La acidificación de los océanos causa la pérdida de olfato en los peces
El ácido carbónico de los océanos, que se forma cuando el elevado nivel de dióxido de carbono (CO2) es absorbido por el agua, dejando a los peces vulnerables porque afecta su capacidad para detectar olores.
La investigadora de la Universidad de Exeter, Cosima Porteus, que dirigió el estudio, afirma que esta investigación es la primera en examinar el impacto del aumento de dióxido de carbono en el océano sobre el sistema olfativo de los peces.
«Primero comparamos el comportamiento de la lubina juvenil con los niveles típicos de CO2 en las condiciones oceánicas actuales, y los previstos para el final del siglo», explica la científica. El resultado fue que las lubinas en aguas ácidas nadaban menos y tenían menos probabilidades de responder cuando se encontraban con el olor de un depredador. Además, estos peces también eran más propensos a ‘congelarse’, lo que indicaba ansiedad.
Expertos de la Universidad de Exeter, en colaboración con científicos del Centro de Ciencias del Mar (CCMar, en Faro, Portugal) y el Centro de Ciencias del Medio Ambiente, Pesca y Acuicultura (Cefas), también probaron la capacidad olfativa de la lubina para detectar olores diferentes. Así, hicieron esto registrando la actividad en el sistema nervioso mientras su nariz estaba expuesta al agua con diferentes niveles de CO2 y acidez.
«El sentido del olfato de la lubina se redujo a la mitad en agua de mar que se acidificó con un nivel de CO2 previsto para el final del siglo. Su capacidad para detectar y responder a algunos olores asociados con los alimentos y las situaciones amenazantes se vieron más afectadas que en otros olores –relata Porteus–. Creemos que esto se explica por el agua acidificada que afecta cómo las moléculas odorantes se unen a los receptores olfativos en la nariz del pez, reduciendo la capacidad de distinguir estos estímulos importantes».
Los científicos también estudiaron cómo el elevado CO2 y la acidez en el agua afectaron los genes que se expresan en la nariz y el cerebro de la lubina y encontraron evidencia de la expresión alterada de muchos de los involucrados en la detección de olores y el procesamiento de esta información. Aunque solo se usaron lubinas en el estudio, los procesos implicados en el sentido del olfato son comunes a muchas especies acuáticas y, por lo tanto, los hallazgos deberían aplicarse de manera muy amplia.
«Quería examinar si los peces tenían alguna capacidad para compensar este sentido del olfato reducido, pero descubrí que en lugar de aumentar la expresión de genes para receptores de olores en la nariz, hacían lo contrario, lo que agravaba el problema», comenta Porteus.
Por su parte, el profesor Rod Wilson de la Universidad de Exeter, señala que los resultados son «intrigantes» y muestran que el CO2 impacta directamente en la nariz del pez.
«Esto se sumará al impacto del CO2 en su función central del sistema nervioso sugerida por otros anteriormente, que proponía un procesamiento deficiente de la información en el cerebro –explica–. Todavía no se sabe cómo de rápido podrán los peces superar estos problemas a medida que el CO2 se eleve en el futuro. Sin embargo, tener que lidiar con dos problemas diferentes causados por el CO2, en lugar de solo uno, podría reducir su capacidad de adaptación o cuánto tiempo llevará».
Fuente: europapress.es