La vida doméstica en la ciudad es una de las características que hacen de Teotihuacan una anomalía: Linda Rosa Manzanilla
125 mil personas consumiendo, tomando agua, requiriendo alimentos, materias primas para trabajar: es una de las ciudades preindustriales más grandes, destacó Linda Rosa Manzanilla
En el título de la conferencia impartida por la doctora Linda Rosa Manzanilla, integrante de El Colegio Nacional, ya se reflejaba la importancia de proponer una aproximación a una de las ciudades más enigmáticas de nuestro pasado prehispánico: La aventura de conocer Teotihuacan comenzó hace 50 años, impartida de manera virtual a través de las redes sociales de la institución.
“Teotihuacan es una anomalía para nosotros, porque es la primera gran ciudad multiétnica de 20 kilómetros cuadrados, de una traza octogonal muy clara, con las construcciones y calles a ángulos rectos, la multietnicidad presente en los barrios étnicos de la periferia y en los barrios multiétnicos de la parte central de la ciudad”.
Y es que hace cinco décadas comenzó el esfuerzo desarrollado por la colegiada por acercarse a una cultura y a una geografía que aún tiene muchos secretos guardados, como reflejó a lo largo de su cátedra, dividida en tres partes: “La vida doméstica antes del surgimiento de la ciudad de Teotihuacan y en la metrópolis del Clásico”, “Los dinámicos centros de barrio de Teotihuacan y los palacios de las élites gobernantes”, y “El colapso de Teotihuacan y las ocupaciones posteriores”.
“Son tres conferencias sobre lo que he aprendido en 50 años de investigación en Teotihuacan y, obviamente, esto se dice fácil, pero 50 años de trabajo de campo, de investigación de distintos contextos, realmente toda la historia del valle, desde el formativo, antes del surgimiento de la gran metrópoli, hasta el momento en el que los grupos aztecas poblaron el valle, realmente es una historia fascinante”.
A partir de esa perspectiva, la investigadora de la UNAM definió como todo un reto intelectual este acercamiento, “porque no nos legaron textos de cómo funcionó esta ciudad”, de tal manera que con la ciencia del siglo XXI se habló de varios aspectos “que he podido aprender de mis proyectos interdisciplinarios”, sobre todo con una perspectiva un tanto cotidiana.
Así, por ejemplo, la colegiada se refirió a la situación de la vivienda antes del surgimiento de la gran metrópoli y durante la vida de esta ciudad, como una fuente de información arqueológica, ya fuera por los materiales constructivos, que, por la forma de la casa, las áreas de actividad, la organización del trabajo, la estructura de la unidad doméstica, las identidades o las jerarquías.
“Antes del surgimiento de Teotihuacan, junto con Marcella Frangipane, de la Universidad de Roma, tuve el privilegio de excavar el sitio de Cuanalan, donde desemboca el Valle de Teotihuacan en el Lago de Texcoco. Pudimos ver allí que la vida era muy sencilla: chozas de unos 25 metros cuadrados de espacio techado que albergaba a familias nucleares, es decir papá, mamá e hijos”.
“Estas casas las excavamos extensivamente en los años 70. Los estudios de la forma de vida en las aldeas, antes del surgimiento de la gran ciudad, nos da la vida de que se tenía un espectro muy amplio en la subsistencia: se cultivaba maíz, frijol, se recolectaban tules del Lago de Texcoco y, en la sierra, se cazaban venados, conejos, liebres; se tenían perros y guajolotes como animales domésticos. Se aprovechaban muchos ambientes”, señaló la arqueóloga.
Esta forma de vida muy sencilla contrasta con lo encontrado por otros arqueólogos en la ladera oriental del Popocatépetl, donde se hallaron diversos sitos donde los grupos del formativo tardío vivían de manera más compleja y formal: en tres estructuras alrededor de patios con altares, con una forma arquitectónica que se ve en Teotihuacan.
Hacia el año 150 de nuestra era, la gran ciudad comienza como un enorme asentamiento, muy planificado, que empieza a tener la llegada de gente no sólo de Puebla y Tlaxcala, sino de Veracruz y Oaxaca, al final, en la segunda fase de la historia teotihuacana, de Michoacán: se convierte en un sitio multiétnico, siendo uno de los desafíos cómo hacer para averiguar quién es quién en esta diversidad.
La idea de los barrios étnicos de la periferia, reconoció Linda Manzanilla, no pertenece a sus proyectos, sino a otros especialistas, pero ha servido para reconocer que en ese ambiente se hablaban cuando menos cinco lenguas, siendo muy importante el reconocimiento visual, por eso los trajes, los tocados, la pintura facial, el tipo de sandalia… “Nos representa la vestimenta de los distintos grupos étnicos, pero también de los grupos jerárquicos en la propia ciudad”.
