¿Por qué recuperar y hacer visible la gente y la vida en los pueblos mineros de Sudcalifornia?

Cinthya Castro Iglesias

Es Historiadora por la Universidad Autónoma de Baja California Sur. Desde hace más de 30 años, ha realizado tareas para la promoción cultural y la divulgación de la ciencia en medios de comunicación. Hoy en día, dirige los esfuerzos del Departamento de Extensión y Divulgación Científica del Centro de Investigaciones Biológicas del Noroeste desde el año 2007 a la fecha. Además, es desde 2005, profesora en la carrera de Historia de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, en donde imparte las materias de Historia del Arte Mexicano, Tópicos Contemporáneos, y Democracia y Derechos Humanos. Ha realizado publicaciones y producciones en materia de Historia de las Instituciones y de la ciencia en México.

No hay regocijo más grande para alguien que ama la tierra de Clío, que redescubrir el sentido amplio de la aplicación del conocimiento histórico.

He de reconocer que presentar este libro lo considero un privilegio inmerecido, dado que no me dedico a la investigación, aunque no me es ajena en absoluto.

Son varios motivos los que me llevaron a aceptar tal distinción. El primero de ellos es reconocer la labor y trayectoria en investigación de la autora y los autores. Otro gran motivo es confirmar que el análisis del pasado es, hoy más que nunca, pertinente para comprender el presente. Y es que el tiempo contemporáneo, este mundo global y universal, nos obliga a volver al «terruño», a la patria chica, en búsqueda de señales, de registro de lo que hemos sido. El libro que ahora presentamos va más allá de la nostalgia tan característica que surge de urdir en las identidades locales. San Antonio y El Triunfo. La gente y la vida en los pueblos mineros de Sudcalifornia, es un texto escrito con todo el rigor que caracteriza a la academia y pone en trazos claros, documentados y a conciencia un contenido revelador de los pueblos y enclaves que le dieron vida y aliento a la región.

El alcance y la visión de la obra permiten recuperar la amalgama del territorio y su apropiación, nos habilitan para hablar de la capacidad de coexistencia entre los que seguían llegando de fuera y de los que ya nacidos en el espacio habrían de ensancharlo, propiciando desde las actividades económicas el desarrollo de los asentamientos tal como se narra en sus capítulos. La aparición de poblaciones rurales, aderezada con los pasajes de la vida, los personajes como Gálvez, Rodríguez y Ocio (dedicado inicialmente a la cosecha de perlas), la explotación del entorno, que entre otras peculiaridades propiciaba una tierra fundamentalmente minera, son un acierto que se convierte en una amable trampa para el lector. Quien lee, empieza a reconocer y reconocerse entre apellidos, formas de habitar y edificar casas, huertos, establos y ranchos. Así, uno imagina letra a letra, el episodio donde quedan atrás los omnipresentes jesuitas dando aliento al sueño de la secularización de Gálvez, el visitador encargado de poblar, ordenar, repartir tierras y velar por los productos de la California.

Detallados informes y referencias documentales y bibliográficas ponen al descubierto el agreste camino para la colonización de nuestra Sudcalifornia una vez concluida la vida misional.

Destaco de un apartado verdaderamente delicioso, la inclusión de fragmentos documentales sobre el comportamiento y conductas sociales reprobables de indígenas y colonos. Así, van cayendo las páginas en las que los autores dibujan al final la decadencia del Real de Santa Ana que parecía dejar atrás al visitador Gálvez en su sueño y utopía.

El paso por el siglo XIX y los albores del XX señala la precariedad de una actividad, no obstante, negada a morir y que en una combinación de economía de subsistencia, parecía ser el común denominador del territorio que latía con la ayuda de la plata y de una intensificación de las actividades agropecuarias y el comercio surgidas por su propia trayectoria como mineral.

La explicación brindada ante las afirmaciones del carácter fundacional de La Paz (primero como mero fondeadero y luego como puerto de cabotaje) me han parecido cruciales. Cuestión harto útil para dejar de anunciarnos como ciudad de casi 500 años.

Añado el encuentro de otro importante aporte, la interpretación desde la historia económica y política. De no menos importancia es la visión reflejada en el texto para obtener el dato que permite introducir en este estudio histórico, el componente de los avances científicos y sus actores y sus implicaciones en la producción de miles de toneladas de mineral por año hacia fines de 1800 (tomemos nota para la Historia de la ciencia), El Triunfo y San Antonio van emergiendo como la confirmación de un territorio capaz de hacer una convocatoria internacional atrayendo para sí un importante flujo de migración extranjera proveniente de Norteamérica y el continente europeo, y no menos significativa la presencia de adinerados y consolidados empresarios nacionales, también por supuesto con innovaciones en comunicaciones y transportes, ahí aparecerían el teléfono y el ferrocarril.

