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Así es cómo ecólogos mexicanos piensan salvar a miles de jaguares del Tren Maya

Miles de jaguares corren peligro de desaparecer para siempre del sureste mexicano a causa del Tren Maya. Ésta solución podría evitarlo

A pesar de las controversias que ha generado el megaproyecto, México sigue en la vía de construir el Tren Maya. Miles de jaguares corren peligro de desaparecer para siempre del sureste. Un grupo de ecólogos mexicanos dedicados a proteger al mayor felino de América busca evitar que las vías fragmenten su hábitat. La respuesta: abrir caminos seguros para él.

Por Sarai J. Rangel

Atravesada por un tren

Cuando en 2018 se anunció que una de las regiones con mayor biodiversidad de México, la península de Yucatán, sería atravesada por un tren, conservacionistas y ambientalistas pusieron el grito en el cielo. Arrojar 1,500 kilómetros de vías férreas en medio de la selva arruinaría años de duros esfuerzos por mantener a flote a las poblaciones del principal depredador del continente, el jaguar.

Los ecólogos todavía lidiaban con la estela de daños generada por la ampliación de las carreteras en la zona una década atrás. Esta vez no dejarían que “el progreso” les arrebatara más selva.

Por ello, en el momento en que las autoridades convocaron a expresar sus preocupaciones sobre el Tren Maya, el megaproyecto para reactivar la economía del sureste mexicano conectando sus principales destinos turísticos mediante trenes que correrán a 160 km/h, el ecólogo Gerardo Ceballos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y uno de los rostros más visibles en conservación del Panthera onca, no lo dudó. Para impedir que el tren se convirtiera en una amenaza, debía intervenir.

Para evitar la fragmentación del hábitat

Esta vez no lo haría desde afuera. En 2019 él, junto con varios expertos mexicanos, fueron nombrados asesores científicos del Tren Maya; de este modo, explica, puede ayudar a mitigar sus impactos ambientales más severos y asegurar la supervivencia de los más de 2 mil felinos que quedan ahí.

“Evaluamos la idea y llegamos a la conclusión de que lo más importante era evitar la destrucción y fragmentación del hábitat”, dice vía telefónica.

Para conseguir lo primero, se planteó aprovechar la infraestructura de una vía antigua hoy en desuso que conecta los estados costeros desde Chiapas a Yucatán, y que forma parte del ferrocarril del Istmo de Tehuantepec. El proyecto también utiliza los derechos de carreteras y tendidos eléctricos actuales, previniendo que se dañen nuevas tierras.

En tanto, el segundo punto, no dividir ecosistemas, requería de algo más de compromiso: construir, a lo largo de toda la ruta, pasos elevados y subterráneos para que los animales puedan atravesar las vías férreas y carreteras de forma segura. Ceballos reconoce que no se trata de una solución sencilla –ni la más económica–, pero cada vez hay más evidencia de que, bien planeados, los llamados “pasos de fauna” pueden aminorar parte de las afectaciones causadas por las infraestruturas viales sobre la vida silvestre. Sólo así, afirma, podría proteger al místico y poderoso “señor de la selva”.

Primera regla: no aislar

Hace 20 años comenzó la carrera por salvar al jaguar o tigre, como se conoce en el sureste mexicano. Por siglos sus ligeras patas recorrieron las selvas de América, pero a finales del siglo XX cada vez se le veía menos. Se desvanecía.

La fragmentación y pérdida de su hábitat, así como su persecución por parte de granjeros y campesinos que lo culpaban por atacar al ganado y de cazadores ansiosos por comerciar con sus restos, mermaban sus poblaciones. De continuar, no quedarían suficientes jaguares para mantener a la especie.

Jesús Pacheco, del Laboratorio de Ecología y Conservación de Fauna Silvestre de la UNAM, explica este proceso:

“La supervivencia de las especies depende de evitar las extinciones locales. Si decimos: ‘Bueno, ya se extinguió la población de jaguares del norte de México, no hay más jaguares en el norte, pero hay en el sur’, entonces la gente podría pensar que está bien, todavía hay jaguares”, detalla el ecólogo.

Sin embargo, explica Pacheco, se pierde variabilidad genética. Y cuando eso ocurre, viene la extinción.

La importancia del movimiento

Por esta razón, el movimiento es fundamental. Los animales no sólo se mueven para encontrar pareja, también lo hacen para buscar comida, fuentes de agua o territorios libres de humanos. Cuando las obras de infraestructura vial pasan por sus “casas”, las fragmentan y limitan su movilidad.

