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El cangrejo ermitaño de ojos verdes que vive con las anémonas

Durante una investigación de tres semanas a bordo de un buque que exploraba las profundidades de la costa oeste de Sudáfrica en 2013, la bióloga Lara Atkinson de la Universidad de Ciudad del Cabo hizo un descubrimiento único.

Entre todos los especímenes recogidos por las redes de arrastre, la científica divisó un cangrejo ermitaño inusual: sus característicos ojos verdes y su insólito refugio le hacían diferente al resto de crustáceos.

Según un nuevo estudio publicado en la revista ZooKeys, el cangrejo ermitaño de ojos verdes (denominado Paragiopagurus atkinsonae en honor a su descubridora) es una nueva especie de crustáceo decápodo con unos peculiares rasgos morfológicos, según apuntan los científicos Jannes Landschoff de la universidad sudafricana y Rafael Lemaitre de la Smithsonian Institution (EE UU).

Los individuos de esta nueva especie de un brillante color naranja moteado miden 7 cm de largo. Además del color verde de sus ojos, destaca el dimorfismo sexual que afecta a la dimensión de su pinza derecha, mucho mayor en machos que en hembras.

Como ocurre con la mayoría de cangrejos ermitaños de su familia (Parapaguridae), estos no se refugian en las conchas de otros moluscos, sino que lo hacen en suaves masas poliposas construidas a partir de arena y material de anémonas de mar. “Cuando lo sostienes, tan solo es material orgánico pegado con algo de arena”, explica Landschoff.

Sin embargo, las anémonas de mar se adhieren a la espalda de los cangrejos permanentemente y actúan como protector del vulnerable cuerpo de estos crustáceos. Se trata de un ejemplo claro de simbiosis ya que las anémonas también se benefician al encontrar un anclaje seguro y alimento.

“Aún más curioso, los Parapaguridae comienzan de la manera habitual ocupando una diminuta concha de gasterópodo. Pero, finalmente, se deposita sobre ellos esta ‘amalgama’ no calcificada creada por anémonas. A medida que el cangrejo ermitaño crece, su ‘concha’ viva o carcinoecia crece con él”, detalla el biólogo marino.

La presencia de este crustáceo en un área muy reducida y sin gran relevancia biológica constituye un mensaje importante para la protección y la conservación futura: se necesita un muestreo más detallado para observar mejor las condiciones del hábitat, donde podrían vivir otras especies únicas, señalan los autores.

“La conclusión es que sabemos muy poco sobre estos hábitats de las profundidades marinas desde un punto de vista ecológico. Y si estás planificando un área marina protegida tienes que saber qué es lo que estás protegiendo en esa área”, afirma el experto.

Fuente: noticiasdelaciencia.com