas poco profundas mientras los machos hacen el esfuerzo de moverse a su alrededor.

Suelen tener unos 12 pretendientes que se enroscan a su alrededor en un ritual que puede llegar a durar un mes.

Rivas recuerda cómo vio a una anaconda macho perseguir a una hembra bastante grande y tener sexo con ella después, desechando otras posibles oportunidades que le quedaban más cerca.

“Es lo más próximo al amor verdadero que puedes encontrar en una serpiente”, explica.

Hasta 100 machos

El cortejo de las culebras puede ser todavía más extremo.

En Manitoba, Canadá, una sola hembra puede ser perseguida por hasta 100 machos que se deslizan uno encima de otro formando una “bola de apareamiento”.

Pero las culebras sólo actúan así en ciertos lugares. No ocurre, por ejemplo, en la parte continental de Estados Unidos, dice Rivas. Y no se sabe muy bien por qué.

El problema con estas orgías de serpientes es que no queda claro cuál de los machos —o si alguno de ellos— logra producir descendencia.

Pero una cosa está clara: las hembras eligen.

“La hembra ‘decide’ en última instancia cuándo abrir su cloaca para permitir que ocurra el apareamiento”, dice LeMaster.

Además, usan contracciones genitales para controlar la duración del acto y pueden interrumpirlo si no les satisface.

“El más fuerte o persistente es probablemente el que logrará aparearse con la hembra y tener una descendencia más fuerte”, dice Mark O’Shea, un herpetólogo de la Universidad de Wolverhampton, en Reino Unido.

Rivas cree que las hembras son capaces de usar su sentido del tacto para percibir las diferencias entre machos.

Pero en cualquier caso, no necesitan elegir sólo a uno y suelen aparearse con varios, a diferencia de ellos, que normalmente se apegan a una hembra.

“Los machos invierten mucha energía en tratar de encontrar hembras”, dice Rivas, quien cree que la poliandria —cada hembra se aparea con varios machos— es un sistema ancestral entre las serpientes.

Rivas cree que aparearse con varios machos les permite producir una descendencia más saludable, descartando el semen de aquellos que son incompatibles o enfermizos, pues pueden almacenar los espermatozoides en su aparato reproductor durante meses e incluso años.

Castidad y otros trucos masculinos

Pero entonces, ¿cómo hacen los machos para ser exitosos?

Las serpientes ratoneras rojas que acaban de copular emiten una feromona especial que evita que los machos pierdan el tiempo persiguiéndolas.

Pero algunos machos juegan un rol más activo.

Por ejemplo, en el caso de las culebras, producen una sustancia gelatinosa que bloquea el aparato reproductor femenino tras aparearse y así evitar que ella vuelva a hacerlo.

Estos “tapones” no suelen ser efectivos al 100%. De hecho, suelen soltarse.

Pero tienen otro rol, además de fomentar la castidad. Están llenos de esperma, el cual puede liberarse de manera gradual a medida que se disuelven.

Un macho también puede ganar ventaja siendo el último en aparearse con una hembra, pues el último esperma llega antes a su destino.

Eso podría explicar por qué las anacondas tienen encuentros sexuales tan largos.

Pero, volviendo al punto de partida, puede que los machos no quieran quedarse enredados a ellas durante demasiado tiempo: hacerlo puede tener como consecuencia ser devorados.

Las hembras de anaconda no siempre se comen a sus parejas, y no se sabe bien cuándo eligen hacerlo. Probablemente les aporta nutrientes, lo cual podría ser útil porque ayunan durante siete meses mientras están embarazadas.

Todavía quedan muchos misterios por resolver en lo que respecta a la sexualidad de las serpientes.

Y es que son tan sigilosas que es difícil observarlas en acción.

Pero podemos decir que sus hábitos de apareamiento son bastante similares a los de las arañas. En ambos casos, ellas con más grandes, ellos compiten para fertilizarlas y ellas encuentran la manera de controlar con quién se aparean.

Y, por último, ellos corren el riesgo de ser devorados por su compañera.

Por qué dos grupos tan diferentes —que tuvieron un antepasado común por última vez hace cientos de millones de años, cuando la vida animal sólo existía en el mar— han evolucionado de manera tan similar en su estilo de apareamiento, es algo que nadie ha logrado resolver aún.

Fuente: bbc.com