¿Las decisiones dependen de la sabiduría del intestino?

Los seres humanos toman muchas decisiones de forma visceral y hay dos elementos principales que los influencian, la comida y la gente que conoce: Diego V. Bohórquez

En la Sierra de Atapuerca, al norte de España, se encuentran los vestigios más antiguos de la especie humana extinta hace más de 28 mil años. Este lugar fue el punto de partida de la conferencia El origen y la evolución de los neandertales, impartida por Rolf Quam, investigador de la Universidad de Binghamton, de Nueva York, transmitida en vivo el 6 de mayo por las plataformas digitales de El Colegio Nacional.

El paleoantropólogo expuso que los yacimientos más antiguos que tienen restos humanos son europeos y algunos datan del pleistoceno anterior como es el caso de Atapuerca, en España; varios otros son del pleistoceno medio, en los que se centró durante su conferencia, la cual formó parte del ciclo Los viernes de la evolución, coordinado por los colegiados Antonio Lazcano y José Sarukhán.

Recordó que a principios del Siglo XX se encontró una mandíbula en el yacimiento de Mauer, en Alemania, que, de acuerdo con la datación radiométrica, tiene una edad de 609 mil a 40 mil años.

En palabras del investigador, la sierra de Atapuerca se puede describir como una montaña bajita cubierta de árboles y arbustos, cuyas cavidades interiores están rellenas con restos del pleistoceno: “El primer fósil se descubrió en la década de los setenta del siglo pasado y fue una mandíbula”.

Sostuvo que en la zona llamada la Sima de los Huesos, una cueva subterránea de Atapuerca, es donde se encuentran los vestigios más antiguos de los neandertales. En ese lugar se ubica El Portalón, un yacimiento que data de la Edad de Bronce, y tiene unos 3 mil o 4 mil años de antigüedad. Se trata de un espacio que preserva sedimentos que documentan las etapas más recientes de la historia de Atapuerca: “En toda la zona se tiene registro de la ocupación humana desde hace más de un millón de años hasta la época romana. Durante más de un millón de años la humanidad, en sus varias formas, ha estado ocupando estas cuevas para vivir, hacer su vida y enterrar a sus muertos”.

El especialista explicó que los sedimentos donde excava su equipo de trabajo son una mezcla de arcilla con agua y bloques de caliza de la misma cueva. Lo anterior significa que, aunque fácil de cavar, es muy frágil y provoca daño a los fósiles y restos encontrados: “Hemos hecho varios intentos por fechar el yacimiento para ubicar la importancia de los fósiles. Tenemos estimado que es de hace 430 mil años”.

De acuerdo con Quam, hasta ahora se han reconocido en el yacimiento, por lo menos, 29 individuos de diversas edades y ambos sexos: “Hicimos un perfil de su muerte y encontramos que la mayoría murió entre los 11 y los 20 años. Les siguen los adultos jóvenes entre los 21 y los 30, y en un porcentaje menor se encuentra la población más vieja, los mayores de 30 años. Lo importante de este perfil es la gran cantidad de adolescentes, es extraño, porque si uno va al cementerio hoy y toma 29 tumbas, seguramente los datos serían contrarios. Es un misterio que estamos abordando en una investigación, ¿por qué morían en la juventud?”.

Puntualizó que la mayoría de los cráneos salen fragmentados y lleva años poder reconstruir la gran cantidad de fragmentos para analizarlos científicamente: “Hasta la fecha hemos reconstruido 17 cráneos en la colección y estamos trabajando en el 18 que está por finalizar. Es una colección fantástica para estudiar a las primeras poblaciones de los neandertales”.

“Los cráneos tienen una proyección a la mitad de la cara, es una morfología muy característica de los neandertales y, para tener una idea, es como si tomaras tu nariz y estiraras hacia afuera para extenderla. Toda la cara es un poco más avanzada al frente del cráneo que la de nosotros. Es una característica que se puede medir, cuantificar y típica de los neandertales que están en la Sima”, agregó.

