El estrés crónico acorta la vida de las orcas en cautividad

El pasado mes de junio, el Parlamento canadiense prohibió el cautiverio de cetáceos como orcas, delfines y marsopas en los acuarios del país, salvo para fines científicos. La nueva ley, apodada “Free Willy” (por la película de 1993 conocida en España como Liberad a Willy) y que entró en vigor a finales de mes, también vetó la exportación e importación de estos mamíferos marinos, así como de sus embriones y esperma. La normativa venía motivada por las presiones por parte de científicos y organizaciones ecologistas y por las características físicas de estos mamíferos.

Cada vez más estudios apoyan la hipótesis de que los cetáceos en cautiverio no pueden desarrollarse adecuadamente en tanques artificiales. En estas condiciones, muchos de estos mamíferos marinos, en especial las orcas (Orcinus orca), exhiben comportamientos anormales y, a menudo, mueren de manera prematura debido a infecciones y otras enfermedades poco frecuentes en un entorno salvaje. Sin embargo, pocos trabajos explican por qué las orcas sufren estrés crónico y cómo el cautiverio afecta a su bienestar.

En una investigación, publicada recientemente en la revista Journal of Veterinary Behavior, un equipo de biólogas y veterinarias estadounidenses y neozelandesas ha reunido toda la evidencia científica disponible sobre la salud y el bienestar de las orcas cautivas para explicar los altos niveles de morbilidad y mortalidad temprana. Los resultados revelan que el estrés crónico afecta negativamente al cerebro y al sistema inmunitario de estos mamíferos.

“Muchas de las enfermedades de las que mueren las orcas cautivas son infecciones, como neumonía o patologías de los pulmones por hongos, pero también por úlceras gástricas y candidiasis. La prevalencia de estas infecciones se debe a una alteración del sistema inmunitario”, explica a Sinc Lori Marino, primera autora y experta en el Whale Sanctuary Project en Utah (EE UU).

En cuanto a los comportamientos, las orcas confinadas muestran conductas anómalas y repetitivas como girar en círculos, son hiperagresivas, sufren depresión o se automutilan. “Lo hacen rallando los dientes en las superficies duras de las puertas que separan los diferentes compartimentos de las piscinas”, especifica Marino.

Este comportamiento hace que la mayoría de las orcas desgasten sus dientes hasta las encías, por lo que tienen que ser perforados para evitar infecciones. A pesar de todo, “la mala dentición sigue provocando infecciones orales que se convierten en causas sistemáticas de muerte”, concreta la investigadora.

Quedan 63 orcas en cautividad en el mundo

Las orcas son depredadores inteligentes que habitan en todos los océanos del mundo, se sumergen a grandes profundidades y forman estructuras familiares complejas para cazar y cuidar de sus crías. Poseen, además, uno de los cerebros más grandes y complejos del reino animal.

Sin embargo, en la actualidad aún permanecen cautivos en todo el mundo 63 ejemplares de orcas, la tercera especie de cetáceos más común en acuarios y parques temáticos marinos. Mientras que en estado salvaje estos mamíferos pueden vivir varias décadas, en las piscinas artificiales no superan los 20 años de media, según los registros de las investigadoras.

Para estos individuos, las científicas sugieren detener la reproducción en cautividad, tal y como propone la normativa canadiense, y transferirlos desde los acuarios hasta santuarios permanentes junto al mar. Así “pueden vivir en un entorno más natural, interesante y dinámico que una piscina”, zanja a Sinc Marino.

Estos individuos serían aún alimentados y cuidados por personas, pero la cantidad de espacio disponible sería “cien veces mayor que la piscina más grande del mundo”. “Se les devolvería parte de la autonomía que les fue robada”, concluye.

Fuente: SINC