“Los barrios foráneos de la periferia fueron reconocidos porque tenían prácticas funerarias distintas. Además, al grupo veracruzano, en el barrio de los comerciantes, les permitieron replicar sus chozas de adobe, con techos de materiales perecederos, chozas redondas, contra todo el canon cuadrado y rectangular de la ciudad; así, en cada uno de esos espacios se tienen importaciones de las distintas regiones, no sólo rituales funerarios, como objetos que vienen de otros lugares, imitaciones hechas en Teotihuacan de cada una de esas lozas y formas cerámicas”.
Con todo lo anterior, la vida doméstica en la ciudad es una de las características que hacen de Teotihuacan una anomalía, aseveró Linda Manzanilla, quien recordó que, en esa zona, por primera vez se observaron conjuntos multifamiliares teotihuacanos: conjuntos de apartamentos para distintas familias que comparten el territorio doméstico.
Entre la competencia y lo corporativo
En la segunda parte de su cátedra, con el título “Los dinámicos centros de barrio de Teotihuacan y los palacios de las élites gobernantes”, Linda Manzanilla rememoró una definición que ha aplicado al lugar desde el año 2012: un “Estado tipo pulpo”, donde la cabeza es la gran ciudad y los tentáculos son los sitios aliados, pero de cada barrio, porque se trataba de una sociedad que privilegiaba alianzas a través de un corredor particular, “hacia un punto de Mesoamérica del que traían materias primas, bienes suntuarios y gente”.
“En Teotihuacan hay dos estructuras un poco en tensión: el aspecto corporativo, que hace de la ciudad una excepción en Mesoamérica, se ve en los grupos de trabajadores de los conjuntos multifamiliares, pero en la cima de esa ciudad también está un consejo de gobierno; por el otro lado, el aspecto competitivo de los barrios, lo contrario de lo corporativo, en donde los nobles de rango medio que encabezan los centros de barrio se comportan como empresarios, fraguan alianzas y se enriquecen, traen gente, objetos y bienes de otros lados”.
Bajo esa perspectiva, la parte más dinámica de la historia teotihuacana son los barrios, porque arman estas redes y, además, tienen su tianguis de barrios, como los tenemos en la actualidad en distintas colonias de la Ciudad de México: ahí está la llegada de los productores de alimentos que llegan a intercambiar sus bienes por las artesanías de Teotihuacan, por las cosas que la ciudad produce.
“Los centros de barrio también organizan caravanas, a través del tentáculo que cada barrio arma con sitios aliados para traer los bienes y las personas de larga distancia. Las únicas materias primas que las élites gobernantes acaparan es la mica, procedente de Oaxaca, y la jadeíta, del área de Motagua”, dijo la investigadora titular del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Una de las características del trabajo desarrollado por Linda Manzanilla, más allá de explorar la parte más cotidiana de Teotihuacan, es la perspectiva interdisciplinaria, lo que le ha permitido reflexionar en distintos aspectos de las sociedades que moraron en esa metrópoli, dividida por la especialista en cuatro distritos, en donde cada uno tenía un emblema.
“Mi propuesta es que había un distrito con emblema de aves y voladores, que está en el noroeste; el de los felinos y el dios de la lluvia en el noreste; el de las serpientes en el sureste y el de los coyotes y cánidos en el suroeste. Los cuatro emblemas representarían a los cuatro cogobernantes”, planteó la colegiada, donde cada distrito se integra con barrios y centros de coordinación, rodeados de conjuntos multifamiliares de los grupos corporativos.
De esta manera, la sociedad teotihuacana es compleja, no sólo por su multietnicidad, sino “porque está cortada por tres vectores: los grupos étnicos, los grupos de oficio y los grupos jerárquicos”.
Asimismo, a partir de las investigaciones, se puede saber qué comían, por ejemplo, los individuos que habitaban el barrio de Teopancazco: “tenían una dieta con fuertes acentos marinos, otros una dieta desértica y unos más una dieta no desértica”, aunque la mayoría de los trabajadores comía maíz, como atoles, tamales, tortillas y animales alimentados con maíz.
Al hacer un recorrido por los diversos objetos que se han encontrado en Teotihuacan, lo mismo en complejos habitacionales que en los palacios o las construcciones de las élites, como vestimentas, insignias de los grupos gobernantes.
“Lo que hemos excavado del Palacio de Xalla nos dice que la parte ritual sigue siendo el centro de estos conjuntos palaciegos, pero hay artesanos dependientes del palacio, hay militares que vigilan, hay atesoramiento de bienes foráneos, pero no hay nada de riqueza presumida en los barrios: el aspecto corporativo es austero”.
