“La Suave Patria es una elegía con atmósferas de oda, está la sombra y la visión de los vencidos”: Ernesto Lumbreras

“Entre cada exclamación de esos conocidos versos hay una obra de derrota, de una patria que se ofrece más próxima a su declive que a la propia exaltación”: Christian Peña

“Se le ha dado una lectura superficial y equívoca a “La Suave Patria”, no es un poema triunfalista, aunque tiene el espíritu de la oda, la luminosidad de la fiesta y luz meridiana, es una elegía con atmósferas de oda, está la sombra y la visión de los vencidos”, aseguró el poeta Ernesto Lumbreras al participar en la primera parte de la mesa redonda Nuevas lecturas de Ramón López Velarde, transmitida en vivo el 9 de junio a través de las plataformas digitales de El Colegio Nacional, como parte del ciclo Ramón López Velarde en su centenario (1921-2021), coordinado por el colegiado Vicente Quirarte.

El ganador del Premio Iberoamericano Ramón López Velarde 2021 comentó que “La Suave Patria” cuenta y muestra un México que fue avasallado por la Revolución Mexicana, la ciudad de los pueblos donde transcurrieron las batallas y los saqueos, y en la que se propició una migración enorme de niños, mujeres y ancianos.

Lumbreras se refirió a tres rutas de la vida de Ramón López Velarde, su derrota en la escena pública, que estuvo marcada por tres candidaturas políticas perdidas; su participación en la edificación de la Calzada de los Poetas, en el Bosque de Chapultepec, y el estreno mundial del poema “La doncella verde”. “Emparento estas derrotas electorales con la carga (del México revolucionario) a la que finalmente Ramón López Velarde, previo a la escritura de “La Suave Patria” se encuentra sumido como un derrotado, como un vencido.”

En relación a la participación de López Velarde en la construcción de la Calzada de los Poetas, en el Bosque de Chapultepec, el ensayista, autor de El cielo, comentó que, a iniciativa de la dirección de Bellas Artes, a cargo de Alfonso Craviotto, el poeta se reunió con un grupo de escritores, intelectuales y artistas, como Jorge Enciso y Manuel M. Ponce para elegir los bronces que embellecerían esta calzada. Los bustos seleccionados fueron de Gutiérrez Nájera, Justo Sierra, Sor Juana Inés de la Cruz, Manuel José Othón, Guillermo Prieto y Manuel Acuña.

Por último, el escritor se refirió al poema “La doncella verde”, publicado en 1917, como una velada en honor del filósofo uruguayo José Enrique Rodó y, tal vez, como el único poema que realizó el autor zacatecano por encargo. Cuando se presentó el poema “se armó una velada en la Escuela Nacional Preparatoria, la reunión la presidió Venustiano Carranza, tocó la Sinfónica de Carlos Chávez y el poema no lo leyó López Velarde, lo hizo un declamador profesional, un actor. En ‘La doncella verde’ hay un tono civil, un tono que recuerda lo que habrá de materializar en ‘La Suave Patria’.”

Al tomar la palabra, el poeta Christian Peña se refirió a su libro Veladora, escrito en 2013 y publicado en 2017 por Ediciones Cuadrivio, en el que habla de las vidas de Ramón López Velarde. “Había una necesidad de leer a López Velarde, quizá desmitificando un poco la figura del poeta nacional. Él mismo lo hacía, podía reírse, imaginar, develar un universo que no era el estrictamente institucional del que se la acusaba.”

El investigador comentó que en la poesía de Velarde hay tercetos que funcionan como una especie de trinidad, en los que está presente la referencia de lo divino entrelazado con el lenguaje. “La figura de su padre carnal, su padre divino y del hijo fue una constante de cara a la agonía de Velarde. La pregunta es ¿con cuáles de los dos padres está hablando mientras agoniza?”

Interesado en escribir poesía alusiva a la biografía del autor de “La Suave Patria”, Peña leyó algunos fragmentos de los poemas que integran su libro y que se refieren al López Velarde que se debate entre las leyes del hombre y las de Dios, entre el padre jurista y el padre divino.

“Yo recuerdo haber odiado ‘La Suave Patria’ en mi infancia, porque si no la aprendía de memoria iba a reprobar español del cuarto grado. Pero entre cada exclamación de esos conocidos versos hay una obra de derrota, de una patria que se ofrece más próxima a su declive que a la propia exaltación.”

El poeta recordó que su reecuentro con López Velarde, después de la primaria, se dio cuando colaboró en la antología El gallo y la perla, realizada por la UNAM, que tenía como objetivo mostrar a México en la poesía mexicana, “puedo entender, en ese sentido, el porqué López Velarde pudiera ser un poeta nacional; sin embargo, no sé si es el mismo país el que todos leemos en él, por eso creo que la elegía disfrazada de oda aplica a más de uno de sus poemas”.

Por su parte, Israel Ramírez, investigador y especialista en la poesía mexicana contemporánea, recordó la lectura de La sangre devota (1916 y 1941) y las centenarias erratas de la obra de Ramón López Velarde. “La primera edición de este libro es muy diferente a la de 1941, tiene un formato distinto, en ese sentido tendríamos que pensar en que no sólo es muy factible que estemos leyendo una obra poética llena de corrupciones transmitida con erratas y que, en algunos casos, también pueda motivar interpretaciones que no son correctas o no están orientadas por la finalidad del texto.”

El director del Fondo Digital Ramón López Velarde agregó que es importante el rescate de la crítica que no necesariamente aglutina las grandes líneas de interpretación y de discusión de este autor. “Tenemos muy clara la lectura que hizo Octavio Paz o Javier Villaurrutia, pero evidentemente ellos tampoco partieron de cero, sino de trabajos publicados en pequeñas revistas, que en la cadena del ADN de la crítica velardiana se ha perdido.”

Agregó que Beatriz Espejo, en su tesis de maestría de 1963 titulada Trasfondo biográfico en la poesía de Ramón López Velarde, menciona tímidamente a Margarita Quijano como la posible destinataria de los poemas de la segunda parte de la poética de López Velarde, y también menciona a Cuauhtémoc Esparza Sánchez, uno de los lectores de la vida del poeta a mediados del siglo XX, quien ya hablaba de esta mujer.

“Lo que quiero decir con esto es que es muy difícil mostrar algo novedoso de Ramón López Velarde, a menos de que uno sea Ernesto Lumbreras, pero lo que podemos hacer es ir hacia atrás, leer la crítica y ver los huecos que a lo largo de los años los críticos han dejado en el olvido. Falta un trabajo de discusión de las fuentes y de valoración de los estudiosos, quizá ‘menores’, que participaron en la construcción del gran discurso crítico del cual gozamos hoy en día.”

Fuente: El Colegio Nacional