El experto en aspectos evolutivos del cráneo y la mandíbula aseguró que, en los fósiles de Atapuerca, las características neandertales se concentran en las mandíbulas, los dientes y la cara. Sin embargo, el resto del cráneo como la bóveda, la parte trasera, todavía no son claramente de esta especie, sino que tienen rastros primitivos: “Si comparamos estos cráneos de Atapuerca con los neandertales, podemos decir que el tamaño del cerebro era el mismo que el de nosotros actualmente”.

Explicó que en las mandíbulas se han encontrado características comunes a los humanos actuales: “podemos ver en el último molar un espacio, ninguno tiene un mentón, pero lo más importante es que, en la parte superior, en el cóndilo, que es un bulto detrás de la mandíbula, tenían una configuración que les permitía tener la boca más abierta que nosotros. Estamos investigando cuál era la ventaja de esa característica, para qué servía o si es un proceso adaptativo”.

La investigación ha permitido reunir más de 500 dientes, a través de los cuales se ha estimado la cantidad de individuos que existen en la colección, de ahí que se hayan identificado a 29 sujetos distintos: “En los dientes vemos características neandertales, la única excepción que encontramos es que tienen los molares más pequeños”.

Se piensa que El Portalón fue un depósito de cadáveres, en donde se colocaba a los fallecidos del grupo a través de un agujero en el suelo. Es considerado uno de los depósitos de fósiles humanos más ricos en el mundo y representa la evidencia temprana de prácticas mortuorias.

Rolf Quam afirmó que los huesos de los restos fósiles expresan seres muy anchos y muy pesados y la pelvis que encontraron tiene rastros primitivos en la sima, es muy semejante a la de los neandertales y muy diferente a la del homo sapiens: “Sabemos que los neandertales tenían una cosa peculiar en su esqueleto, el radius, parte del antebrazo y la tibia de la zona inferior de la pierna, era corto y eso es una adaptación al frío. Esto puede ser una adaptación al ambiente por parte de los neandertales que se refleja en su esqueleto y este rasgo neandertal no está en el yacimiento. Lo que parece indicar que los individuos del yacimiento son previos a los neandertales”.

De acuerdo con el experto, la estatura de los fósiles se ha estimado entre 1.60 y 1.53 metros para mujeres, y de 1.74 a 1.68 para hombres: “Son tallas semejantes a la de los neandertales y nosotros, lo cual parece un humano típico con muy poca diferencia en la estatura. En cuanto al peso, hemos estimado un peso corporal en un promedio de 95 kilos. Tener un cuerpo robusto y fuerte para sobrevivir en la época de los glaciares, viviendo en cuevas y cazando la comida son parte de las estrategias adaptativas”.

Además, al parecer estos individuos experimentaron un aumento en el tamaño del cerebro: “Tienen una variación esquelética igual que nosotros, es decir, que la diferencia entre los más grandes y pequeños es similar a la de nosotros. Eran mucho más humanos que chimpancés, eran otra variedad de humanos quizá”, finalizó.

La conferencia El origen y la evolución de los neandertales, coordinada por los colegiados Antonio Lazcano y José Sarukhán, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de la institución:

La comunicación intestino-cerebro y la atracción de los seres humanos por el azúcar fue el eje temático abordado en la tercera sesión del ciclo Olores, sabores y dolores: una visión neurobiológica, coordinado por Pablo Rudomin, miembro de El Colegio Nacional, y el doctor Ranier Gutiérrez, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV), del Instituto Politécnico Nacional.

Fue el neurocientífico Diego V. Bohórquez, de la Universidad de Duke, en Estados Unidos, el descubridor de las células neuropodo que revisten el intestino y se comunican entre sí, quien impartió la conferencia De los deseos viscerales, transmitida en vivo el 9 de mayo por las plataformas digitales de la institución.