El episodio de caídas, luego auges y recuperación en esos lustros, retrata la vida en San Antonio y el Triunfo que transcurre entre el aliento del gobierno federal, las empresas e informes de producción que dan cuenta del estado de la minería, posibilitando también la imagen de pueblos en cuya vida cotidiana se pueden encontrar mencionados los espacios de cultura, de organización, de regulación urbana y otro sinfín de motivos que, en sí mismos, constituyen buenas fuentes para tejer otras historias.

Acuerdos, desavenencias, auge y quiebra en socios y empresas, todo ello atravesado por sucesos históricos de gran calado, como la intervención francesa, son apuntes de mucha valía para la comprensión de la dimensión del periodo y su territorio.

La evolución demográfica, la delimitación del espacio urbano y su sociedad, son abordados en el capítulo cuatro. En este último y robusto espacio, la conformación de la vida municipal es expuesta teniendo como eje a la municipalidad de San Antonio y es la demografía creciente un subrayado motivo para explicaciones de determinaciones político administrativas arraigadas desde luego en el carácter hacendario que la riqueza de los minerales justificaría.

La localización, a simple vista, de los distintos componentes de la sociedad se puede encontrar en los mismos informes económicos que -previa advertencia al lector- no están completos, sí permiten el asomo a los padrones de población y el enunciado de oficios y actividades que delatan el variado conjunto de sus habitantes. También el lugar de origen de la población fue cambiante de un siglo a otro, de una década a otra. La aportación de más de una decena de entidades del país se congregó en estos dos grandes pilares del asentamiento sudpeninsular.

El puerto de La Paz emergió dejando callados los protagonismos de San Antonio y El Triunfo, pues la extracción minera que otrora le diera vida, hoy, y por necesidad de embarque, jalaba el progreso hacia un destino del que ya no podría escapar.

Hay desde luego un rincón favorito para mí en estas páginas; el que tiene que ver con la sociedad, el comercio, la obediencia y desobediencia moral, las familias González, Hidalgo, y Ruffo entre otras. Episodios arrancados del archivo como el que se describe en las páginas de este libro:

“…gazas para baile, ricas telas para trajes, cañamazo de última novedad, zurat de seda blanco y negro, mantillas y vistas de seda…”.[1]

Capítulo a capítulo, y sin subrayar las autorías individuales, el texto completo es un desafío a la armonización de estilos y formas de ser historiador. Me causa mucho y muy buen asombro justamente esa capacidad de convivencia. Ello demuestra la madurez editorial del colectivo.

Esta obra es en sí misma un libro generoso y serio en su aparato crítico (como suelen ser los productos de la academia de Historia) pero, y acá retomo una expresión reciente de Ibarrola, es un texto muy pertinente de extensión y difusión histórica.

Se lee con toda la confianza del esfuerzo de la investigación y la metodología formal, pero con los trazos de una tinta ágil, amable y literariamente envidiable. Ello permite tenerlo como fuente para la interpretación histórica y el conocimiento, a la vez que constituye un seductor texto para calmar la curiosidad por las cosas pequeñas, minúsculas de la vida cotidiana de los pueblos.

Coincido, como bien dice la introducción, en que la instantánea demográfica es un retrato social; una en la que se pueden explicar el uso del lenguaje, las maneras de convivir, las formas de utilizar los recursos, las costumbres y los orígenes de la vida pública. Un fragmento de cronos que permite regresar por trozos del rompecabezas para obtener con ellos la imagen completa de la modernidad y de su estampa final: Baja California Sur.

Notas

  • Reseña del libro San Antonio y El Triunfo. La gente y la vida en los pueblos mineros de Sudcalifornia. Autores: Edith González Cruz, Ignacio Rivas y Francisco Altable. La Paz, BCS: Archivo Histórico Pablo L. Martínez, 2019.

[1] Periódico La luz del Sol. El Triunfo Baja California, 1895. (Como se cita en San Antonio y El Triunfo. La gente y la vida en los pueblos mineros de Sudcalifornia, 2022.

Fuente: elsoldemexico.com.mx