Otro efecto grave son los atropellamientos. De acuerdo con el Observatorio de movilidad y mortalidad de fauna en carreteras de México, entre 1997 y 2014 se registraron 29 mil 289 colisiones contra animales en las carreteras del país. En el mundo, cada año millones mueren de esta manera.

Gerardo Ceballos fue uno de los primeros científicos en alertar sobre el peligro de separar ecosistemas. Él, junto con un pequeño ejército de especialistas, emprendieron un esfuerzo continental por conectar las poblaciones de jaguar desde Argentina hasta el sur de Estados Unidos a través de corredores biológicos, sitios que enlazan reservas y áreas naturales.

¿Qué se ha hecho en México para salvar a los jaguares del Tren Maya?

En México, a través de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar (ANCJ), una asociación civil que representa a más de 60 académicos y conservacionistas, este experto en extinciones ha logrado preservar las poblaciones del felino que, de acuerdo a su último estudio publicado en 2021, ascienden a unos 4 mil 800, identificando áreas prioritarias de conservación y reservas que sirvan para conectar los hábitats del jaguar.

Por ello, ante la inminente llegada del Tren Maya, para él y su equipo lo más importante era identificar los sitios más idóneos para colocar pasos de fauna.

“Son la única medida que tenemos para garantizar el libre movimiento de los animales y la conectividad de sus poblaciones”, explica Heliot Zarza, ecólogo y colaborador de Ceballos para la ubicación de Pasos de Fauna del Tren Maya.

“Al tener estos pasos será posible que algunos individuos se muevan a uno y otro lado de la vía, permitiendo el libre movimiento y favoreciendo el intercambio de material genético”, añade el investigador.

Se hace camino al andar

Fue a finales de los años 70 que surgieron los primeros cruces para animales en Europa y el norte de América. En principio, su función era evitar que los coches los atropellaran cuando intentaban atravesar o que se perdieran vidas humanas al impactar contra ellos o tratar de esquivarlos.

En 1994, por ejemplo, el estado de Florida (Estados Unidos) logró disminuir el número de osos negros arrollados tras erigir pasos de fauna en “puntos calientes” de una de sus autopistas. No obstante, a pesar de su efectividad, un cruce subterráneo cuyo costo ascendió a un millón de dólares generó descontento. “¡Dejen de jugar con el dinero de los contribuyentes!”, decía el cartel de un hombre quien, disfrazado de gorila, activó las cámaras trampa usadas para registrar el paso de los animales de la Ruta 46.

Un cambio de panorama

En la actualidad, la tendencia ha cambiado. Si bien una razón de peso para su construcción es el disminuir los atropellos –siempre acompañados de otras medidas como la colocación de vallas, señalización, reflectores de vida silvestre y sistemas de detección de animales–, la permeabilidad de la fauna se ha convertido en el interés principal.

Así lo refiere Andoni Dios Varillas, científico ambiental y técnico de campo en Saitec Engineering, una firma de ingeniería española con amplia experiencia en el desarrollo de infraestructuras viales.

“A medida que aumentan los conocimientos en genética, la conexión de las poblaciones cobra más relevancia para evitar consanguinidades y promover la diversidad”, explica Andoni vía correo electrónico.

De acuerdo con el sitio Wildlife Crossings Project (WCP), una iniciativa de Saitec Engineering que localiza ejemplos de pasos de fauna en todo el mundo, hoy en día existen unos 6 mil cruces de este tipo. Quizá más.

Desde los impresionantes pasos elevados para osos y renos en el Parque Nacional Banff en Canadá hasta los puentes y túneles por los que cruzan millones de cangrejos rojos en Isla Navidad, Australia (la marea escarlata es todo un espectáculo para turistas), los pasos de fauna ganan cada vez más popularidad como un elemento esencial en las carreteras de muchos países. Los jaguares amenazados por el Tren Maya podrían no quedarse atrás.

¿Cómo es la situación en México y América Latina?

Incluso estructuras más sencillas, como viaductos y obras de drenaje con ciertas modificaciones, han demostrado ser útiles. De este modo España, cuya extensión territorial es comparable con la del sureste mexicano, cuenta con casi 300, y en la red de carreteras de su vecino Francia hay cerca de 2 mil. También se han encontrado maneras de hacerlos más costeables al planearlos a la par de los proyectos carreteros.