Caída de una gran ciudad
En la tercera parte de su recorrido, Linda Rosa Manzanilla se refirió a la caída de la gran ciudad de Teotihuacan, siendo una de las hipótesis principales la prolongada sequía que vivió la región: “la historia de tres siglos y medio de uso intensivo del ambiente del Valle de Teotihuacan, sin duda, es uno de los elementos que intervienen como factor de vulnerabilidad.
“Hacia finales de la época teotihuacana, ya vamos a ver problemas del impacto de la ciudad sobre su ambiente y, si a eso le agregamos una sequía prolongada, que es típica de lo que viene después del colapso de Teotihuacan, no hubo manera de alimentar a 125 mil personas y abastecer suficiente agua: la deforestación, a pesar del manejo forestal, ya era un impacto fuerte, la erosión, la sobreexplotación de acuíferos”.
Con el tema “El colapso de Teotihuacan y las ocupaciones posteriores”, la investigadora universitaria propuso que la población teotihuacana migró a través de los barrios, “por los corredores que había privilegiado cada barrio, no se fueron todos a un punto en particular: migraron hacia distintos puntos de Mesoamérica, gracias a que tenían alianzas en estos tentáculos del Estado tipo pulpo”.
Sin embargo, Manzanilla reconoce la existencia de diversos hechos en el colapso de Teotihuacan. Así, por ejemplo, y analizado con fechas de arqueomagnetismo, se tiene comprobado un incendio en el 570 de nuestra era, en distintos lados de la ciudad, lo que marca un aspecto del colapso. Representa la vulnerabilidad de un sistema, no de una causa, sino de un elemento multicausal, a partir de las dos estructuras que tensan a la sociedad teotihuacana, en la que los nobles de los barrios de compartan de manera distinta a los gobernantes, con “lo que truena el tejido multiétnico”.
“125 mil personas consumiendo, tomando agua, requiriendo alimentos, materias primas para trabajar: es una de las ciudades preindustriales más grandes del mundo antiguo. Obviamente, grupos foráneos que estaban después de la Cuenca de México llegan a tener tensiones con la sociedad teotihuacana”.
En la Calzada de los Muertos se puede ver aspectos del colapso de la ciudad, como desmantelamiento y destrucción. La integrante de El Colegio Nacional recordó que, de sus investigaciones en el Palacio de Xalla, además de todas las esculturas rotas, “puedo decir que décadas antes del 570 ya había tensiones con las élites gobernantes, al grado de que se empiezan a construir muros, hasta de un metro de ancho, para resguarda el área donde estaban los dos cogobernantes, como una forma de atrincherarlos, de protegerlos”.
“Esto pudo haber sucedido hacia el 540-560, antes de que las hordas, la revuelta llegara y le prendiera fuego a todas las estructuras de la Calzada de los Muertos y de Palacio de Xalla, y destruyera las esculturas que le dan identidad a cada conjunto.
“Es cierto que hubo una sequía prolongada, tanto que en el Valle de Toluca se aprovecharon pequeños islotes en la zona de pantanos para poder subsistir durante la época de sequía del epiclásico”, comentó la arqueóloga.
En los trabajos más recientes de Linda Manzanilla se encuentra las excavaciones en cuevas u oquedades para recuperar evidencias de áreas de actividad, de presencia de migrantes de distintas regiones, con vestigios de preparación de alimentos, de trabajo artesanal y hasta basureros, mediante un trabajo de “análisis clínico muy fino” para conocer de ocupaciones posteotihuacanas.
“Son los grupos posteotihuacanos quienes ocupan estos espacios, una vez que la ciudad quedó abandonada. Algunos llegaron a saquear la ciudad, incluso se notó la presencia de círculos de piedra que, generalmente, los coyotlatelcos dejan donde están viviendo por un tiempo; incluso muros con una traza distinta para dividir lotes donde están viviendo”.
Otros grupos dejaron entierros y áreas de actividad en los túneles, como los Mazapa, otro un grupo humano que arribó al Valle de Teotihuacan, una vez que la población nativa comenzó a salir con dirección a otras regiones: “los entierro Mazapa se encuentran a todo lo largo de la Calzada de los Muertos, no sólo los túneles”.
“De ahí viene el nombre, porque los muertos que se encontraron en las estructuras teotihuacanas eran fosas hechas por los grupos Mazapa, que vinieron a final del epiclásico y principios del posclásico temprano, no tanto porque se hallaran muertos teotihuacanos allí, sino porque los grupos posteotihuacanos pusieron muertos a lo largo de esa calzada”.
Fuente: El Colegio Nacional