Ingeniera chilena «hace hablar» a los hielos de la Antártica
La Antártica es un continente con 14 millones de kilómetros cuadrados, tiene casi dos veces el tamaño de Australia y está en un 98% cubierto de hielo. Un enorme pedazo de tierra de climas extremos y, por lo tanto, uno de los lugares menos explorados de nuestro planeta. Si la ciencia tiene aún varias preguntas pendientes sobre la Tierra, seguramente la Antártica guarda varias de esas respuestas.
Circunnavegar la Antártica completa, en todo su perímetro, es un desafío que pocos han logrado. Se tiene registro de unas diez exploraciones que lo han hecho, pero sólo con fines exploratorios, para dar cuenta de su geografía, su fauna y ojalá develar algunos de sus misterios. Pero la iniciada en diciembre pasado y liderada por el Instituto Polar Suizo es la primera con verdadera relevancia científica. ACE (Antarctic Circumnavigation Expedition) tiene una misión específica: contribuir al conocimiento del Continente Blanco y su particular interacción con el océano.
Tres chilenos se embarcaron en esta nueva aventura y, como en El Definidos somos fans de la Antártica, quisimos conocer más sobre su experiencia. Esto es lo que una de ellas nos contó.
Una apasionada de los hielos antárticos
Guisella Gacitúa, miembro del Programa GAIA-Antártica de la Universidad de Magallanes, fue una de las científicas chilenas que se embarcó en la nave rusa Akademik Treshnikov. Ella estudió Ingeniería Electrónica en la Universidad Austral (es oriunda de Valdivia), e hizo un Doctorado en Geociencias en Dinamarca. En total, lleva unos diez años estudiando glaciares, hielos y el clima del continente antártico. Pero su interés es aún más específico: ella practica una ciencia llamada radioglaciología, es decir, el estudio de los hielos aplicando radares: “se trata de la aplicación de métodos geofísicos para el estudio de los cuerpos de hielo”, nos explica.
Mediante la aplicación de esta tecnología, Guisella es capaz de hacer «hablar» a los hielos, pues guardan secretos de miles de años que resultan muy reveladores a la hora de entender los cambios actuales en el clima. Al parecer, el agua y la tierra de la Antártica, tienen mucho que decirnos sobre la historia de nuestro planeta.
La expedición: ¡tres chilenos a bordo!
Gracias a esta expertise, Guisella fue llamada a formar parte de ACE junto a otros dos científicos chilenos. Ella se unió a la expedición el 22 de enero, saliendo de Hobart, en Tasmania (Australia), para llegar a Punta Arenas un mes después. No realizó la circunnavegación completa, pero sí formó parte importante de un tramo y junto a ella navegó la bióloga marina chilena Beatriz Salgado, como observadora científica. Luego de su arribo en febrero a Chile, un tercer chileno subió a bordo del Akademik Treshnikov, el biólogo Javier Naretto, quien actualmente se encuentra formando parte de la expedición.
Los 60 científicos de 30 países distintos que forman parte de ACE, pertenecen a disciplinas diversas, interesados en el estudio de la atmósfera, el océano, el clima, el hielo y la biodiversidad. Pero si hay algo que comparten es la importancia que le otorgan a la Antártica respecto al resto del planeta. De acuerdo a Guisella, “lo que tiene de especial esta circunnavegación, es que es la primera que tiene un carácter internacional, y con fines totalmente científicos. Que además sea toda una aventura, es un agregado”.
Leyendo el pasado en los hielos
Esta no fue la primera vez de Guisella en el Continente Blanco, pues ha tenido la suerte de visitarlo en tres ocasiones anteriormente. Pisaba terreno conocido e iba a hacer lo que más le gusta: un proyecto de carácter glaciológico a bordo de una expedición internacional, llena de renombrados científicos. Su investigación en particular, la desarrolló en conjunto con Gino Cassasa (Universidad de Magallanes) y Liz Thomas (BAS: British Antarctic Survey)). ¿Cuál era su objetivo?
Encontrar “testigos” (así llama a los hielos) que la ayudaran a caracterizar las islas que están en la ruta de la circunnavegación: “Nuestro proyecto se llama Reading Antarctic’s Past in Ice Cores(Lectura del pasado antártico en los núcleos de hielo). Los objetivos del proyecto son la extracción de testigos de nieve y hielo, de aproximadamente 20 metros de profundidad, y la cuantificación y caracterización del hielo de estas islas”.
Al grupo de investigadores les urgía leer, literalmente, estos “testigos” con el fin de estudiarlos antes de que el calentamiento global destruya ese valioso archivo climático.
Para llevar a cabo esta importante misión, necesitaban de un equipamiento muy sofisticado: radares de penetración terrestre (GPR), que se utilizan para detectar estructuras bajo el nivel del suelo. Sin embargo y pese a la importancia del requerimiento, estos nunca llegaron, lo que fue un duro golpe para su investigación: “Lamentablemente gran parte de nuestro equipo de medición, enviado desde Santiago a Hobart, sufrió varios retrasos en el transporte y no llegó a tiempo para el inicio de la travesía. Fue muy decepcionante, pero esas cosas pasan y hay que adaptarse”.