En México y América Latina la situación es muy diferente. Pese a su importante biodiversidad, la ecología de carreteras, disciplina que estudia cómo las autopistas y caminos afectan a los ecosistemas, sigue siendo un campo demasiado nuevo y los intentos por implementar cruces para la fauna son, en su mayoría, contados y mal ejecutados.

Para muestra, los puentes colgantes para monos sin vegetación asociada de la carretera 186 Villahermosa-Escárcega o el Macrolibramiento de Guadalajara, promocionado como el primer puente elevado para la fauna en México.

“Está inconexo”, explica Violeta Meléndez, reportera mexicana especializada en ambiente que ha seguido esta obra. “Los animales no pueden cruzar; incluso tiene alambre de púas”.

Violeta también ha reportado los pasos colocados en el bosque El Nixticuil, en Zapopan, Jalisco y el de la Vía Corta Guadalajara-Vallarta que invade el Corredor Occidental del Jaguar en Nayarit. “Desde mi experiencia”, dice, “los pasos han sido una simulación. Son hechos por cumplir y llegan a ser incluso peligrosos.”

Traje a la medida

Si bien el Tren Maya, cuya construcción comenzó a mediados de 2020 y atravesará los estados de Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, cuenta con el apoyo de expertos internacionales como Tony Clevenger, encargado de los pasos de Banff en Canadá o Graeme Coulson, de la Universidad de Melbourne, Australia, Zarza aclara que no se puede simplemente “copiar” esos modelos y diseños y hacerlos en México. “Vivimos otra realidad, son otras las condiciones y tenemos otra fauna”. Es más como hacer un traje a la medida.

El año pasado él, Ceballos y un equipo de colaboradores definieron los pasos faunísticos del tramo que va de Tenabo, al norte de Campeche, hasta la turística Tulum, la majestuosa ciudad maya cuyas ruinas asoman al Caribe. Otro grupo de biólogos se encargó de los primeros tres tramos de la obra.

Para determinar su ubicación, proyectaron escenarios a través de modelos matemáticos y geoespaciales basados en la información que han recopilado durante años. La cobertura forestal natural a ambos lados de la vía y la escasa fragmetación del ecosistema fueron parte de los requisitos para ubicar los pasos.

Abriendo caminos para los jaguares y el Tren Maya

Luego, a fin de verificar que los animales pasan por ahí, se montaron decenas de cámaras trampa grabando 24 horas al día durante tres meses.

“Tuvimos que revisar alrededor de 750 km lineales y ubicar áreas viables para colocar los pasos de fauna y otras que pueden funcionar como corredores biológicos”, detalla Zarza, quien desde su juventud ha investigado junto a Ceballos las poblaciones de jaguares en la península de Yucatán.

Es un trabajo muy metódico. De diseñarse mal, elegirse mal la ubicación y el tipo de paso de fauna silvestre, así como los materiales y características de estos, el paso no sería funcional y los animales no cruzarían por él. Mucho menos los jaguares impactados por el Tren Maya.

“Obviamente aquí en México no vamos a tener pasos como los que vemos en Europa, Estados Unidos o en Canadá, porque ellos tienen osos, alces, venados, fauna grande. En la península de Yucatán no tenemos esos animales, entonces realmente no necesitamos pasos con esas dimensiones”, explica.

Lo que ellos vislumbran son pasos inferiores, elevados y viaductos con vegetación nativa para que el jaguar, el mayor carnívoro de la región, atraviese. También se están construyendo pasos más pequeños con banquetas para que otras especies no queden atrapadas en época de lluvias. Aunque el foco está en los jaguares y el Tren Maya, saben que no pueden descuidar a ningún otro habitante de la selva.

Con más cruces en el país

Zarza refiere que en el informe entregado al Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), institución a cargo de las obras del Tren Maya, propusieron 159 pasos desde inferiores hasta elevados. Sin embargo, la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) para el tramo 4 que ellos trabajaron recién en septiembre fue entregada a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) para revisión.

En el sitio web de Fonatur se señala que se tienen contemplados al menos 321 pasos de fauna para los primeros cinco tramos del tren. De cumplirse, el tren será una de las obras de infraestructura con más cruces de este tipo en el país.

El gato en la caja

Los jaguares no son los únicos amenazados por el Tren Maya. En la península de Yucatán se hallan reservas naturales que podrían verse directa o indirectamente comprometidas por el megaproyecto, tales como el Parque Nacional Palenque, en Chiapas, la Reserva de la Biosfera Sian Ka’an, en Quintana Roo o la Reserva de la Biosfera de Calakmul, en Campeche.