Comentó que los seres humanos toman muchas decisiones de forma visceral y hay dos elementos principales que los influencian, la comida y la gente que conoce. Recordó que en 1926 se editó el libro El hombre como un palacio industrial, escrito por el fisiólogo judío Fritz Kahn, que mostraba una idea clara de cómo el alimento es reducido en partes hasta pasar al estómago y llegar al intestino, donde se absorben y extraen los bloques que hacen posible la vida, es decir, los macro y micronutrientes, además de las grasas, las proteínas y los azucares.

Expuso que la realidad en la que vive la sociedad es una representación de los sentidos, de la información sensorial, de ahí que la relación entre el intestino y el cerebro fuera motivo de estudio desde 1978. Hasta ahora se sabe que las personas toman decisiones debido a que en cada superficie del cuerpo hay células sensoriales.

Fue en 2014 cuando se introdujo el término células neuropodas, que se refiere a una célula epitelial que forma conexiones sinápticas y tiene la habilidad de transmitir impulsos sensoriales mediante el uso de un neurotransmisor, funcionan como las neuronas que se comunican entre sí en el cerebro, pero éstas revisten el intestino.

Durante más de una década Bohórquez y su equipo de trabajo del Instituto Duke para las Ciencias del Cerebro se han dedicado a estudiar el funcionamiento de estas células. Entre los hallazgos realizados, se encuentra que estas células que se ubican en el epitelio del intestino no son sólo observadoras de los estímulos de los nutrientes, sino que buscan de manera activa comunicarse con el sistema nervioso e interactuar con las células de este sistema.

En 2015 se hizo un experimento que marcó un antes y un después en la historia de cómo el intestino traduce la información sensorial del alimento para comunicarse con el cerebro: “Demostramos que las neuropod forman circuitos neuronales a través de conexiones sinápticas”, enfatizó el especialista. En otras palabras, así como las células del olfato y del sabor, las células neuropodas pueden comunicar información directa de nutrientes al cerebro en milisegundos.

“Para nuestra sorpresa, en el año 2017, el laboratorio del doctor David Julius en la Universidad de California, en San Francisco, publicó un artículo corroborando que en realidad existen estas conexiones sinápticas en células enterocromafines del colon”, sostuvo el neurocientífico.

Sostuvo que en el 2018 el doctor Iván E. de Araujo, investigador de la Escuela Icahn de Medicina en Monte Sinaí, realizó un estudio en el que utilizó el virus de la rabia. Con el análisis de este virus se demostraron dos cosas, la primera, es que el intestino, como la lengua, la nariz y los ojos, también tiene un circuito neuronal de un sensor epitelial conectado a un nervio craneal con la habilidad de procesar información sensorial; la segunda, es que se descubrió dentro del intestino un potencial camino para patógenos que puedan acceder al cerebro.

En palabras del investigador de los departamentos de Medicina y Neurobiología de la Duke University, lo anterior es importante, porque muchas de las enfermedades neurodegenerativas que se tienen el día de hoy se piensa que inician en el intestino, pero se desconoce cuáles son los caminos que toman para llegar al cerebro.

Agregó que en un experimento realizado con ratones en 2020, se dio cuenta que los animales tenían la capacidad de identificar el azúcar de los edulcorantes: “Encontramos que las células neuropodas detectan moléculas específicas de los nutrientes para dejarnos visualizar qué tipo de alimento estamos consumiendo”. Cuando el azúcar está dentro de las neuropod se activa una descarga eléctrica y éstas secretan glutamato, que es su neurotransmisor. Incluso, si se estimulan estas células se puede lograr que las personas consuman alimentos como si fuesen azúcar.

“Me gusta resaltar la frase de Virginia Wolf en la que dice: uno no puede pensar bien, amar bien, o dormir bien, si uno no ha comido bien. Para eso uno depende de la sabiduría del intestino, porque cada vez que comemos, literalmente tenemos que confiar en que el intestino tome las decisiones adecuadas para que nosotros sigamos viviendo”, finalizó Diego V. Bohórquez.

Fuente: El Colegio Nacional