Afortunadamente, un GPR si llegó a bordó y les sirvió para realizar estudios en cinco lugares diferentes, “lo que es totalmente extraordinario”, dice con entusiasmo Guisella. Adapándose a la circunstancias adversas, pudieron obtener resultados provechosos. El hielo será transportado al BAS y luego analizado para estudiar la información que la nieve precipitada guarda respecto al clima reciente. ¿Y cuál es la importancia de todo esto, según Guisella?
“La Antártica nos está dando señales. Sus registros son muy importantes para saber cómo eran las condiciones climáticas en el pasado. Ellos indican que -independientemente de los ciclos naturales de la Tierra- la actividad humana tiene mucho que ver con los efectos del clima actual en el mundo entero”.
Una conclusión alarmante pero que, con la debida investigación, puede brindarnos muchas luces sobre la manera en que debemos actuar para mermar las consecuencias de estos cambios (mira este artículo en que te mostramos por qué la influencia humana sobre el cambio climático es real).
El día a día en una expedición antártica
Fueron 5 días de trabajo intenso en los glaciares. Cuando sabían que podían encontrar “testigos” valiosos, se levantaban temprano y tomaban un helicóptero, cargados como equecos con equipos de trabajo y montaña, que los llevarían a la zona de interés. Buscaban entonces un lugar adecuado y sin grietas en donde iniciar su trabajo, “no hay mucho espacio para relajarse ni disfrutar el paisaje”, agrega.
Aquellos días en que no estaban en terreno, los pasaban a bordo, navegando a través del Continente Blanco, organizando los datos recolectados y ordenando todo para la siguiente parada. En esos momentos sobraba el tiempo libre. El barco estaba lleno de gente y había poco espacio, así que había que armarse de paciencia, ir a cubierta, mirar el horizonte, esperar a avistar alguna ballena cerca o, en caso contrario, contentarse con ver algún ave.
“Teníamos casi diariamente sesiones de intenso ejercicio en el helipuerto del barco, el único espacio abierto. Fue una buena iniciativa de uno de los ingenieros de los helicópteros que comenzó tímidamente, pero que se fue haciendo muy popular, pues ayudaba bastante contra el hacinamiento. Al final de la travesía estábamos haciendo flexiones y otros ejercicios con viento, lluvia y nieve”.
Como el barco era ruso, Guisella nos cuenta que la comida era muy diferente a lo que conocía, “los rusos no son muy famosos por la buena mesa, era sí abundante, sentía que la comida era más bien una diferencia cultural”. Agrega que, más allá de la alimentación, las barreras culturales se sentían también en el idioma, “pero de todas formas eran gente humilde y dispuesta a colaborar”, dice afirmando el espíritu científico que reinaba en el Akademik Treshnikov.
“La ciencia no tiene fronteras”
La Antártica es un continente inmensamente rico, pues cuenta con uno de los recursos más valorados por la humanidad, en abundancia: agua. Eso, además de preciados recursos minerales como oro, petróleo y titanio. Afortunadamente, esa riqueza se encuentra protegida, pues el año 1961 doce países firmaron un tratado en que se reserva el territorio únicamente para investigación científica. Hasta el año 2015, 52 países habían adherido al Tratado Antártico, ¿continuará este continente para siempre conservando esta categoría de suelo vírgen?
La respuesta es relativa y probablemente las consecuencias del cambio climático tengan un papel importante en la desición final. Guisella comenta que “la Antártica es un continente que no le pertenece a ningún país. Existe un tratado que estipula la libertad de cualquier nación a colaborar con la ciencia y el conocimiento, principalmente de manera pacífica. Pero lo que hay, es muchos países intentando repartir la Antártica. Yo honestamente espero que continúe así, como un lugar prístino, libre de banderas -aunque haya muchas- e intereses comerciales”.
Chile, por ser uno de los doce países que originalmente firmó el tratado y además la frontera norte de un importante trozo del Continente Blanco, juega un rol importante en el futuro de la Antártica: “El papel de Chile, como el de todos los países que firmaron el tratado y de los muchos que intentan integrarse, es conservar la Antártica y colaborar en el desarrollo de la ciencia. Afortunadamente, el propósito de la expedición está en línea con estos principios. El eslogan de ACE es `Science has no borders´ (`La ciencia no tiene fronteras´) y me satisface haber sido parte de esto, sobre todo cuando las relaciones internacionales en general apuntan hacia otra dirección”.
Entre más investigaciones surjan en torno al papel de la Antártica en nuestro planeta, mayor certeza tendremos sobre la importancia de preservar este helado pedazo de tierra. Es de esperar que los hielos le sigan hablando a hombres y mujeres como Guisella, quienes tienen el don de leerlos y contarnos sobre su pasado, para poder planificar un mejor futuro.
Fuente: eldefinido.cl