Necesitamos propiciar un futuro de bienestar social

Jesús Antonio del Río Portilla

Hace 12 años durante la jornada electoral, después de ir a votar, esperé ansioso la hora del cierre de casillas y fui de observador a mi casilla para presenciar el conteo. Cuando terminó, presencie el vaciado de los resultados en la cartulina y su colocación en un lugar visible, me dirigí a mi casa y me dediqué a consultar la información del PREP. Durante varias horas, observé como la votación que en un principio favorecía a Andrés Manuel López Obrador, se iba convirtiendo en el triunfo de Felipe Calderón Hinojosa. Según comenté posteriormente con Luis Mochán, eso mismo le pasaba a él. El doctor Mochán tuvo a bien escribir un programa en computadora para empezar a analizar la información que vertía cada 10 minutos el PREP y a pesar de todos sus intentos no pudo mostrar que hubiera fraude. Lo que sí pudo concluir, es que los mexicanos no sabemos contar e incluso en el conteo de las boletas existe un error y que es del orden del 1%. Como bien recordamos, en el 2012 la diferencia entre AMLO y Calderón fue menor a ese porcentaje. Por lo tanto, en aquella ocasión, algunos considerábamos importante implantar una segunda vuelta en las elecciones para subsanar esos errores. Los científicos conocemos que muchas veces los errores en las mediciones pueden llevar a resultados diferentes, cosa que pudo haber pasado en esas elecciones también.

Hace seis años, me convertí en un verificador de actas y durante varias horas estuve revisando las fotografías que enviaban diferentes personas en una plataforma desarrollada, entre otros, por Víctor Romero.

Tanto el doctor Romero como el doctor Mochán son científicos dedicados a la física, quienes decidieron dedicar parte de su tiempo a investigar si se efectuaba algún fraude en el conteo de las boletas electorales. En el 2012 también tuvimos que concluir que no hubo fraude en el momento del conteo. Los resultados de las cartulinas enviados por fotografía, coincidían con los reportados en el PREP; quizá se desarrollen estrategias de compra de votos o alguna otra artimaña, pero no en el conteo de las boletas en las casillas.

El pasado domingo la situación fue totalmente diferente: después de ir a votar, me dediqué a leer y esperar al cierre de las casillas. No salí a presenciar el conteo de mi casilla, me sentía confiado en el sistema electoral mexicano. Al cierre de las casillas, alrededor de las 18 horas. me dediqué a oír la información de TV Azteca, al mismo tiempo que escuchaba por internet a Carmen Aristegui. A las 20 horas escuché el anuncio del cierre de casillas y el informe de Lorenzo Córdoba sobre la jornada electoral que fue mayoritariamente celebrada con civilidad.

A los pocos minutos, sinceramente me agradó escuchar que José Antonio Meade se preparaba para dar un mensaje y mucho más me alegré al escucharlo mencionar que las tendencias no lo favorecían y que los datos, disponibles para él, indicaban que AMLO tenía una ventaja incuestionable. Posteriormente, escuché diversas encuestas realizadas por diferentes compañías; pero éstas últimas fueron irrelevantes, ya uno de los contendientes había reconocido su derrota. Como todos saben, a los pocos minutos Ricardo Anaya hizo lo propio y reconoció el triunfo de López Obrador. Así, para sorpresa de muchos, los que no fueron seleccionados por la mayoría de los que participaron en las votaciones, reconocían este hecho.

Es claro que estos acontecimientos son una muestra de civilidad, pero que en esencia es totalmente diferente a las situaciones del pasado, dado que los márgenes en la diferencia de los votos a favor o en contra en las elecciones del 2018, son totalmente diferentes comparados con las elecciones del 2006 o del 2012. En este año más del 50% de los votantes seleccionó a Andrés Manuel como su futuro presidente, mayoría totalmente indiscutible en comparación con cualquier votación en este milenio en nuestro país.

Por primera vez, en la historia tendremos un gobierno de la llamada izquierda que pretenderá distribuir de una forma más equitativa la riqueza en nuestro país. Claramente los gobiernos del PRI y del PAN han conseguido que los parámetros macro-económicos sean estables; pero debemos reconocer que han fracasado rotundamente en propiciar el bienestar social en nuestro país. Hoy, por ejemplo, tenemos un producto interno bruto per cápita dentro del rango de país desarrollado, pero indicadores lacerantes en términos de desigualdades, por ejemplo un GINI en la medianía del total de países.

En mi opinión, requerimos trabajar conjuntamente para definir y propiciar un futuro de nuestra sociedad que se sustente el respeto al ambiente, que propicie la equidad, que logremos que todas las personas con su trabajo genere productos o servicios con valor de intercambio que le permita disfrutar de un bienestar social.

Fuente: Sin embargo se mueve…