La Revolución Sexual se originó en México
Una verdadera revolución basada en conocimientos científicos y sus aplicaciones tecnológicas, que hasta ahora constituye la contribución más importante de México en el campo de la ciencia
En medio de la vorágine de la conmemoración del “Día del amor y la amistad” existe un hecho histórico muy relevante que vale la pena recordar y que es poco conocido no solo en nuestro país sino en el mundo: hace seis décadas México fue el centro de origen de una revolución basada en la ciencia, la Revolución sexual de los años 60 del siglo pasado.
Si bien su origen sociocultural está asociado a la fuerza de los movimientos feministas y sus bases científicas se remontan hasta la década de los 40, fue en los convulsos años 60 y 70 que, gracias al desarrollo de los anticonceptivos, por fin se pudo disociar el disfrute de las relaciones sexuales con la reproducción, originando cambios aún más profundos que los aspectos bioquímicos que la detonaron.
A partir del descubrimiento de algunos compuestos llamados hormonas esteroidales obtenidos de plantas medicinales ancestrales conocidas como “cabeza de negro” y “barbasco”, utilizadas en nuestro país desde las culturas mesoamericanas, se derivó un cúmulo de transformaciones en el campo de la salud, pero también en la sexualidad, la ética, la cultura, la sociedad y hasta en la política.
Una verdadera revolución basada en conocimientos científicos y sus aplicaciones tecnológicas, que hasta ahora constituye la contribución más importante de México en el campo de la ciencia, que también es un buen ejemplo –jamás repetido–, del desarrollo de una industria nacional con base en una innovación.
En la década de los 40 una pequeña empresa mexicana llamada Syntex, bajo la dirección científica primero de Russell E. Marker y luego de George Rosenkranz se dedicó a la síntesis de compuestos orgánicos para obtener hormonas de las plantas medicinales.
En torno a este laboratorio se reunió un grupo talentoso de científicos mexicanos y extranjeros, entre ellos Luis Ernesto Miramontes, Carl Djerassi, Carlos Casas Campillo, Jesús Romo, Octavio Mancera, Enrique Batres, Juan Berlín y otros, quienes con sus investigaciones, en los años 40 y 50, obtuvieron la diosgenina en progesterona, cortisona, testosterona, estrona, estradiol y la hidrocortisona.
En 1951 este equipo de científicos encabezados por Luis Miramontes sintetizó del barbasco (popularmente conocido como gordolobo), los compuestos llamados noretisterona y noretindrona, este último, el ingrediente activo del anticonceptivo oral.
Ese mismo año Syntex patentó el compuesto, pero hicieron falta algunos años más de investigaciones y pruebas clínicas hasta poder lanzar al mercado la “píldora anticonceptiva”. La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos aprobó su comercialización como Norinyl, en 1960 y a partir de entonces se comercializó en Europa y en el mundo.
Este fármaco le permitió a Syntex dominar el mercado internacional de esteroides u hormonas sintéticas que convirtieron a esta pequeña empresa mexicana en una gran compañía farmacéutica internacional cuyo valor, a finales de los 80, llegó a superar los 5 mil millones de dólares. Un hito inédito en ese entonces para una empresa de origen mexicano.
La compañía desarrolló otros fármacos como medicamentos antiinflamatorios no esteroides, para el tratamiento de la artritis reumatoide y la osteoartritis; el naproxeno sódico, así como analgésicos. Sin embargo, sería vendida a extranjeros.
Sin lugar a dudas la píldora anticonceptiva es la contribución científica y tecnológica más importante de México, que aún hoy en día impacta en el disfrute sexual y la reproducción humanas.
En busca del anticonceptivo masculino
El desarrollo de la anticoncepción masculina impactará la salud, la economía, la cultura y a la sociedad en su conjunto, incluso se podría generar una nueva transformación sexual de la sociedad.
Se trata de un esfuerzo científico apoyado principalmente por instituciones gubernamentales y no gubernamentales, incluida la OMS. Sin embargo, con frecuencia no cuentan con la infraestructura ni con recursos financieros para desarrollo de medicamentos comparable a las compañías farmacéuticas.
A pesar de su trascendencia, la anticoncepción masculina no es un tema de mucho interés de las grandes compañías farmacéuticas toda vez que se trata de un reto científico más complejo, cuyos resultados ocurrirán en el largo plazo y el mercado potencial no se visualiza con gran atractivo.
A pesar de ello, en diversas partes del mundo se están investigando varios métodos diferentes de anticoncepción masculina en diversas etapas, principalmente en estados iniciales como la búsqueda de compuestos, la experimentación animal y, muy pocos, en experimentación clínica.
Desarrollar una píldora anticonceptiva masculina es el objetivo central y hay científicos que trabajan con métodos hormonales con base en testosterona y progestina, compuesto que suprime dos hormonas pituitarias que controlan los testículos productores de esperma.
También hay métodos no hormonales con fármacos que se dirigen al órgano productor de esperma para disminuir su concentración o función de los espermatozoides. Algunos buscan bloquear el conducto a través del cual los espermatozoides viajan a su encuentro con el óvulo y otros métodos intentan inhabilitar a los propios espermatozoides.
Todavía el camino es largo y los expertos en este campo consideran que faltan muchos años, incluso décadas para poder obtener un anticonceptivo masculino eficaz, seguro y accesible para todos, similar a los femeninos surgidos desde México para el mundo.
Fuente: mvsnoticias.com