Este ave anida junto a su depredador por qué así se siente más segura
La garza azul y el águila calva viven en los mismos lugares. Y tiene sentido, ya que las águilas calvas depredan sobre las garzas azules. De una manera brutal, todo sea dicho: atacan los nidos con mucha ferocidad, haciendo huir a los adultos, y cuando estos se han ido se alimentan de los huevos o incluso de los polluelos, sacándolos del nido y llevándoselos a un lugar tranquilo para comérselos.
Así que, de primeras, no tiene mucho sentido que las garzas azules (Ardea herodias) aniden junto a las águilas calvas (Haliaeetus leucocephalus). No cerca, no. Las garzas montan sus nidos buscando la cercanía con su depredador.
De hecho, cuando se detectó este comportamiento – que tiene bastante sentido, luego llegaremos a ello – los conservacionistas se preocuparon. La garza azul es una especie en declive, considerada de interés especial. Vaya, que se encamina, lentamente hacia la extinción. Pero es que encima, la población en la que se detectó este comportamiento es una subespecie, y por eso aún más amenazada.
Y las águilas calvas, después de varias décadas de declive, empezaban a mejorar. Principalmente por la prohibición del DDT, los números de águilas calvas iban subiendo. Todo pintaba bastante mal para las garzas azules, especialmente si seguían anidando junto a las águilas. Pero así eran las cosas, y sólo quedaba observar, esperar a ver qué pasaba.
Pues que la población de águilas calvas se estabilizó – en torno a 2.500 individuos – y la de garzas azules mejoró. Vivir junto a las águilas calvas aumentaba su supervivencia. Y de hecho, cada vez vivían más cerca de las águilas, llegando a anidar incluso en el mismo árbol que su depredador.
¿Por qué pasa esto? Por una cuestión que se conoce como la hipótesis de la protección por depredador. El caso es que el águila calva no es el único depredador de la garza. Otras rapaces también las atacan. Pero las águilas calvas son animales muy territoriales, que impiden que otras rapaces entren en su territorio. Así que vivir cerca del águila calva significa que estás protegido de otras rapaces, sin tener que hacer nada.
Eso sí, las águilas siguen siendo un peligro para las garzas azules. Solo que… las garzas azules anidan al lado de las águilas, en sitios donde las águilas tienen otras presas. Y presas que, además, son más fáciles de cazar, como peces, donde los padres no suelen proteger a sus crías. De esta manera, el peligro se reduce.
Se reduce, pero no desaparece. El precio que las garzas azules tiene que pagar por la protección que prestan las águilas calvas es asumir que, en alguna ocasión, las águilas pueden atacar sus nidos. Pero les merece la pena anidar al lado de su enemigo, aún así.
Fuente: Noticia Ciencias Yahoo