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Encuentro con el bello y esquivo caracal, el cazador acróbata

Sus hábitos solitarios y huidizos y la gran extensión de su hábitat característico, la sabana, lo convierten en uno de los felinos más escasos y difíciles de observar de la fauna mundial

Amanece en el Parque Nacional de Etosha, en Namibia. Un pequeño grupo de gacelas saltarinas camina junto a un oryx del Cabo. El sol suave y los tonos anaranjados del amanecer iluminan el paisaje, dominado por el blanco árido de las lagunas saladas secas (conocidas como ‘pan’) que conforman este territorio.

Y, de repente, lo veo. Es un caracal (‘Caracal caracal’), uno de los felinos más difíciles de observar y también uno de los más bellos. Parece una leona o un puma con orejas de lince, grandes y acabadas en unos pinceles negruzcos que, junto a su pelaje color arena, le ayudan a camuflarse entre la vegetación baja. Eso sí, es mucho más pequeño que sus parientes americanos o los leones africanos que comparten hábitat con él.

El caracal más grande puede llegar a los veinte kilos (frente a los casi cien del puma o a los casi doscientos del león) y no alcanza el metro de longitud, sin contar la cola. Posee una figura esbelta y unas patas largas que, sin duda, le ayudan a moverse con agilidad por entre las matas bajas de los lugares donde vive: presente en gran parte del continente africano y en todo tipo de hábitats, prefiere zonas de matorrales y no le importa que sean tan secas como en Etosha. Su cola corta también es muy peculiar. Es mucho más corta que la del león o el puma, pero mucho más larga y peluda que la de un lince

Bajo las primeras luces de la mañana, el caracal todavía presenta la respiración agitada y una pequeña nube de polvo lo envuelve a él y a su presa. Hace tan solo unos instantes que ha cazado una gacela saltarina. Una proeza si se tiene en cuenta el tamaño de la gacela, que dobla al del caracal. Pero es que este felino es conocido por su habilidad a la hora de abatir animales mucho más grandes que él en la naturaleza.

El caracal es un cazador muy eficaz, que da muerte a sus víctimas de un certero mordisco en el cuello. Su agilidad y pericia se ponen a prueba cuando caza aves. Es todo un especialista en esa materia. Cuando las aves vuelan sobre los matorrales o se esconden entre ellos, el caracal salta sobre sus presas y, muchas veces, las atrapa al vuelo con vistosos saltos de acróbata.

De nada le ha servido esta vez su propia habilidad con los saltos a la gacela saltarina, también conocida en idioma afrikaner como ‘springbok’. Estas gacelas suelen saltar como parte de un juego y, otras veces, lo hacen para huir de sus perseguidores. Son saltos muy potentes que pueden alcanzar los dos metros de altura. Si se ponen a correr, son capaces de superar los ochenta kilómetros por hora. Pero, ahora, este springbok yace muerto en el suelo de Etosha. Observo como el caracal, siempre solitario, pega su primer mordisco a la gacela antes de que el sol empiece a calentar.

Fuente: elconfidencial.com