Jóvenes restauran manglares rojos en el lago de los siete colores de México

Estudiantes utilizan métodos de cultivo aztecas para restaurar plantas afectadas por la deforestación

El proyecto de reforestación de manglar rojo comenzó en 2020 cuando Martín Maas, profesor de biología del Colegio de Bachilleres de Bacalar, en el estado mexicano de Quintana Roo, invitó a los estudiantes Mariana Gil y Gerardo Blanco a participar en un concurso para diseñar un proyecto de conservación ambiental en su comunidad.

Los alumnos, que en ese entonces tenían 16 años, decidieron trabajar con la reforestación del manglar rojo en la municipalidad de Bacalar, en la península de Yucatán. El lago de los siete colores, como se conoce a la laguna por las diferentes tonalidades de azul del agua, es un destino turístico popular en la región y Gil había visto de primera mano los impactos que la deforestación de los manglares estaba teniendo en su comunidad.

“Antes los huracanes afectaban al pueblo, pero no se veían tantas consecuencias como ahora”, explicó. “Ya se llegan a inundar horrible las zonas costeras y las zonas bajas del pueblo”, agregó Gil.

Los manglares actúan como un sistema de protección contra tormentas tropicales: disminuyen la erosión del suelo y retienen los sedimentos que provienen de zonas elevadas. En la región del Caribe, donde se encuentra Bacalar, se han registrado al menos 67 tormentas tropicales de 1980 a 2019, y al menos 14 solo el año pasado, de las cuales ocho fueron huracanes y dos se intensificaron hasta convertirse en huracanes de gran intensidad con vientos que alcanzaron alrededor de 179 kilómetros por hora. Sin la protección de los manglares, la destrucción de estas tormentas incrementa.

La costa oeste ha sufrido mayor pérdida de manglares a causa del desarrollo urbano y turístico. Bacalar tiene dos de las cuatro especies de manglar que existen en México: Manglar rojo (Rhizophora mangle) y Manglar Botoncillo (Conocarpus erectus). Ambas se encuentran amenazadas y están protegidas bajo la norma NOM059, que se encarga de identificar las especies de flora y fauna en riesgo de extinción en territorio mexicano.

El rescate del manglar

A nivel local, no se ha calculado el área deforestada del manglar en la laguna de Bacalar.

Los únicos datos disponibles son sobre la perturbación de manglar a nivel nacional y estatal. Sobre este último, según el Sistema de Monitoreo de Manglares de México, Quintana Roo tuvo 1,174 hectáreas de manglar perturbado (zonas de bosque muerto o en regeneración) en 2020, cifra que equivale a más de 1,600 campos de fútbol.

En México, los manglares se extienden a lo largo de 905 mil hectáreas, según datos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO). El país tiene una de las 10 tasas más altas de pérdida de manglares del mundo, con un promedio de 10.000 hectáreas perdidas cada año.

Con esta información, los jóvenes decidieron reforestar. Recolectaron plántulas de manglar rojo (que es el manglar en sus primeras etapas de vida) en una reserva estatal de Bacalar. Con envases de plástico (PET) y lonas viejas construyeron una especie de chinampa, una técnica agrícola azteca de 700 años de antigüedad, en la que cultivaron el manglar rojo. Encima de cada chinampa colocaron una malla para brindarles sombra.

“Vimos que podíamos hacer chinampas dentro de la escuela y no gastamos dinero en invernaderos, porque todo lo hacemos con material reutilizable. [El proyecto] se podría replicar a mayor escala en las escuelas y la sociedad”, afirma Gil.

Gil se llevó la chinampa al patio de su casa y durante 2020, monitoreó mensualmente el crecimiento de las plántulas y la conductividad del agua —propiedad física para conducir calor o electricidad—, hasta que estuvieran listas para ser reforestadas en la laguna. Maas explica que la conductividad del agua es una medida de su calidad.

“Yo las tuve desde plántulas, desde semillas. Todo el tiempo las cuidaba y las vi crecer. Eso me motivaba a continuar con el proyecto. Les agarré cariño”, comparte Gil.

Aunque el proyecto fue piloto, demostró que de las seis plántulas reforestadas, tres sobrevivieron y permanecen en la laguna. “El objetivo que teníamos era ver si las plántulas de manglar se adaptaban a un medio casero a través de chinampas de plástico, y, efectivamente, hubo buenos resultados”, asegura Maas.

En 2022, Gil y Blanco ganaron medallas en dos concursos científicos internacionales. Las condecoraciones están expuestas en el laboratorio de biología de Maas.

El proyecto se ha nutrido del apoyo de varias personas, entre ellas Edwin Cano, presidente de la Asociación de Prestadores de Servicios Náuticos de Bacalar y ex alumno de Maas, quien le ayuda a trasladar a sus estudiantes a la laguna para realizar trabajos escolares, a través de embarcaciones llamadas pontones, que producen menos ruido y consumen menos combustible.

Próximos pasos

El procedimiento legal, explica el biólogo, es una de las limitantes para continuar y extender el proyecto. Debido a que el manglar rojo está protegido por la norma NOM 059, se debe solicitar permiso a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) para crear una unidad de manejo ambiental, es decir, terrenos designados para uso sustentable y conservación ambiental donde se puedan cultivar las plantas. Esto se aplica incluso a pequeños proyectos. Pero Maas no se inmuta: “Una vez que tengamos todo eso, prácticamente sigue echar a andar el proyecto”, indica.

Otra de las limitaciones es el alcance de la reforestación del manglar en la conservación del ecosistema. Si bien la reforestación ayuda a aumentar el número de manglares, no es comparable con las acciones de restauración, donde centros de investigación o expertos de la sociedad civil investigan y atienden las causas de la erosión costera.

Por ejemplo, si existen cambios en la hidrología que afectan al manglar, se utiliza la bioingeniería para abrir canales y crear rutas de agua más potentes que puedan ayudar a conservar mejor el ecosistema, precisa Héctor Hernández, investigador en ecología marina de El Colegio de la Frontera Sur, un centro de investigación científica centrado en desarrollo sostenible.

La restauración ecológica de un manglar implica un enfoque integrativo, además de reforestar plántulas

“La restauración ecológica de un manglar implica un enfoque integrativo, además de reforestar plántulas. Se trata de proteger la costa de modo que lo que se siembre o lo que llegue de manera natural, pueda crecer”, señala Hernández.

Sin embargo, el investigador considera que la importancia del proyecto de Gil y Blanco en Bacalar radica en la incidencia que ha tenido en los demás estudiantes. “Para mí el trabajo que está liderando Martín Maas es sumamente valioso porque tiene un componente de educación, de concientizar acerca del valor ambiental que posee el ecosistema”, comenta.

El gobierno mexicano ha reconocido que la educación ambiental “no es un campo prioritario en el contexto de las políticas educativas nacionales”, y que para impulsar esta área hace falta una mayor presencia de educadores ambientales en los espacios políticos, financiamiento para proyectos de educación ambiental y preparación de los docentes, entre otras medidas.
En este contexto, proyectos como el emprendido en el instituto de Maas cobran mayor significado. Compañeros de Gil y Blanco han visto cómo su idea ganó reconocimientos en competencias internacionales, lo que les ha impulsado a seguir sus pasos.

Como dice Cristopher Soto, otro de los alumnos de Maas: “Sí, estaríamos interesados en participar. Cuando Mariana [Gil] nos enseñó su proyecto nos dimos cuenta de que si desde tiempos ancestrales han funcionado [las chinampas], ¿por qué ahora no?”

Fuente: dialogochino.net