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Una decisión moral

Yuri Rubo

En la madrugada del 24 de febrero de 2022, Rusia invadió Ucrania usando la totalidad de su arsenal militar pesado: aviones, cañones, tanques y misiles balísticos. Esta guerra ya se llevó cientos o hasta miles de vidas de civiles ucranianos [1], decenas de niños muertos, y manifestó el rompimiento tajante del orden establecido después de la Segunda Guerra Mundial. La explicación de cómo Rusia pasó de ser un país aliado que contribuyó sustancialmente a la victoria sobre la Alemania nazi hacía un estado que repite los mismos métodos de guerra y atrocidades que Adolf Hitler utilizó en Ucrania en el verano de 1941, requiere un análisis marcadamente más amplio de lo permitido en el espacio de esta opinión.

Por esta razón, solo abordaré algunos aspectos éticos relacionados con la reacción económica de la comunidad mundial a esta guerra. Sin embargo, cabe señalar una razón importante de esta transformación: recurso-dependencia de la economía de Rusia. Y prácticamente de un solo recurso, hidrocarburos.

Existe amplia evidencia histórica de que, si la economía de un país depende de la exportación de un solo recurso, su transformación a un régimen autoritario, o hasta a una dictadura totalitaria, es casi inevitable. Un reducido grupo de personas siempre se apoderan del recurso en cuestión, de su gobierno, y de toda la riqueza. El único desarrollo que este grupo puede ofrecer a la población del país es la expansión para tener más recursos o sus derivados. Por ello, la decisión de la humanidad de abandonar energías sucias provenientes de hidrocarburos no es solamente para la preservación de la naturaleza de la Tierra, y para la protección del medio ambiente de nuestras generaciones futuras, es también una decisión ética para evitar la aparición de regímenes antidemocráticos y peligrosos.

Casi inmediatamente después del comienzo de la invasión, muchos países impusieron sanciones económicas severas contra Rusia.

Estas decisiones fueron en contra de sus propios intereses económicos y, en algunos casos, en contra de intereses políticos internos. Varios líderes de estos países decidieron sancionar a Rusia sabiendo bien que eso puede complicar la economía de sus ciudadanos y, muy probablemente, terminar su carrera política. No obstante, tomaron una decisión difícil escogiendo entre intereses económicos y su conciencia. Un ejemplo es la decisión del canciller alemán, Olaf Scholz, de cancelar la certificación del gasoducto “Nord Stream 2” que tenía previsto transportar gas natural ruso hacia Alemania. Otro movimiento de gran escala es la decisión del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, de anunciar la semana pasada un embargo sobre la importación de gas natural, petróleo y carbón rusos. La decisión fue tomada bajo una presión enorme bipartidista, pero el Partido Demócrata es el que enfrenta el dilema de mayor importancia, ya que la imposición del embargo resultó en un aumento del precio de la gasolina, y eso dificultaría las perspectivas del partido en las elecciones intermedias del año en curso. En su turno, el Reino Unido planea dejar de comprar los hidrocarburos rusos para finales de este año.

El capital privado reaccionó en una manera aún más drástica. Decenas de empresas decidieron cerrar por completo sus negocios en Rusia.

Esta tendencia marca una reconsideración notable de los principios morales en el negocio. Y en varios casos, la decisión de salir del mercado tóxico de Rusia resultó en un aumento en la capitalización de las empresas. Un ejemplo importante es del Deutsche Bank, que el viernes pasado finalmente decidió unirse con las entidades financieros JP Morgan Chase y Goldman Sachs y cerrar gradualmente sus negocios remanentes en Rusia. Esta decisión aumentó el precio de sus acciones en casi un ocho por ciento registrado este lunes.

El gobierno de México decidió no imponer sanción alguna a Rusia. En particular, en una de sus conferencias mañaneras recientes, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que México seguirá comprando fertilizantes a Rusia. Reflexionando sobre esta decisión, hay que considerar que una de las razones de la invasión rusa es el deseo del pillaje de las plantas energéticas, metalúrgicas y petroquímicas de Ucrania. Eso permitiría a Rusia exportar fertilizantes de precio competitivo, de tal forma que las tierras mexicanas estarían fertilizadas con sangre ucraniana.

Es fácil hablar y escribir sobre economía moral, proclamándose a favor de todo lo bueno y en contra de todo malo, pero al momento de tomar decisiones enfrente de una guerra cruel, optar por la continuación del negocio, como si no hubiera nada de por medio. La relación entre economía y moral es muy compleja, y evoluciona continuamente mientras construimos una sociedad más incluyente y justa. Es por ello por lo que, como ciudadanos, tenemos la responsabilidad de informarnos, y ampliar nuestro conocimiento acerca de temas económicos. Personalmente, para los aspectos éticos de la economía recomiendo el excelente libro del economista checo Tomáš Sedláček, “Economía del bien y del mal: La búsqueda del significado económico desde Gilgamesh hasta Wall Street” [2].

[1] Del 24 de febrero al 13 de marzo de 2022 la guerra resultó en 636 victimas mortales civiles confirmados, según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, https://ukraine.un.org/sites/default/files/2022-03/Ukraine%20-%20civilian%20casualty%20update%20as%20of%2024.00%2013%20March%202022%20ENG.pdf, pero ellos mismos consideran que la cifra real es mucho más alta.

[2] https://www.fcede.es/site/es/libros/detalles.aspx?id_libro=19211.

Fuente: Sin embargo se mueve …

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