En ellas habitan especies endémicas y en peligro de extinción como el pecarí de labios blancos, el saraguato de manto, el mono araña o el águila elegante. Debido a ello la construcción, sobre todo el tramo conocido como Selva 2, que pasará junto con la carretera 180 Escárcega-Chetumal por Calakmul, ha generado fuerte descontento entre pobladores y ambientalistas. Incluso ha sido calificada de “ecocidio”.

Esto no es ajeno a Ceballos. “Es un proyecto enorme y controversial en un país polarizado”, concede. La obra también ha sido acusada de falta de transparencia. Si bien los estudios sobre pasos de fauna realizados tanto por Gerardo Ceballos –a través de la empresa Servicios Ecológicos y Científicos S.A. de C.V., mediante un contrato con Fonatur por 9.8 millones de pesos obtenido por medio de licitación–, como por otras consultoras, son públicos a través del portal de transparencia, han levantado recelo entre la comunidad científica.

Los ecologistas temen que los pasos de fauna sean usados como mera propaganda (lo cual ya ha ocurrido en otros proyectos carreteros) y no cumplan su trascendental objetivo.

Entre el turismo, los jaguares y el Tren Maya

Tampoco da tranquilidad el decreto que considera a las megaobras “asunto de seguridad nacional” emitido en noviembre pasado. Para el Tren Maya —y los jaguares— significaría que los tramos 5, 6 y 7, que van de Playa del Carmen (Quintana Roo) a Escárcega (Campeche) en donde se ubica Calakmul y otras áreas ambientalmente delicadas, puedan iniciar su construcción sin la aprobación de la Manifestación de Impacto Ambiental.

Otro aspecto que quita el sueño a ecólogos y ambientalistas es el turismo que el tren atraerá a la zona. “De no controlarse y manejarse adecuadamente pueden afectar mucho más que el tren”, refiere, vía correo electrónico Alberto González Gallina, de la Red de Ambiente y Sustentabilidad del Instituto de Ecología (INECOL), quien ha monitoreado los atropellos de jaguar en la región. “El desarrollo descontrolado del corredor Cancún-Tulum es un ejemplo muy claro de lo que puede ocurrir”.

Última oportunidad para los jaguares y el Tren Maya

“Hay miedos legítimos y miedos ilegítimos”, admite Ceballos al preguntarle a mediados de 2021 sobre estas cuestiones. “Cualquier obra de desarrollo tiene impactos. Lo que tenemos que ver es si son evitables y cómo”.

Para él, el tren también puede ser una forma de salvar a las selvas de México y sus especies.

“En los últimos 20 años se han perdido 1 millón 800 mil hectáreas en la península de Yucatán. Si el tren pasara por la selva –acota el investigador–, arrasaría con 3 mil hectáreas”, explica el experto.

Calakmul, la más importante reserva de la biosfera en el país, pierde 17 mil hectáreas cada año. “El problema no es el tren, sino la falta de ordenamiento territorial y de gobernanza en la península de Yucatán”, afirma.

Consolidar, ampliar, conservar

De ahí que uno de sus objetivos al participar en este proyecto sea consolidar las reservas que existen y, de ser posible, ampliarlas, como ocurrió con la Reserva Ecológica de Cuxtal, el principal acuífero de la ciudad de Mérida y hogar de decenas de aves viajeras a la que el tren destinó recursos para saneamiento ambiental.

También lograron un financiamiento para que se establezcan casetas de vigilancia en las dos áreas más importantes afectadas por la tala y la cacería ilegal, que junto con la invasión de las reservas son tres de los principales problemas que afectan a la supervivencia de las especies.

“El tren podrá acrecentar los problemas en algunos lugares, como Playa del Carmen o Tulum, pero en realidad, en lo que queda de selva los impactos son otros… debemos aprovechar que el tren tiene el interés de dar solución, interés que nunca antes había habido”.

Quizá por ello el investigador es optimista frente al polémico proyecto: “Ya no queda mucho tiempo, y Calakmul es nuestra última oportunidad por salvar al jaguar”. Además, concluye, “un tren causa mucha menos contaminación que los automóviles”. El Tren Maya podría no ser un punto final para los jaguares en el sureste mexicano, después de todo.

Fuente: muyinteresante.com.mx